La primera sorpresa que se lleva el lector de Contra Babel. Ensayo sobre el valor de las lenguas –cito ahora también el subtítulo– es la mucha miga filosófica, política y moral que un objeto de estudio tan específico tiene. Es virtud del autor haberlo detectado. Y además haberlo escogido para su primer libro. El primer libro, cuando se publica en la madurez (yo mismo lo experimenté hace poco), contiene una tensión y una belleza particulares: es una destilación de lo que uno ha pensado y sido durante toda su vida, que alcanza a estar en plenitud (en acto, por decirlo en términos aristotélicos, tan queridos por nuestro autor) en sus páginas. Gracias al tema de las lenguas, Toscano tiene ocasión de compendiar sus preocupaciones e intereses fundamentales: la vida buena, el pluralismo de valores (y los conflictos entre estos), la democracia, la autonomía personal, las libertades, el individuo (las decisiones y los derechos individuales), el imperioso fenómeno del nacionalismo... Para todos hay un hilo de reflexión o una mención al menos. Así como para sus maestros: John Rawls, Isaiah Berlin, Joseph Raz o John Stuart Mill.
Ha tenido la valentía (la osadía incluso) de abordar una cuestión que es políticamente complicada, que se utiliza como arma ideológica, que para muchas personas posee hondísimas implicaciones emocionales y que, por ello, se ha vuelto un tabú. Se ha convertido en costra un buen número de supuestos aceptados sin análisis, y esa costra se ha sacralizado. Para entrar ahí hacía falta coraje y coraje es lo que demuestra (o exhibe con discreción, si se me permite el oxímoron) Toscano. La situación de su asunto, por otro lado, le permite enumerar aquello que reprueba intelectualmente: las "vistosas metáforas" (citando a otro autor dice que "si florecen las metáforas es por falta de teoría"), "las falacias, los clichés sentimentales" y "los excesos retóricos". Frente a ellos, este es su ideal, expuesto brevemente y con sencillez: "pensar de forma serena y clara". En otro momento añade: "ecuánime". El estilo filosófico de Toscano lo cumple con creces: añadiéndole agudeza, elegancia, finura, más una ironía sutil en los momentos cumbre.
Produce un placer intelectual, y a la vez estético, asistir al bisturí de Toscano en acción: cómo asedia los conceptos, los desmenuza y arroja luz sobre su mentira o su verdad. Una operación de apariencia fácil pero muy difícil, porque a menudo es antiintuitiva. En Contra Babel combate el dogma de que las lenguas deban ser preservadas a toda costa y recupera la primera percepción del mito bíblico: la de que la proliferación de lenguas es, como poco, una contrariedad. Frente a la concepción de estas como patrimonio cultural o seña de identidad, cara a los nacionalistas, defiende su función comunicativa. Función gracias a la cual las personas pueden aspirar a ser ciudadanos. Esto que resumo abruptamente lo encontrarán desarrollado, con datos y argumentos, en Contra Babel. Léanlo.
* * *
En The Objective.