7.1.24

Muñequicidio, otra de 'apretaos' y Arévalo como Starsky

[Montanoscopia] 

1. Cumplo una semana fuera de Twitter. Esta primera euforia es la más peligrosa: para celebrarla, corro el riesgo de entrar en Twitter. Así lo hice tantísimas veces en el pasado. Pero ya no. Mi inauguralismo (así lo llama Arias) encontró la fecha perfecta en este 1 de enero que también fue lunes, y de año bisiesto además. En el océano del tiempo (manida pero certera metáfora) pongo o proyecto balizas. Un juego inútil, pero así funciono. En realidad, me he asomado a Twitter, pero sin participar. Enlazo mis artículos y me callo. Estar fuera de Twitter es eso: callarse. 

2. Leo en este periódico que "el delito de magnicidio no está recogido en el Código Penal". Menos mal, porque se habría quedado obsoleto. He hecho alguna vez la broma de la imposibilidad ontológica de un magnicidio en la España (y tal vez la Europa) de hoy: a aquel que supuestamente lo cometiera le habría salido un pequeñicidio. Nuestros gobernantes no dan para más. Lo avisó Jünger en La emboscadura: "Una de las notas características y específicas de nuestro tiempo es que en él van unidas las escenas significativas y los actores insignificantes". Todos son pequeños. Por eso el pequeñicidio, como delito posible, sí debería estar recogido en el Código Penal. Incluso debería estar recogido el muñequicidio. 

3. Hay una brecha radical entre la violencia real y la simbólica. No siempre desde esta se da el paso (el salto) a aquella. Ni siempre ni, en contextos como el nuestro, con frecuencia. Pero la representación de la violencia mantiene algo de invocación, de danza propiciatoria. Es jugar con fuego. Por eso no deja de ser repugnante. Y por la fragilidad de todos los contextos. 

4. Que el PSOE predique la concordia al tiempo que hace todo lo posible por destruirla es la prueba de que el PSOE está perdido para la concordia. Para lo que ha hecho, para lo que está haciendo, solo encuentra la justificación de que el PP es peor. Tiene que cargarle todo lo malo, le corresponda o no al PP. Esta operación permanente no es más que la prolongación del no es no inaugural de Sánchez, que era una calle de sentido único. Un callejón sin salida. 

5. El mero contacto del PP con Junts, aunque fuese solo un café, confirma que el PP sigue sin haberse enterado de nada. Volvemos a los tiempos en que había razones para que nacieran Ciudadanos y UPyD, que se fundaban en la incompetencia tanto del PP como del PSOE en asuntos esenciales del Estado de derecho, perennemente mediatizados en ellos por la ambición del poder. Esas razones se han multiplicado, como las del absurdo de un Ciudadanos o UPyD ahora. Lo de Izquierda Española (aunque he anunciado que la votaré en las europeas) es también absurdo. 

6. Hemos escrito mucho sobre la patética reacción de nuestra izquierda oficial al surgimiento de Izquierda Española. Esto nos ha dificultado reparar en otro tipo de reacciones: la de esos comentaristas de derecha resabiados, apretaos, imbuidos de superioridad histórica, política, filosófica y moral, que consideran (¡y con cuantísima estolidez!) que solo se puede ser de derecha. 

7. En la barca de Caronte se han montado juntos esta vez Arévalo y Hutch. Arévalo haciendo de Starsky, el papel de su vida. Espero que la barca la hayan pintado de rojo con aquel rayo blanco atravesando el costado. Qué rara se ve ahora la educación estética de los que fuimos niños en los 70: los chistes de Arévalo y una serie como Starsky y Hutch, con su música blaxploitation, maravillosa. Era algo áspero, asilvestrado y bellísimo. 

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