28.5.23
Votos comprados, princesas descalzas y excepcionalismo español
27.5.23
Todo azul
26.5.23
Los fantasmas del PSOE
[La Brújula (Zona de confort), 1:25:25]
Buenas tardes, querido Rafa Latorre. Los últimos días de campaña de las elecciones municipales y autonómicas de pasado mañana han sido una pasarela por la que han desfilado todos los fantasmas del PSOE. En un tono de momento menor, local, pero con fuerte carga representativa. Representativa en el sentido de teatral: es como si por esa pasarela hipotética hubieran desfilado actores que encarnaban la vieja corrupción y el clientelismo del PSOE, por la compra de votos en Mojácar y Murcia; y hasta los GAL, por ese extraño caso de secuestro en Maracena. A esto habría que sumarle lo de Tito Berni de hace unos meses, o sea, las putas y las gambas, y ya estaríamos todos. Es como si el PSOE se hubiera tomado tan a pecho la memoria histórica que hubiese necesitado empezar por la memoria de sí mismo. Aunque la maniobra habría sido involuntaria, puesto que se trata de un retorno de lo reprimido en toda regla. Tal vez ese fondo oscuro, esa culpa latente, explique su afán acusatorio de los últimos tiempos. Al fin y al cabo, si uno acusa es porque el culpable es el otro y no uno. En el PP, por cierto, también debe de existir esa culpa latente. El bipartidismo fue, entre otras cosas virtuosas, la cosa viciosa del reparto de la corrupción. Con el primer caso de la compra de votos en Melilla, hubo un momento inicial de silencio en el PP. No fuera a ser que saltara algo que le afectase. Solo cuando han cundido los casos que afectaban al PSOE es cuando el PP se ha desatado con la crítica. Al final lo que importan son los controles democráticos. En último extremo casi da igual quiénes ganen las votaciones: lo decisivo es que se mantenga fuerte el Estado de derecho.
25.5.23
28-M: un plebiscito antisanchista
21.5.23
Ayuso, la Belén Esteban de nuestra política y el león longevo
18.5.23
Sánchez acabó con ETA
14.5.23
La duda cosmética
13.5.23
12.5.23
La política como moral
[La Brújula (Zona de confort), 1:22:59]
Buenas tardes, querido Rafa Latorre. Hace años, cuando Fernando Savater comenzó a moderar su postura política, dijo una frase grandiosa: "He sido un revolucionario sin crueldad, aspiro a ser un conservador sin vileza". La grandeza de la frase estaba en sus componentes éticos: "sin crueldad", "sin vileza". Para todo el que no fuera un idiota moral, esto era lo significativo. Sin embargo, unos años después, me encontré en los diarios de José Saramago una crítica a la frase. Saramago ironizaba sobre los términos morales, "sin crueldad", "sin vileza", porque menoscababan los políticos: "revolucionario", "conservador"; para él los importantes. Criticaba por lo tanto a Savater por haber dejado de ser revolucionario y aspirar a ser conservador. Lo de "sin crueldad" y "sin vileza" era secundario para el campanudo novelista portugués. Este, por otra parte, terminó apartándose de la dictadura castrista, a la que durante tantos años apoyó, y siempre denunció el terrorismo de ETA. Eran otros tiempos. Sus herederos ideológicos no son tan pulcros. El idiotismo moral impera en el blanqueo actual del terrorismo etarra. Se habla de que ETA ya no existe y se pasa por alto que lo que defienden sus herederos de Bildu no es incompatible con el crimen. Y para quienes los exculpan es menos grave haber cometido asesinatos, si los asesinos son de su ideología, que no haberlos cometido pero estar en la ideología contraria. Se ha producido lo mismo que con Saramago: un cruce entre la política y la moral, en la que ha ganado la política, que adquiere por sí sola valor moral. Como tantas veces, Daniel Gascón lo ha sintetizado en una viñeta. Dice su personaje: "No digo que ser un asesino esté bien, pero peor sería ser de derechas". Al contrario que Savater, prefieren ser revolucionarios incluso con crueldad y con vileza.