20.12.24

A favor del jersey de Navidad

[La Brújula (Opiniones ultramontanas), 19:25

Buenas noches. No recuerdo ahora en qué tertulia, si en la de La Brújula o en la de Alsina (siempre en Onda Cero, por supuesto), alguien arremetió contra los jerséis de Navidad. En ese preciso instante me di cuenta de que soy un apasionado de los jerséis de Navidad. Los oyentes saben que en verano llevo camisas de manga corta y que odio los zapatos náuticos, mientras que adoro los crocs, siempre con esos pequeños calcetines pinkis que detesta nuestro Narváez. Pues bien, mi vestimenta perfecta para el invierno son los adorables jerséis de Navidad, cuyo único defecto es que solo se usan en Nochebuena y Nochevieja. Aunque mi pasión me ha llevado a usarlos durante todos los días del invierno, con una consecuencia que contaré enseguida. El jersey de Navidad, con esos renos o muñecos de nieve de punto, tan decorativos, o esos árboles navideños con sus bolitas rojas en relieve, algunos incluso con bombillitas fosforescentes, son un canto a la vida. Su estridencia cromática es una invitación a la felicidad y a la confraternización entre las personas. Uno se convierte en un hombre anuncio de la alegría y del amor. Yo, como les digo, no me guardo este mensaje para el ámbito familiar ni para las fechas señaladas. Con mi jersey navideño salgo todo el invierno a la calle, paseo, voy al supermercado, me tomo un café en el bar. La consecuencia que anuncié es que la gente, inesperadamente, huye de mí. ¡Cuando yo predico el amor entre la gente! Es un destino trágico el mío, porque salgo a pregonar la confraternización entre los seres humanos, pero los seres humanos escapan como locos. Así que mírenme: solo, aislado, mientras parpadean las bombillitas fosforescentes del árbol de mi jersey de Navidad. ¿No os doy lástima? ¡Tened piedad de mí!

13.12.24

Presentación de 'Zona de confort' en Sevilla (audio)

 

Audio de la presentación de Zona de confort (Sr. Scott) con Carlos Mármol en la librería Botica de Lectores de Sevilla (c/ Almirante Apodaca, 23) el martes 10 de diciembre de 2024. (Gracias a Miguel Gómez Losada por la foto y el montaje.)

7.12.24

Se jubila Sandra Sutherland

[La Brújula (Opiniones ultramontanas), 9:50

Buenas noches. Hoy estoy tocado por la melancolía. La noticia de que se jubila Sandra Sutherland me ha dejado seco. Los jóvenes no sabrán quién es Sandra Surherland, pero también ellos se jubilarán un día y habrá otros jóvenes que no sabrán quiénes son ellos. El tiempo no suelta a nadie en su sprint permanente. Sandra Sutherland era la más joven y la más guapa cuando yo era joven y más guapo que ahora. Presentaba a principios de los ochenta Pista Libre, un debate de televisión que era como La Clave de José Luis Balbín pero para niños y adolescentes. Participaban todos los sabiondos españoles de esa edad, pero la más sabionda era Sandra Sutherland. Debimos de enamorarnos en masa. Entonces crecimos un poco y ella desapareció. Luego la veíamos presentando cosas a horas rarísimas, demasiado temprano, demasiado tarde. Nosotros nos extraviábamos por la vida y ella se extraviaba por la parrilla de Televisión Española. Siempre con su cara de niña desubicada. Era como póstuma de sí misma, lo que nos hacía a nosotros también póstumos: tampoco estábamos de moda, solo se nos podía hacer hueco a las seis de la madrugada. Hace mucho que no sabía nada de ella y de pronto llega la noticia de su jubilación. De aquel programa Pista Libre recuerdo que una vez pusieron para el coloquio la película Fahrenheit 451, la adaptación de Truffaut de la novela de Bradbury. Aquellas personas que iban recitando libros por el bosque... Nosotros ahora nos recitamos la juventud de Sandra Sutherland, nuestra propia juventud, antes de que el tiempo nos termine de jubilar; para pasar sin descanso a los siguientes. Yo ando aquí siempre con mis pullitas, pero el del gran pullazo es el tiempo. Está uno tan tranquilo y va la joven Sandra Sutherland y se jubila.

