19.2.13

La cloaca catalana

Supongo que los nacionalistas catalanes hubieran dado un 3% (lo comido por lo servido) a cambio de que Cataluña, su Cataluña, estuviera libre de corrupción en estos días españoles de corrupción. Ese sí que hubiese sido un hecho diferencial definitivo. Muchos españoles abogaríamos entonces por la independencia de Cataluña, tras habernos mudado en masa a Cataluña. Una regeneración geográfica, que nos pillaría ahí al lado, y con el mismo clima y costumbres, sin cambios apreciables más que la eficacia y la limpieza. Algo así como mudarse al propio país, pero mejorado. Lamentablemente no es posible: Cataluña ha demostrado su profunda españolidad también en esto. Hasta Artur Mas encarna hoy mejor que nadie al pillo español de toda la vida. La semana pasada afirmó que “la independencia facilitaría la lucha contra la corrupción”. Lo cual es sencillamente maravilloso.

Cómo estará la cosa que hasta en la SER se han hecho eco. Y de manera furibunda. El jueves pasado Carles Francino empezó La ventana hablando de que el mito del “oasis catalán” ha caído y que ahora habría que decir “cloaca”. El título de esta columna, pues, que parece de Losantos, es en realidad de Francino. Eso sí que es convergencia y unión. Aporto el audio como prueba documental.

Me permito transcribir la parrafada, que va desde el comienzo hasta el minuto 2, aproximadamente. Dice Francino: “Hubo un tiempo en que se puso de moda la expresión ‘oasis catalán’. Se miraba con envidia a Cataluña porque era sinónimo de muchas cosas positivas. ‘Allí se puede discutir de forma civilizada’, decían, ‘y no existe el nivel de crispación, ni tampoco de corrupción, que se aprecia en otros lugares’. Bueno, ese es otro mito que ha caído. Y, aunque estos días el caso Bárcenas, por derecho propio, se lleva la mayoría de titulares, hay que poner el foco también en Cataluña, que no se nos olvide, pero sobre todo en sus dos grandes partidos, que son Convergència i Unió y el PSC, nacionalistas y socialistas, que se hunden en el fango de los escándalos y el descrédito”. A continuación cita seis casos de los que están hoy vigentes, y concluye: “Son tantas cosas que esto, más que un oasis, parece una cloaca”.

Pero hay una coda sumamente interesante, que transcribo también: “Y conste que quien les habla no es sospechoso, por razones incluso antropológicas, de ser anticatalán, ¿eh?, ni de estar atacado por el virus de la catalanofobia. Eso para quien ya se esté ahora mismo rasgando las vestiduras al grito de ‘Ja estan atacant el país’. No, aquí no hay ningún ataque. Es simplemente un problema de nariz, ¿eh?, porque esto huele que apesta”.

Es sumamente interesante porque, en los últimos años, no ha sido raro oír en esa emisora la acusación de “catalanofobia” contra aquellos que criticaban, no a Cataluña, sino a los nacionalistas catalanes, o a políticas concretas como las que condujeron al Estatut. De hecho, la soltura con que Francino maneja la fraseología (“estar atacado por el virus de la catalanofobia”) resulta sintomática. El mensaje implícito es que solo ahora es pertinente la crítica: solo ahora, que la ejercen ellos, es cuando queda libre de aquella acusación... que ellos mismos solían hacer. Y que formaba parte del entramado de connivencias tácitas con la corrupción, gracias a las cuales esta ha podido engordar tanto. Después de todo, fueron estos los desiertos de la crítica los que conformaron aquel oasis. O mejor: su espejismo.

[Publicado en Zoom News]