28.9.22

Las razones del hipódromo

Reconozco que con Savater tengo un problema. No es que termine siempre dándole la razón, sino que empiezo dándosela. Supongo que se debe a que aprendí a pensar con él y mis circuitos neuronales están fatalmente encauzados. Esto me hace ser un discípulo de los que desdeñaba Nietzsche, que buscaba contradictores, y de los que le dan pereza a Savater; quien, por su parte, tampoco fue así con sus maestros, y por ello sí más plenamente nietzscheano.

Nietzscheana fue su columna del sábado en El País, en la que contaba por qué había pedido el indulto para Griñán. En la mía de la semana pasada (fue mi último martes; hoy es mi primer miércoles) le presupuse blandas razones humanitarias, piedad hacia el anciano que va a la cárcel... Pues no, eran razones vigorosas, alegres, juguetonas (también gloriosamente desvergonzadas): Griñán fue compañero de hipódromo en la juventud "y escribía excelentes crónicas hípicas que firmaba Riu Kiu". Termina Savater: "prefiero no ver en la cárcel a Riu Kiu". Solté una carcajada. Resonaron en mí tantos momentos gozosos de la obra de Savater, no precisamente los más periodísticos...

Tras leer su columna, una dijo que Savater "chochea" y otro que "merece cierto piadoso silencio cuando argumenta de modo gagá" (este es un autodenominado filósofo que merece cierto piadoso silencio cuando argumenta del modo que sea). Es lo que tiene no haber seguido a Savater desde el principio, porque el del otro día es el Savater del principio: hacía tiempo que no escribía un artículo tan juvenil. El equívoco viene de que con los años se ha venido convirtiendo en héroe civil y referente moral. Pero cualquiera que lo haya leído bien sabe que para él estas cosas son secundarias y solo valen si las alienta la alegría. Y su gran alegría es el hipódromo. Dicen que "se ha disparado un tiro en el pie", que pierde prestigio como intelectual. Puede ser: en favor de lo que le interesa primero.

Hay indudables razones para criticar la petición de indulto de Savater: y todas están recogidas en el artículo de Savater, que las expresa con una capacidad de síntesis que no han atinado a tener sus detractores. Él mismo las explicó más pormenorizadamente en artículos y entrevistas de cuando los indultos del procés, sobre los que se manifestó en contra. En la columna de ahora lo dice claro: "No quisiera ser ciudadano de un país donde la complicidad o la secta cuentan más que la ley". Esto no tiene vuelta de hoja: sin ley no hay Estado de derecho. Pero esto, que es lo fundamental, no agota las razones posibles. Savater completa lo anterior así: "tampoco vivir entre rectilíneos para los que no hay amistad si no concuerda con el código establecido".

Me he acordado de los ensayos de Isaiah Berlin sobre líneas de racionalidades en conflicto, sobre todo el que escribió sobre Maquiavelo. Lo trágico del asunto que nos ocupa es que, desde un punto de vista cívico, Griñán debe ir a la cárcel. No otra cosa exige el bien común; es decir, no que vaya a la cárcel, sino el cumplimiento de una sentencia judicial. Pero hay otras razones, que podríamos llamar aquí "las razones del hipódromo", que pujan por la excepcionalidad. No son cívicamente ejemplares, pero sí saludables en otro plano: y no está mal que cuenten también con su ejemplo.

En cuanto a mí, reconozco que jamás pediría el indulto para un aficionado a los caballos. Otra cosa sería para un aficionado a la música brasileña con el que hubiese compartido conciertos de Caetano Veloso. O para un aficionado a Savater. 

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