5.12.24

La deriva reaccionaria del antisavaterismo

El libro de Justo Serna sobre Fernando Savater podría haber sido un buen homenaje, aun a la contra, de haber tenido algo más de rigor intelectual y calidad literaria y mucho menos de sectarismo. Es lo suficientemente inane como para que el suplemento Babelia de El País lo seleccionara hace un mes entre "Los 25 libros más esperados de noviembre de 2024". Su único valor es, pues, el referente: Savater. A él se rinden Serna y El País. En este sentido, sí es un homenaje muy logrado. 

Serna nos habla más del estado (tirando a indigente) del antisavaterismo actual que del propio Savater. Es un exultante emisor de síntomas, que incurre en la autodelación con una alegría inconsciente. Para empezar, en el título: Fernando Savater. La deriva de un intelectual. El suplemento de El País lo completó en su anuncio: "la deriva conservadora". Lo precioso es que utiliza la formulación de Félix Ovejero, La deriva reaccionaria de la izquierda, y justo desde esa deriva. Una prueba psicoanalítica sería que Serna lo omite culpablemente: ni siquiera cuando le dedique un capitulito a Ovejero citará esa obra suya, sino solo La razón en marcha

Al parecer, la única deriva es la de Savater. Ni el PSOE ni El País han derivado. Ni siquiera Pedro Sánchez, y eso que para medir las derivas del presidente (estas no pueden nombrarse en singular) habría que recurrir a un sismógrafo. A Savater se le aplica toda la crítica y a Sánchez ninguna. Con este se comulga acríticamente. Es más, en la crítica a Sánchez y lo que representa (esa izquierda reaccionaria en su deriva) se cifra prácticamente la crítica a Savater. La deriva, para Serna, es no estar en la obediencia en la que está Serna. 

El momento más maravilloso del libro es este: "He consultado con especialistas y corroboran lo que muchos sospechamos desde hace tiempo [sobre Savater]: una caracterología narcisista fuertamente dañada". Ya podría haber aprovechado la consulta para preguntarles a esos mismos especialistas por su Sánchez: le daba un patatús. 

Serna se reconoce lector de Savater de toda la vida, y verbaliza las muchas cosas que le debe, en literatura y en filosofía, desde que lo leía en Triunfo y otras publicaciones anteriores a El País, y en sus sus primeros libros, sobre todo La infancia recuperada. Pero incluso en estas páginas de reconocimiento (tras las que se insinúa un cierto afán de nobleza, o quizá sea apenas mala conciencia) la mediocridad falsea el propósito. No ilumina nada, ciertamente: solo un trazado biográfico de Serna sin ningún interés. 

El repaso a la trayectoria de Savater es más o menos cronológico, con un aborrecimiento creciente hasta su culminación, que es cuando Savater declara que va a votar a Isabel Díaz Ayuso en las elecciones autonómicas de 2021. "Lo estamos perdiendo", concluye Serna. No mucho más tarde lo ha terminado de perder del todo. 

Dedica también párrafos, e incluso capítulos, a la cohorte refractaria: Félix de Azúa, Andrés Trapiello, Arcadi Espada, José Luis Pardo, el mencionado Ovejero, Cayetana Álvarez de Toledo... Serna es muy buena persona (morigerado, comprensivo, progresista: así se presenta) y lo pasa muy mal con todos ellos. Pero con ninguno tan mal como con Savater. 

En el Nickjournal del blog de Espada se lo hicimos pasar chungo a Serna. Nos reímos quizá demasiado de él. También nos dedica unas palabras, que reproduzco con deportividad: "El tono frecuentemente grosero, tosquísimo, de sus comparecientes más ruidosos y alborotadores, tan dados al insulto y al escarnio...". No nos portamos bien, pero el cachondeo predominaba: nos dejábamos arrastrar por el cachondeo. Él se exhibía bondadoso, pero era un inquisidor. 

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2.12.24

'Zona de confort' en la Biblioteca de Sollo

Hace unas semanas Manuel Sollo me entrevistó en un hotel de Sevilla sobre Zona de confort para su Biblioteca de Sollo. El resultado está aquí (y en las demás plataformas).

