14.3.25

A favor de la chaqueta acolchada

[La Brújula (Opiniones ultramontanas), 2:25
 
Buenas noches. He dejado pasar un mes a ver si se me pasaba el enfado, pero no se me pasa. Los Pantomima Full, esos piernas del humor, se metieron con mi uniforme cotidiano: la chaqueta acolchada. Pese a mi calentón, decidí no ocuparme de ello, porque esta sección mía ha sido ya demasiadas veces una sección de moda. Pero mis fans me empujan a que me pronuncie. Muchos me consideran un árbitro de la elegancia: ¡Montanus Arbiter! Aunque claramente se trata de una elegancia alternativa, que bien se podría confundir con absoluta falta de elegancia. En cualquier caso, es la mía y la defiendo a muerte. El columnista Hughes también se metió con la chaqueta acolchada, aunque de un modo más fino y resaltando sus virtudes: "Es comodísima, abriga, no pesa". También la definió memorablemente como un "fachaleco con mangas". Y concluyó: "Estamos a un tijeretazo de ser todos unos cayetanos". Yo repudio el fachaleco, pero adoro la chaqueta acolchada, que es socialdemócrata y sufridita. Su ausencia de peso es fundamental, y se aviene con mi ideal de la ligereza. También es importante que se la pueda hacer un engurruño. Y lo contrario, que se despliegue como un Transformer. El aspecto uniformador que otorga, de hombres y mujeres Michelín, también me gusta. Los Pantomima Full se reían de la falta de personalidad de los que llevamos chaqueta acolchada. Pero la personalidad está sobrevalorada. Y además da mucho frío. Yo creo que lo que más abriga de la chaqueta acolchada es precisamente la falta de personalidad que propicia. Los enchaquetados acolchados somos una especie de hoplitas urbanos, con algo de luchadores de sumo. Parecemos perpetuos supervivientes del Titanic que no nos atrevemos a quitarnos el chaleco salvavidas. Con la chaqueta acolchada quizá no vivimos, pero sí sobrevivimos. ¡Esta es la clave!