Buenas noches. Las opiniones ultramontanas de hoy no son mías y van en verso. Son las de Luis Antonio de Villena en su nuevo libro de poemas, Miserable vejez, publicado en la editorial Visor. Lo provocador es que habla de la vejez como una maldición, algo que en la actualidad parece proscrito. Nada de "tercera edad", ni de "pozo de sabiduría", ni de "beneficios de la experiencia". La vejez es una cabronada que nos cae a todos si no morimos jóvenes. Cita a Céline: "La vejez es lo que sobra de la vida". Villena lo afronta sin subterfugios, en un cuerpo a cuerpo con la edad. Escribe, por ejemplo: "Al ir a lavarte los dientes –implantes– no debes flexionar / la cintura, pues la lumbalgia trotará como potro desbocado. / Al agacharte (las cosas se caen y nunca te dabas / cuenta) debes esperar el chasquido de la rodilla, que / –palabras doctorales– no es sino un cartílago viejo, / desgastado". Villena cantó siempre la belleza juvenil en sus poemas, pioneros en España por su valentía homoerótica: solo otro poeta, Luis Cernuda, fue tan valiente como él. Ahora la belleza pasa como un desgarro. En general ajena, pero el poeta (desdeñando que puedan llamarlo "viejo verde") la busca y la encuentra. Por eso Miserable vejez es un libro apasionado, en lo doloroso cotidiano y en lo placentero cuando se alcanza. Leí en el ensayo de Pascal Quignard El sexo y el espanto una frase que me impresionó: "Lo contrario de la muerte no es la vida, sino el sexo". Villena, a sus setenta y tres años, no ha renunciado a él. Ha sido fiel a estos otros versos que escribió en su juventud: "Y si todo va mal, si al final todo es duro, / como Verlaine, saber ser el rey de un palacio de invierno".