1.12.24

La corrupción transparente del PSOE

[Montanoscopia] 

1. Los ciudadanos ya sabemos que el desastre de la política española se cuenta en vidas de ciudadanos, en su ruina y en su abandono. Lo de Valencia, un mes después de la riada, no tiene nombre. Y Sánchez envalentonado en la tribuna del Parlamento. Él va a lo que va, que es lo suyo. Como todos, por otra parte: solo que en él, tan autoestimado, la obscenidad es absoluta. 

2. La mayor corrupción del PSOE no es –con ser grave– la de los presuntos que los jueces y la prensa investigan. La mayor corrupción es la que ejecuta a la vista de todos: esa corrupción en el escaparate como la carta robada de Poe. ¡La carta robada de(l) P(s)oe! Los indultos, la amnistía, la fiscalidad antisocialdemócrata, la entrega al nacionalismo, el embrutecimiento polarizador, las purgas internas, los bulos, el populismo, el cesarismo, la merma del Estado de derecho, la demonización de la oposición y de la Justicia, la infiltración institucional, el antiparlamentarismo, la aspiración al totalitarismo. Hay frases del congreso socialista de este fin de semana que son escalofriantes: lo de "acabar con la derecha", lo de llamar "golpista" a Feijóo... El tertuliano de parte Toni Bolaño intentó restarles valor aduciendo que son frases dichas para la militancia. El problema es que el PSOE es ya solo un partido de militantes. Siendo el presidente del Gobierno (y como presidente del Gobierno) el primer militante. 

3. Los titulares de El País tampoco se quedan mancos. En uno habla de "resistir la ofensiva judicial" y otro dice: "El PSOE busca dar un mensaje de fortaleza en pleno asedio". Esto último no está nada mal, teniendo en cuenta que El País es El Alcázar del sanchismo. 

4. Por otro lado, no deberían estar tan preocupados en el PSOE: ¡con la oposición inútil que tienen! El pobre Feijóo, convertido sin gafas (lo señaló brillantemente un tuitero) en Benito Floro; y los de Vox jaleando el franquismo. El PP y Vox son los Pepe Gotera y Otilio de la política española. ¡Menudos ñapas! 

5. ¿Que cómo me posiciono en la pugna entre Motos y Broncano? ¡Les agradezco la pregunta! Mi respuesta: con la tele apagada y leyendo un libro. 

6. Por ejemplo, la nueva edición en Cátedra (¡en el canon!) de Las personas del verbo, de Jaime Gil de Biedma, a cargo de Carme Riera (autora de aquel memorable estudio La Escuela de Barcelona) y Félix Pardo. El libro no solo recoge la poesía completa que el poeta decidió, sino también la que excluyó. Y recoge además versos desechados de sus poemas célebres. Un poema es Noche triste de octubre, 1959, que Arcadi Espada y yo hemos coincidido en relacionar con el gabinete de Sánchez: "Adelantaron / las lluvias, y el Gobierno / reunido en consejo de ministros / [...] / aislado en un océano, / se limita a esperar que la tormenta pase". Por Espada precisamente aprendí el memorable apellido Galinsoga, que aparece en este pasaje suprimido del poema: "Inevitable todo claro está. / Lo mismo que la lluvia. / ¡Cómo quisiera uno que la vida / fuese, efectivamente, un orden trascendente, / como dice don Luis de Galinsoga". Este fue director de La Vanguardia (Española entonces) y en la nota al pie los editores reproducen unas palabras maravillosas del sujeto: "Si queremos ser dignos de esa redención y honrar a quien nos ha redimido, todos los españoles debemos hacer estas tres cosas: pensar como Franco, sentir como Franco y hablar como Franco, que, hablando, naturalmente, en el idioma nacional, ha impuesto la victoria". (Cambien Franco por Sánchez y tendrán lo esencial de los discursos de este Congreso del PSOE.) 

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28.11.24

'El pacto ambiguo': entre la novela y la vida

La reedición de El pacto ambiguo de Manuel Alberca ya ha merecido en THE OBJECTIVE un magnífico artículo de Carlos Mármol. Me permito otro porque es una obra verdaderamente importante. Como apuntaba Mármol: una obra maestra.

