2012 no solo ha sido el año de los recortes: ha sido también el de la nostalgia por el mundo anterior; por el mundo, podríamos decir, no recortado. Lo llamativo es que, a quienes hoy más exhiben esa añoranza, no recuerdo haberles visto defender entonces aquello que hoy echan de menos. Al contrario: les recuerdo en un estado de un malestar permanente, que ni el estado del bienestar saciaba.
Hablo de una cierta izquierda instalada en aquel bucle melancólico que Jon Juaristi atribuyó a los nacionalistas vascos: un descontento perpetuo por la realidad, que en cada momento remite a un estadio anterior puramente imaginario. Cuando disfrutábamos de un estado del bienestar sin recortes (¡hasta con Aznar lo teníamos!), tampoco les parecía suficiente a nuestros nostálgicos: lo tachaban de apaño capitalista, con el que era pequeñoburgués transigir.
Pero lo cierto es que hemos vivido muy bien. No por encima de nuestras posibilidades (como diría Cebrián), sino exactamente con la dignidad que merecíamos. Aquí, como en cierta ocasión escribió Félix de Azúa, cualquier obrero podía acceder a comodidades que le estaban vedadas a un senador romano. Nos habíamos beneficiado de esa cosa tan prosaica: el reformismo. Aquello que atacaban justo quienes hoy añoran lo que gracias a él se consiguió.
[Publicado en Zoom News]