Como aficionado a la literatura, que me hace estar al día más o menos, observo el arrasamiento de la ideología en los talentosos y en los no talentosos. Con estos últimos no se pierde nada, se limitan a darle a la manivela al uso para ser algo o alguien y estar ahí y cobrar (lo poco que se cobra en la literatura). Con los talentosos la pérdida es total, de su talento para abajo. Bob Pop está entre ellos. Tiene talento y tiene algo más difícil: carisma. Tiene también una energía envidiable que le permite estar dando la batalla desde una silla de ruedas. Lástima que todo este potencial lo haya arruinado su entrega a la ideología, que es una rendición: una rendición existencial. La entrega a todo bálsamo lo es.
La ideología te ordena el mundo, lo cerca frente al caos; gracias a ella sabes dónde está el bien y dónde está el mal, qué es virtud y qué es pecado, identificas a amigos y enemigos. Inamoviblemente. Es una religión cruel, porque a diferencia de la católica, que reconoce una gradación en los pecados y, en último extremo, contempla la salvación y el perdón (cierto que con un complemento divino, ontológicamente totalitario), la religión ideológica solo reconoce pecados absolutos, para los que no hay salvación, ni perdón, ni compasión (la ausencia de un Dios tal vez la convierta en un callejón sin salida, en cuanto religión).
Al cabo, es otra muestra de la pérdida del sujeto universal, formal, de la Ilustración. Ya no hay ciudadanía abstracta, sino individuos que han de amoldarse a los contenidos que les exigen arbitrariamente. La ciudadanía universal, como era formal, protegía el juego libre de los contenidos. Por debajo, por decirlo así, de la capa de la ciudadanía, cada cual podía pensar y actuar como le viniera en gana. La ciudadanía era solo un marco, un campo de juego con reglas básicas de carácter formal. El contenidismo, en cambio, impone maneras concretas de ser: concretas, entiéndase, desde la abstracción ideológica. Diversidad aparente: uniformidad real.
Ya vimos que para un cierto feminismo (el de las Irenes Montero) las mujeres carecían de un derecho fundamental: el de ser de derechas. Ahora Bob Pop les niega a las mujeres trans el derecho a decir enormidades (o lo que les salga del coño, o de la polla) que puedan parecer de Vox. Para ambos, Montero y Pop, la virtud se halla en lo que se piense y en lo que se diga, que ha de estar de acuerdo con lo que ellos (Montero y Pop) piensan y dicen. No solo se ha recuperado el pecado de pensamiento y de palabra, sino que ahora, como hemos visto, es un pecado absoluto, que solo admite condena. Pero lo más patético de nuestros inquisidores contenidistas es que su división es encima falaz: acusan de "fachas" a quienes tienen menos ítems de facha que ellos mismos.
Queda Karla Sofía como víctima impresionante de una tragedia. Excomulgada por todos, de Netflix a Bob Pop, en soledad, sin futuro profesional, rabiando su soledad, muñeca rota. ¡Saca fuerzas, guapa!
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En The Objective.