La primera edición –su título completo es El pacto ambiguo. De la novela autobiográfica a la autoficción– apareció en 2007 en Biblioteca Nueva. Pese a ser un libro de aspecto poco vistoso (el propio Alberca califica la publicación de "austera y tacaña"), resultó muy leído e influyente. Alcanzó una repercusión nacional e internacional poco común en la universidad española. Su secreto es doble: primero, el dominio absoluto de la materia (una materia además, la de la literatura autobiográfica, infrecuente en España) y sus aportaciones a la misma; segundo, que, sin dejar de ser rigurosamente académica, la obra es vibrante y está impregnada de la pasión por la lectura del autor, una lectura en íntima conexión con la vida. Esta nueva edición de la editorial malagueña El Toro Celeste, revisada y ampliada en más de un tercio, es, ahora sí, rica y generosa. Propicia el disfrute lector.

La palabra autoficción ha estado muy de moda, lo que quiere decir que se ha impuesto un uso abundante e indebido. En la mayoría de las ocasiones, un libro es definido como "de autoficción" cuando simplemente es "autobiográfico". De cualquier autor que escribe sobre su vida, aunque no haya recurrido a la ficción, se dice que ha escrito autoficción. Pero la autoficción es un género específico; en realidad, un género híbrido entre la autobiografía y la novela (en distintas proporciones, según las obras). El maestro Alberca ha acertado a formular que es un "pacto ambiguo" el que propone el autor de autoficción.

El autor estrictamente autobiográfico se acoge lo que Philippe Lejeune denominó en 1973 "pacto autobiográfico", por el que se compromete a escribir sobre sí mismo sin mentir. En el otro extremo estaría el "pacto novelesco o de ficción", que exime de responsabilidad en relación con la verdad al novelista. El autor de autoficción (término este que acuñó Serge Doubrovsky en 1977) se regiría por un pacto intermedio, el pacto ambiguo: escribirá sobre sí mismo, pero autorizándose a utilizar la ficción. No toda la escritura del yo es, pues, de autoficción. Por ejemplo, no serían autoficción la autobiografía estricta (sea de toda la vida o de algún episodio), las memorias o los diarios.

Y en la escritura de autoficción habría tres grados, según establece el maestro Alberca: la autoficción biográfica (más cercana a la autobiografía que a la novela), la autoficción fantástica (más cercana a la novela) y la autobioficción (a medio camino entre ambas). Todas estas clasificaciones, que enuncio a palo seco, están presentadas en el libro con un espíritu más bien lúdico: el maestro sabe darles vidilla y hacer que actúen como potenciadoras de la lectura, que es lo importante. De hecho, las reflexiones teóricas van en todo momento acompañadas de ejemplos y de indagaciones finísimas y penetrantes en multitud de obras concretas, desde el Libro de buen amor o el Lazarillo de Tormes hasta nuestros días, con autores como Vicent, Umbral, Javier Marías, Vila-Matas, Justo Navarro, Muñoz Molina, Llamazares, Cercas, Vargas Llosa, Aira, Fernando Vallejo, Sonia García Soubriet, Marta Sanz o Miguel Ángel Hernández, pasando por Galdós, Pardo Bazán, Unamuno, Valle-Inclán o Baroja.

Por ser una amplia muestra de excelentes lecturas, El pacto ambiguo es a su vez una excelente lectura. Como indica Manuel Alberca, se trata de "un ensayo de poética narrativa aplicada a un conjunto de relatos, nunca un relicario de problemas teóricos". Más adelante escribe: "He intentado ser riguroso, ameno y fluido". Lo ha logrado estupendamente.

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24.11.24

Una rubia nada burra

[Montanoscopia] 

1. Solía meterme con el escritor Posteguillo llamándole Postiguillo (¡con quién no me habré metido yo, justa o injustamente!), pero en una cena el gran Carlos García Gual lo puso por las nubes y cambió mi consideración. Aún no lo he leído, pero lo haré. Su narración en el Senado de cómo vivió las inundaciones de Valencia es la mejor: dicha en el tono preciso, sin ira, con rabia controlada. Restalla la palabra "nadie": nadie venía. Durante dos jornadas. A la tercera, apenas los voluntarios. Ahora muchos –mayormente oficialistas, pero no solo– advierten contra el peligro de la antipolítica, contra el bulo (así lo llaman) del Estado fallido. Antipolítica es la que ellos defienden. Estado fallido es el que ellos promocionan. A los que llevamos años abogando por la regeneración solo nos cabe constatar la degeneración. ¿Cómo se arregla esto? Yo no lo sé. Ni lo espero ya. 

