Después de La democracia sentimental (Página Indómita) y otros estudios reconocidos de pensamiento político, Arias Maldonado nos ofrece su obra más personal, emparentada con (Fe)Male Gaze (Anagrama), pero más rica: además de las relaciones eróticas y amorosas como en esta última, se ocupa de los juegos de la ficción y sus consecuencias, de la potencia artística del cine, de clasicismo e innovación en la cultura, de la mirada, de los espejos, de la imaginación, de la ironía, del romanticismo y el surrealismo, del psicoanálisis, del deseo, de la culpa, del pasado, de los futuros, de la sensorialidad, de la identidad, de la ambigüedad humana e incluso la de la realidad y, por supuesto, de la pura película.
Todos los asuntos mencionados (y algunos otros, como la mitología, la música, la pintura, la literatura, también la filosofía, ¡y San Francisco!) emanan maravillosamente de Vértigo, centro absoluto de esta monografía a un tiempo intransitiva y transitiva: intransitiva por la profundización obsesiva en el universo cerrado, repetitivo, del film de Hitchcock; y transitiva por la expansión hacia el mundo, por la irradiación, de ese universo. El estilo de Arias Maldonado, elegante, sereno, de línea clara, sabe capturar la pasión turbulenta y finalmente destructiva de la película, lo que lo convierte en un cable de alta tensión. Ficción fatal es por ello un ensayo cargado de vitalidad: ese género de vitalidad trágica electrificada por la lucidez.
Un sello de los textos de Arias Maldonado es que componen una asamblea bibliográfica: acogen una polifonía de voces con las más variadas consideraciones sobre los temas de que se ocupan. Aquí asistimos a lo que han escrito numerosos autores sobre Vértigo, tanto sobre sus aspectos cinematográficos como los interpretativos de todo tipo, con particular atención a los debates suscitados por la crítica feminista, llevada a cabo mayormente por autoras. Arias Maldonado imprime soltura a su erudición y va encadenando estas voces en su discurso, glosándolas o cuestionándolas, sin perder en ningún momento el hilo propio. Este se ve así reforzado; entre otras cosas porque uno de sus componentes es la convicción de que Vértigo es una película compleja e inagotable, cuya ambigüedad repele toda pretensión de interpretación unívoca. El de Arias Maldonado es así un ensayo en la plenitud del término, como lo fuera Vértigo y pasión de Eugenio Trías.
En mi revisitación de estos días (he vuelto a ver la película dos veces, una antes y otra después de leer el libro; y la veré alguna más) me han tocado especialmente tres cosas. La belleza arrebatadora (¡intoxicante, como dice el autor!) de Vértigo, con sus planos perfectos, plásticos, cromáticos, musicales; tanto los interiores como los exteriores. Los momentos en que asoma la verdad de Judy, su amor verdadero atrapado en la ficción de Madeleine. Y el poder de esa ficción fatal que absorbe al espectador incluso cuando la sabe ficción, cuya apoteosis es la resurrección verdosa de Madeleine. Aquí se consuma tal vez la magia del arte: más allá o más acá de las categorizaciones sobre la verdad y la ficción, está la experiencia. El chispazo que salta del artificio hacia la vida.
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En The Objective.