La política parece sentir envidia del fútbol una vez más, si es que hay diferencia entre la política y el fútbol, y, viendo que hay lío en la segunda división futbolística, ha decidido que lo haya también en la segunda división política. Aunque el lío en la segunda división futbolística es en realidad un eco de la política: esta política española que, en cuanto se ve con fuerzas, le echa pulsos a la Justicia y, acogiéndose a triquiñuelas secundarias, deja de cumplir lo principal. En este caso, con coherencia: ya que estamos en segunda.
En segunda división de nuestra política parecen estar, y querer quedarse, UPyD y Ciudadanos, “con sus inconvenientes de ser dos”, como decía Gil de Biedma en un poema amoroso. Ciudadanos parece que está por la unión, pero no UPyD. Aunque sí, dentro de UPyD, sus figuras más relevantes, como su fundador Savater y su eurodiputado Sosa Wagner, que es quien ha revolucionado ahora el gallinero con el misil en forma de artículo que lanzó ayer en El Mundo (con la aprobación de Savater).
Las reacciones dentro del partido han sido deprimentes: junto a los exabruptos habituales de Martínez Gorriarán y a otro tremendo de la propia Rosa Díez, ha predominado un cierto seguidismo que huele a servil, cuando no directamente el silencio de los upeyderos. Entre las críticas a Sosa Wagner, la más articulada me ha parecido esta carta abierta de un militante (con reservas pertinentes acerca de Ciudadanos). O ya, con más calma, la de Rosa Díez en la radio ayer. Una calma, por lo demás, inquietante: no parece ser consciente de la situación en que se encuentra UPyD. El mejor resumen de la situación quizá sea este tuit de Tsevan Rabtan: “El partido de Rosa Díez. Así fue desde el principio. Y así será hasta el final”.
A mí el artículo de Sosa Wagner me parece impecable. Salvo, en efecto, por la manera abrupta y como a traición para con su propio partido de soltarlo. Y rechina también que Sosa Wagner no hubiese manifestado antes esa postura. Pero todo esto puede adjudicarse al juego de la política, que es más fea que el Fary chupando limón. Yo prefiero pensar en el votante, que es al que le llega el efecto de todos estos movimientos y maniobras. Y me preocupa que un partido como UPyD no piense en él lo suficiente. Esas diferencias, por lo visto insalvables, entre UPyD y Ciudadanos el votante no las percibe. De hecho, todos aquellos a los que conozco que están en esa órbita, en la que estoy yo mismo, tienen que verse en cada nueva elección ante el dilema de a cuál de los dos votar. Lamentando no haber podido votar al otro. Y sabiendo que esa división debilita.
El hecho de que UPyD rechace la unión (bajo la fórmula que sea: coalición, alianza, cualquiera que les haga concurrir juntos a las elecciones) hace sospechar de que se trata más por cuestiones de partido que de ideas; al menos de las ideas principales: las que hacen que un votante perciba a UPyD y Ciudadanos como partidos a los que podría votar igualmente. La cuestión, con la brutalidad con que lo veo desde fuera, es que, o los dos partidos se alían, o uno de ellos debe desaparecer; porque, si no lo hacen, desaparecerán los dos, o quedarán condenados, como decía el editorial de El Mundo, a la irrelevancia. Yo no sé cuántos dejarán de votar a UPyD después del nuevo espectáculo de ahora (tan de segunda). Sé que, entre los que yo conozco, lo van a dejar de votar todos: el 100%. Y me incluyo. Salvo rectificación.
[Publicado en Zoom News]