2. Cogobernanza: el escondrijo que encontró el presidente Sánchez para eludir sus responsabilidades durante la pandemia y en el que ha vuelto a meterse con la dana. En los alrededores de su incompetencia, los ciudadanos caen como moscas. 

3. Naturalmente, también Mazón, también el PP. PSOE y PP: una pinza que produce muertos. Posteguillo hizo una variación sobre los famosos versos de Machado que algunos habíamos hecho ya en su día: son las dos Españas las que nos hielan el corazón. Aunque llegó un momento en que también se empezó a poner farruca la tercera. Yo debo de ir ya por la cuarta o la quinta... 

4. Algo más sobre el éxodo de Twitter a Bluesky: no se van porque no quieran bulos; se van porque solo quieren sus propios bulos. David Mejía puso un tuit genial tras las declaraciones de Aldama sobre la corrupción del PSOE: "Alguien debería avisar en Bluesky de lo que ha ocurrido". 

5. Lo más divertido de los millonarios es lo tontos que son. Tontos para lo importante, que para hacer millones son listos. Cuando Elon Musk le cambió el nombre a Twitter y le puso X (yo me he negado a hacer el cambio), me acordé del que fue el hombre más rico de Brasil hasta que lo metieron en la cárcel: Eike Batista. Su manía era poner la X en el nombre de todas sus empresas: OGX, MPX, LLX, MMX y OSX; que formaban parte del grupo, que también la llevaba, EBX. Ha escrito además el libro O X da questão. (El título remite a una canción de los años treinta del siglo pasado, "O X do problema", de Noel Rosa; aunque no tiene nada que ver.) Aquí X podría traducirse por quid. El quid de la cuestión es el que dije al principio: por qué los millonarios son tan tontos. El otro día Musk se puso a ser brillante delante de Trump, quien, con gesto indisimuladamente ofuscado, empezaba a mirarlo ya como uno de sus problemas. 

6. Sánchez se plantó en Brasil (para el G20) sin saber que allí su cara está ya repartida. La posee el espantoso cantante Frank (pronúnciese Franki) Aguiar, cuyo mayor hit es un forró que dice: "La rubia no es burra, tiene pereza de pensar". 

7. Un rubia nada burra es Silvia Intxaurrondo: ¡qué lista y qué buena es! ¡Qué bien lo hace! A diferencia de Sánchez, que miente sin credibilidad, con pésima comunicación facial y corporal, Intxaurrondo lo hace a la perfección, de un modo sobresaliente en todos esos aspectos. Con subyugante aplomo. Acojona. 

8. En su artículo en El País de este sábado, Muñoz Molina ha escrito contra Hitler. Al menos no lo ha hecho contra Aldama. 

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22.11.24

La fiesta del aguafiestas

[La Brújula (Opiniones ultramontanas), 3:05

Buenas noches. Mi aguafiestismo profesional me obliga hoy a la tarea, ciertamente desagradable, de arremeter contra el tenista adorado por todos los españoles. ¿Por todos? ¡No! Este español que les habla no adora a Rafa Nadal. Más bien lo repudia. Su apología del sufrimiento, en plan Jesucristo crucificado en su raqueta, se opone a mi instinto hedonista. No creo en la redención por el dolor. El poema de Borges Cristo en la cruz termina con esta pregunta memorable: "¿De qué puede servirme que aquel hombre / haya sufrido, si yo sufro ahora?". En su retirada, Nadal ha confesado que no ha jugado ni un solo partido de tenis en su carrera sin sufrir. Y el público (¡animal sádico!) ha disfrutado con ello. Pero yo no, yo he sufrido con el tenis cada vez que me he asomado a un partido, sobre todo si ha sido durante horas. Aunque reconozco que ese aburrimiento de la pelota de un lado para otro tiene algo de ejercicio de meditación budista. Sobre el sinsentido de la vida, por ejemplo. Pero ahora que estoy pensando en ello, caigo en que sí hay dos cosas que me han proporcionado placer en el tenis. Primero, aquellos espectáculos que montaba John McEnroe en sus peleas con el árbitro: "¡La bola entró! ¡La bola entró!". McEnroe ha sido el gran aguafiestas del tenis y yo a él sí lo adoro, como hermano aguafiestas. Y segundo, las hermanas Williams. Con ellas he gozado a tope, confieso que por motivos no estrictamente tenísticos. Me encantaban Venus y Serena, y siempre esperaba que jugase una contra otra. Cuando no era así, cuando una Williams jugaba contra Arantxa o Conchita, me mataban los contraplanos. Pero cuando una hermana Williams se enfrentaba a otra hermana Williams para mí era una fiesta. ¡La fiesta del aguafiestas!

