El Gobierno está en contra del porno duro y a favor del terrorismo blando. La gracia es que con lo segundo practica lo primero y con lo primero practica lo segundo: estar en contra del porno duro es terrorismo blando; estar a favor del terrorismo blando es porno duro.
Para estas dos aventuras distintas el Gobierno exige algo común: el DNI. Pronto deberá mostrar su carnet de identidad quien quiera acceder a las webs de porno duro. Y el carnet será imprescindible para ejercer (o haber ejercido) el terrorismo blando: solo si se comprueba que el portador es independentista, gozará de impunidad. Sugiero que para aligerar la carga burocrática el Gobierno cree bases de datos cruzadas: con ello al usuario le bastará una única mostración del DNI para hacerse una paja y poner una bomba respetuosa con los derechos humanos. (La paja, aprovechando un hueco legislativo, sí podrá ser irrespetuosa con los derechos humanos.)
Por estas cosas la legislatura está siendo irresistible. Sánchez se supera a sí mismo como únicamente logran hacerlo los genios. Me separo aquí de mis anticlimáticos colegas columnistas que se llevan las manos a la cabeza con cada cruce de línea roja. Son como esos lectores rudimentarios que no entienden las obras experimentales porque no aciertan a desvelar sus leyes. La ley de este Gobierno es que el trazado de líneas rojas constituye su verdadero programa electoral. El programa electoral oficial se publica solo pensando en los Cercas de la vida, esos para los que la comprensión lectora (Sánchez dixit) es "dura de roer".
Sánchez, por lo demás, no ha mentido. Ya no miente. Es decir, ya no engaña a nadie. Y el que no engaña no miente: no podría hacerlo ni aunque lo pretendiera. El electorado español votó en las últimas elecciones generales a un hombre desprendido de su palabra. Un hombre del que ya se sabía contrastadamente que era así. Desde entonces, Sánchez no está danzando su danza solo, sino que la está danzando de la mano del electorado español. Este es corresponsable de todos y cada uno de sus pasos de danza.
A veces pienso que si Sánchez hubiese caído electoralmente el 23-J nos habríamos perdido lo mejor. Aunque todo lo que está haciendo desde entonces sigue la lógica estricta de lo que había hecho antes, reconozco que el despliegue está siendo espectacular. Es un striptease moral en toda regla. Su desnudamiento del alma, y con él el de su Gobierno y el de su partido (ese PSOE que ya es solo el PSOE de Sánchez), está alcanzando una radicalidad inaudita. Es porno duro no, lo siguiente. Es una especie de taxidermia de los principios, un vaciado bestial pero sin echar luego serrín en el hueco, que queda puro. Lo precioso, como prueba de la inextricable unidad del alma con el lenguaje, es que este ha debido ser vaciado también. Sánchez es una Salomé que se despoja se todos sus velos exteriores e interiores: "desnudez total" (Donne).
Lo de hacer necesidad virtud como dijo el presidente implica hacer de las líneas rojas la gasolina para su cabalgada. Pero el Gobierno está a punto de encontrarse con un insidioso obstáculo: ese camino de baldosas no amarillas sino coloradas de Dorothy Sánchez y sus amiguitos se agota. Cada vez quedan menos líneas sin traspasar. Pero su escasez las vuelve más valiosas, más prometadoras. ¿Se detendrá Sánchez ante ellas o se impondrá su férrea lógica? El caso es que son ya líneas rojas muy extremadas. Aparte del referéndum de autodeterminación, se me ocurren dos: el terrorismo duro y el porno blando. (¡Esta última sería ya intolerable!)
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En The Objective.