4.1.24

El único partido de izquierda

Tras los fracasos de UPyD y Ciudadanos, le dije a mi amiga Dolores González Pastor: "Cerramos partidos como quienes cierran bares". Yo no milité en ninguno, aunque fui compañero de viaje y de naufragio. En ambos casos el naufragio se produjo porque los dirigentes agujerearon el barco. Fueron suicidios políticos, a los que después, como es natural, los electores retiraron su apoyo. Dolores y yo aún nos repetimos la frase de vez en cuando, en plan humorada. Para lo que no hemos tenido humor es para nuevos partidos, ni plataformas, ni nada que se les parezca. Es una saturación fisiológica. Sobre todo después del anticlimático éxito de Ciudadanos en las elecciones de abril de 2019: éxito que inutilizó (con la ayuda del PSOE).

El anuncio de que la plataforma El Jacobino se va a presentar a las elecciones europeas con un partido creado a propósito, Izquierda Española, me llega pues en mal momento. Inicialmente he pensado: demasiado tarde. También por otra razón. Ya escribí sobre ello. Me he pasado años diciéndome de izquierda y tachando a casi todos los demás que se dicen de izquierda (salvo yo y cuatro gatos) de pseudoizquierdistas. Estos se ajustaban, por resumir, a lo que Félix Ovejero denunció en La deriva reaccionaria de la izquierda: o sea, actualmente todos los partidos españoles que se dicen de izquierda. Pero el pogromo del 7 de octubre desató (y ha ido in crescendo) tal ola de antisemitismo en esa izquierda reaccionaria, que me dio repugnancia hasta decirme de izquierda: no quise pertenecer, ni con mi diferenciación, a esa familia de hitlerianos encubiertos.

Por otra parte, el líder de El Jacobino y previsible candidato principal de Izquierda Española, Guillermo del Valle, tan aseadito, tan modosito, tan curil, ¡con la barba tan recortadita!, me da cierta grima. Huele a político: huele a algo que yo ya detesto con vísceras de taxista sin taxi. "¡Todos los políticos son unos sinvergüenzas!", sí. Aunque tampoco quiero entregarme a la pasión antipolítica, de resultados aún más nefastos históricamente: al animal que llevo dentro no hay que dejarlo al volante, ni siquiera al del taxi que no tengo. De manera que no, pero sí. ¡Pero no! ¡O yo qué sé!

Como suele ocurrir, el empujoncito me lo han dado los otros, los atorrantes. "No hay nada como ser de derecha para fundar un partido de izquierda", ha escrito un amigo argentino. Y: "El nuevo partido de derecha de izquierda será una fuente de humor siempre fiable, no se quejen". También se solivianta una comentarista gubernamental: "Nace un nuevo partido, el Ciudadanos enésimo, el UPyD eterno, y algunos corren a darle pábulo para que robe votos al PSOE". Y se ríe, con el aplauso de Íñigo Errejón, de que se proclame "no nacionalista". Con lo que desembocamos en el quid siempre de la cuestión española: la destrucción de lo común en que está instalada la izquierda reaccionaria por su participación, connivencia o complicidad con el nacionalismo. Toda crítica a su porquería es "nacionalismo español". Por eso es reaccionaria.

Así que sí, votaré a Izquierda Española en las europeas: o sea, votaré al único partido de izquierda que se va a presentar en España. Para empezar. Después ya iremos viendo. Con mi cansancio soberano, hastiado, sin ninguna fe, sin esperanza, sabiendo que es inútil, que es incluso patético, por no decir ridículo, en las postrimerías de mi abominación por la historia, en mi detestación y mi desprecio, desde el más crudo pesimismo antropológico, sin tener el coño ya para fiestas ni para farolillos, votaré a Izquierda Española. Al menos sé que es lo que más les jode. 

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