21.11.24

El azul del cielo

En el prefacio a su novela El azul del cielo, escribe Georges Bataille: "No hay hombre que no esté pendiente de los relatos que le revelan la verdad múltiple de la vida". Eso es porque no había conocido al hombre (ni a la mujer) que está huyendo a Bluesky en busca de la verdad simple. Es decir, de su mentira sin contaminación.

La gracia (y la desgracia) de Twitter es que es un deporte de contacto: está todo el mundo ahí cuerpo con cuerpo, frotándose, dándose abrazos y patadas; dándose la razón o dándose zascas. Uno se mete con otro y ese otro está. Y si no te lo lee directamente, alguien se lo pone delante para que lo lea. Twitter es un campo áspero de verdades (y mentiras) confrontadas.

Como ocurre con el Ganges, por las aguas de Twitter corren todos los venenos y todos los antídotos: por eso, pese a ser tan contaminante, no mata. Contiene únicamente fealdades, pero unas neutralizan a las otras y terminan saltando destellos de belleza. Una belleza abigarrada y urbana, un desquiciamiento adulto, sin protección. Yo todos los días quiero dejar Twitter para ganar el tiempo que me quita. ¿Pero en qué cosa iba a emplearlo con más intensidad que en Twitter?

No estamos seguros de tener la verdad, pero sí de que hay que acotar la locura. La locura propia, que es la más peligrosa. Puedes entrar en Twitter cargado de razón, pero esa razón se estrella contra el muro de los que piensan lo contrario. Me parece que ese límite, que es físico y hosco, impide que nuestra razón termine de desbarrar. No es que vayamos a pensar una cosa distinta, pero el simple hecho de que nos conste que esa razón nuestra no es la de todos le quita la espoleta.

Están las herramientas defensivas del silenciamiento y el bloqueo, que yo mismo uso a placer, pero siempre se acaba colando lo que te refuta. Por eso Twitter es un sitio incómodo. Por eso muchos se han empezado a ir a Bluesky. Quieren una existencia sin roce. Quieren embutirse en su propia locura y nada más.

Por consejo de Carlos Mármol me abrí una cuenta en Bluesky (hay que estar ahí también, me dijo; entre otras cosas, para que no te suplanten). Me quedé anonadado en cuanto me asomé. Allí dentro solo había bulócratas de una facción: limpios de los bulos de enfrente, se repetían unos a otros los bulos de ellos mismos. Constituían la cámara de eco absoluta. Entregados íntegramente al sesgo de confirmación, formaban el filtro burbuja perfecto. Era un mundo sin astillas, asfixiante. Suavemente uniforme. Un mundo feliz. Un Berlín ya sin judíos.

La división fundamental no es hoy entre izquierdistas y derechistas, sino entre pluralistas y antipluralistas. A los que consideramos que el pluralismo es un bien en sí mismo no deja de llamarnos la atención el afán de acallar las voces ajenas. La moda de la cancelación es menos por su faceta crítica que por su faceta aniquiladora. Ante todo, los blueskyers quieren huir de la verdad múltiple de la vida.

Subir al cielo, bajar al infierno. O bajar al cielo, en el caso de Bluesky. Me acuerdo de la célebre escena de Desmontando a Harry en que Woody Allen baja al infierno (como es natural, en ascensor) y se encuentra con otro que se encamina a su condena. "¿Y usted qué hizo?", le pregunta Woody. "Inventé los muebles de metacrilato", responde avergonzado. Ahora nuestros pseudoizquierdistas se condenan a Bluesky por lo mismo: saben que inventaron los muebles de metacrilato. Y con ellos lo amueblarán.

