27.3.25

Decepción tras decepción tras decepción

El penúltimo ha sido Diego Manrique. El último Luis Gago. Uno inaugural, del que ya he hablado demasiado, Antonio Muñoz Molina. Y otros de su estilo, capitostes de nuestra cultura. Y un montón de jóvenes y menos jóvenes que van por el tobogán de la vileza, tal vez sin saberlo. La inercia de apoyar al PSOE, haga lo que haga el PSOE, ha metido a muchos en un camino tenebroso. Porque ese es el camino que ha tomado el PSOE. No parecen ser conscientes del salto: les nubla la inercia que los lleva.
 
Yo, por mi parte, voy de decepción en decepción (¡tras decepción!). Es algo solo mío, algo que expreso. No se me ocurriría espetarle a nadie: "¡Me has decepcionado!". Sería un chantaje emocional patético, y ciertamente pasivo-agresivo. Que tendría un requisito más patético aún: el de haberse ilusionado. Mi decepción va por otro carril, y como digo es algo mío en exclusiva. Enjuicio a otros, pero hablo de mí. Es una decepción íntima.
 
Sencillamente, me trastorna que un cuerpo político (la sociedad española, y en principalísimo lugar la cultura española) no haya expulsado a un sujeto tóxico como el presidente Sánchez. Que lo haya admitido y asimilado. Que lo haya aceptado. Que lo haya consentido. Y todo porque es del partido adecuado. Y todo porque es del PSOE. La aceptación de cualquier cosa, porque la hace el PSOE, la aceptación sin límite de cualquier barrabasada: eso es lo que me trastorna. Y eso lo hemos terminado de aprender ahora.
 
Aunque ya defendieron los Gal en su día. Hay un veterano articulista de El País que escribió un artículo repugnante en favor del terrorismo de Estado. No digo el nombre porque no lo he encontrado en la hemeroteca (tal vez lo hayan retirado), pero ahí sigue con su prestigio, agasajado por todos. Mientras reprueban a los díscolos como Fernando Savater, que siempre denunció la guerra sucia. Tal vez por eso es díscolo: por haber ido denunciado las guerras sucias de cada momento.
 
En cambio Diego Manrique, de repente, ¡qué decepción! En su día dije que él, en música, y Carlos Arribas, en ciclismo, eran los mejores prosistas de El País. Lo que le debemos a Manrique, en prensa y radio, es incalculable. Pero ahora va y salta con que si "el pelotón de fusilamiento" de El Mundo, o con que si en The Objective "cañonean a Moncloa"... Una mentalidad netamente franquista, anticrítica, gubernamental. ¡Y todo por un sujeto como Sánchez!
 
Y Luis Gago, admirable durante toda su trayectoria de musicólogo, traductor, editor de Revista de Libros y hasta de entrevistador de Miguel Sáenz (¡de lo más refinado que tenemos!), va y escribe en El País un artículo eruditísimo sobre El príncipe del País de las Mentiras, de Erika Mann, la hija de Thomas Mann, del que cita frases fantásticas sobre la mentira ("a quien miente una sola vez, no se le cree, pero a quien miente siempre sí se le creerá") y va y alude ¡a Miguel Ángel Rodríguez! Que bien aludido está, pero caramba: ¡ni mu de nuestro, no ya príncipe, sino emperador de las mentiras Sánchez!
 
Ya dijo Octavio Paz que todo el mundo es falible, que todo el mundo tiene sus sesgos o, si se quiere, su ideología; pero hay un indicio de salud intelectual (y política y moral): la crítica también a los propios, o a los supuestamente propios. Si no hay esto, lo único que hay son emisiones verbales estratégicas o tácticas, palabrería instrumental, obediencia ciega. Esto en sí mismo es lo suficientemente odioso. Pero si encima es por alguien como Sánchez, ¡qué decepción!
 
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