El miedo es hijo a veces de la imaginación. Cuando uno es capaz de imaginar todo lo que puede torcerse en un momento dado, detectará montones de amenazas. Pueden ser simples proyecciones neuróticas, y mal estará si el miedo le domina. Pero el fundamento es ontológicamente impecable: no hay nada que no pueda empeorar. En lo que se refiere a la historia, además, y no digamos a la historia de España, ese miedo estará suscrito por una larga tradición de empeoramientos. La hipocondría histórica es quizá la menos peregrina.
Hace unos meses, un profesor universitario de Cataluña contaba en la radio que algunos alumnos apoyaban la independencia con este argumento: "No podemos estar peor". También muchos votantes de Podemos lo dicen. Esa frase, en apariencia tan sensible y tan radical, es solo muestra de un pijerío notable. De llevar una vida que a lo mejor no es buena, pero que puede empeorar como no se imaginan. Aunque no solo es falta de imaginación: también de conocimiento, y de observación incluso. No hay más que mirar cómo es en otros sitios, o lo que apuntábamos antes: cómo ha sido tantísimas veces en el pasado.
El miedo es paralizador, y tampoco es bueno estar paralizados. Sobre todo si se tiene conciencia de lo que falla en el presente, y de cómo, si no se hace nada, la simple inercia sin correcciones también llevará a un empeoramiento. Pero los que se presentan hoy como mejoradores –y están vendiendo como nadie esa mercancía– llevarían sin ninguna duda a una situación peor. Y digo sin ninguna duda porque no les concedo ese beneficio. Podemos sí es nuevo, y sus dirigentes también son nuevos: pero aquellos a los que se remiten, y a los que imitan (descontando las novedades, sí absolutas, propias de la cibernética), han arruinado ya los suficientes países y cometido los suficientes crímenes como para que les demos otra oportunidad.
Lo que más me llama la atención es el contraste entre la frescura que suscita en muchos y la pesadez que suscita en mí. Lo veo como algo muy viejo, como algo muy pasado, como algo que no debería haber vuelto. Por citar una vez más a Savater: "No se trata de un comunismo redivivo, sino mal enterrado". Que reivindica a Lenin, que apoya a Castro, que tontea con los correligionarios de ETA, que no ha aprendido nada. De todo esto se hacen los sorprendidos cuando se les critica, demostrando haber adquirido ya lo más irritante de los políticos: la caradura.
Para mí Podemos significa ante todo una cosa: el recordatorio de que sí que podemos estar peor.
[Publicado en Zoom News]