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17.11.24

La neurosis en la maleta

[Montanoscopia]  
 
1. Pesadísimo día en Málaga con la lluvia y las inundaciones. Pero todo estaba controlado, salvo los cuatro majaretas malagueños que no podían faltar en la calle. Desde fuera, sin embargo, era peor: nos veían como a valencianos en peligro. Por eso no cesaban de preguntarnos angustiados. Al cuarto o al quinto me di cuenta de que la angustia me la provocaban, bienintencionadamente, ellos.  
 
2. Pasé el día en mi gabinete elevado, oyendo la lluvia, viendo los vídeos de Málaga por internet, escribiendo sobre el último libro de Arias Maldonado y leyendo Casi de Bustos. Este se había quedado sepultado en el montón de los pendientes, pero cuando le dieron el Cervantes a Pombo le pregunté una cosa a Bustos y me acordé del libro. Al final no hubiera podido encontrar mejor momento de leerlo que el día lúgubre. Es un buen libro: limpio, con el tono adecuado y la realidad (cruda) recogida en las palabras acertadas. Volví a fijarme en eso que me viene interesando últimamente, cuando se da (no suele suceder): la imaginación expresiva. Es esto, y no la ficción, lo que distingue a la literatura.  
 
3. Mazón es un cadáver político y su putrefacción va afectando a Feijóo, que no lo suelta. Supongo que, en sus cálculos políticos, no quiere perder la Generalitat valenciana. Pero debería entregarla: cortar por lo sano. Es la historia de La pata de la raposa, de la que escribió Pérez de Ayala: la raposa (o zorra) que se roe a sí misma la pata atrapada en el cepo. Pero Feijóo no es una zorra, ni siquiera un zorro. Zorros son los psocialistas, unos genios en el arte de sacarles beneficio electoral a decenas de muertos. Lo han vuelto a hacer. (Los peperos, con Feijóo, también lo intentaron, claro; pero a ellos no les sale.)  
 
4. Wert sobre Puente: "No termino de ver esto de convertir en estadista cruce de Churchill y Adenauer a un miembro del Gobierno sólo por limitarse a hacer su trabajo por primera vez desde que fue nombrado". Es por pura comparación consigo mismo. Puente estableció su standard, Puente lo rebasa.  
 
5. "Pensé que eras de izquierdas", me recrimina uno por criticar a Sánchez. Así lo ven: uno es de izquierdas o de derechas no por las ideas, sino por la obediencia partidista. El capricho de cada líder es lo que marca qué es de izquierdas o qué de derechas. Aunque sea de hecho, respectivamente, de derechas o de izquierdas. Aquí resalta una vez más la tradición ovejuna española: su catolicismo, su clericalismo, su obediencia al que manda. El pensamiento crítico (no lo que ahora se entiende por tal, que es otra forma de beatería, sino el ilustrado) siempre fue una flor rara en este pedregal. El que se atreve a practicarlo nunca deja de recibir, precisamente, su pedrada. 
 
 6. Miren Arzalluz: ejemplar puro de la raza. Una rubia sofisticada, con carácter y conocimientos. Su padre le allanó el camino, empeorándoles la vida a los maketos
 
 7. Nuestros antifascistas tienen una entrañable peculiaridad: huelen fascismo en algún lado y no se dan cuenta de que es en ellos mismos donde lo huelen. Al fin y al cabo, son antifascistas de una democracia. De igual modo, detectan toxicidad en Twitter e ignoran que ellos mismos la producen (unos descarnadamente; otros embadurnada en cursilería y sentimentalismo). Ahora se van de Twitter huyendo de la toxicidad. Naturalmente, la acarrearán allá donde se instalen. Me recuerdan a los neuróticos que se van de viaje para escapar de su neurosis; neurosis que, como decía un psicoanalista, es lo primero que meten en la maleta. 
 
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14.11.24

Mapa completo de la posverdad

Los amigos catacumbistas decimos, medio en broma, medio en serio, que Málaga es la Nueva Atenas. Antonio Diéguez y Manuel Arias Maldonado parecen empeñados en probar que va en serio: todos los años publican algún libro y este 2024 llevan dos por cabeza. A los que hay que sumar el de Manuel Toscano, Contra Babel. Ensayo sobre el valor de las lenguas (Athenaica). Los de Diéguez son La ciencia en cuestión. Disenso, negación y objetividad (Herder) y Pensar la tecnología. Una guía para comprender el desarrollo tecnológico actual (Shackleton), del que escribí en mi última Montanoscopia. Y los de Arias Maldonado, Ficción fatal. Ensayo sobre 'Vertigo' (Taurus) y (Pos)verdad y democracia (Página Indómita). En este último, que acaba de llegar a las librerías, me detengo.
 
