Hay individuos que parecen diseñados para ejemplificar voces concretas del Diccionario. Willy Toledo, por ejemplo, parece diseñado para ejemplificar la de “cenutrio”. Es un calificativo un poco guasón, como de tebeo; pero lo de este personaje es ciertamente de tebeo. Cada intervención suya es un nuevo Clásico del Humor. Aunque no produce risa, sino bochorno; y algo más que me atreveré a decir: miedo. Escuchándole en su último vídeo puede adivinarse por qué la Historia, cuando gente así toma el mando, se convierte en una máquina de picar carne humana.
Lo de menos casi es lo del Rey, pero no deja de resultar irritante la acometida: porque si hay un español más abotargado y caduco que nuestro monarca, ese es Willy Toledo. Lo grave es ese desprecio por la democracia en boca de este defensor de dictaduras; esa redomada y quejumbrosa sarta de reproches, emitida sin matices, con el automatismo de quien reza el rosario (y en la que aquellas críticas que pudieran ser pertinentes quedan desautorizadas por la orientación general). Y ese fanatismo estólido y sin un gramo de inteligencia, agudeza, brillantez o gracia –y, por supuesto, sin atisbo alguno de compasión– en el que no falta ese recurso (¡tan fascista!) de llamar fascista a quien no lo es: esa proyección del autofascismo.
Siempre me gustó mucho esta frase de Savater, bastante conocida: “He sido un revolucionario sin crueldad, aspiro a ser un conservador sin vileza”. Recuerdo que Saramago la criticaba en sus Cuadernos de Lanzarote, fijándose solo en el giro ideológico y siendo ciego (él, autor del autocomplaciente Ensayo sobre la ceguera) a los términos morales. No es de extrañar, porque esa es la onda que ha arruinado a cierta izquierda. Esa izquierda de Willy Toledo, que parece no haber aprendido nada de la Historia y que increíblemente ahí sigue: con crueldad y con vileza.
[Publicado en Zoom News]