El regreso de Arias Maldonado a Página Indómita culmina el ciclo que inició en 2016 con la publicación en la misma editorial de la influyente La democracia sentimental. Entre tanto, el autor ha iluminado con su reflector epistémico, potenciado por su admirable integridad intelectual, variadas cuestiones desde el punto de vista del pensamiento politico: Antropoceno (2018), (Fe)Male Gaze (2019), Nostalgia del soberano (2020), Desde las ruinas del futuro (2020) y Abecedario democrático (2021).
 
En (Pos)verdad y democracia estudia la candente posverdad, los bulos, las fake news y su incidencia en la deriva iliberal de las democracias llamadas liberales. El rigor le impone a Arias Maldonado el análisis previo de qué sea la verdad, o los diferentes tipos de verdades, entrando de lleno en la problemática de la filosofía contemporánea. Su conclusión es que el descrédito de una supuesta verdad fuerte, ahistórica, encuentra en el pluralismo el marco adecuado para la búsqueda de verdades que se saben frágiles.
 
Por otro lado, su consideración realista de la lucha por el poder, con las artimañas no prioritariamente veraces de los partidos, y el componente emocional que prima en el electorado, le hace escéptico a la hora de pensar que la verdad pueda ser respetada en el juego político. No obstante, considera que la democracia no puede desentenderse, por un lado, de un horizonte de veracidad, para que haya algo parecido a una conversación pública; ni, por el otro, de un fundamento factual, para que los aspectos materiales al menos funcionen.
 
Lo más original del libro (estoy resumiendo abruptamente lo que es rico y matizado) es su resistencia a las inercias vigentes, que están siendo aceptadas sin más. El análisis de Arias Maldonado nos muestra que la posverdad ha existido siempre. Lo único nuevo es el nombre, y la potencia que ha adquirido por la digitalización. Esta, por otro lado, lo que nos ha permitido es saber en qué consistía realmente la opinión pública.
 
Pero lo más oxigenante, la prueba de la honestidad (valiente) de Arias Maldonado, es que muestra lo que suelen escamotear nuestros politólogos. Casi todos estos, por ideología, sectarismo o interés, dan ejemplos sesgados cuando analizan asuntos como la posverdad (y tantos otros). Es un gustazo ver, cuando son pertinentes las comparaciones, el procés junto al Brexit, el populismo de izquierdas junto al de derechas o Sánchez junto a Trump. De este modo, contra lo acostumbrado, (Pos)verdad y democracia ofrece el mapa completo: siempre ajustado a los datos y con el respaldo de una bibliografía exhaustiva.
 
Al final del libro (no sé si esto es un spoiler) comparece una figura que ya conocimos en La democracia sentimental. Escribe Arias Maldonado: "al ironista melancólico, hijo natural de la democracia liberal tardía que ha aprendido a tomar distancia sin por ello abandonar la escena, solo le queda seguir intentándolo. Y es su deber hacerlo".
 
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13.11.24

Este jueves en Sevilla


¡¡¡SUSPENDIDO!!! Está cortada la comunicación desde Málaga. Avisaré nueva fecha. Mis disculpas!

10.11.24

El sexo será robótico o no será

[Montanoscopia] 

1. No soy creyente y la fe se desprendió de mí como una hoja seca sin ocasionarme ningún trauma. Soy pagano, nietzscheano, y no echo de menos la religión. Pero en El tiempo de los lirios, el gran libro de Vicente Valero en que se sigue las huellas de san Francisco de Asís por la Umbría italiana, pendiente de su arte y su naturaleza, se acierta a plantear el asunto en otros términos: "En fin, ¿quién, si ha tenido una infancia católica, no piensa muchas veces en ella mientras pasea tranquilamente por las calles de Roma? ¿Y quién no ha acabado también preguntándose alguna vez si perder la fe significó en verdad entrar en razón y un acto de madurez, o simplemente una consecuencia más de la desidia y el aturdimiento con que inauguramos la edad adulta?". 

2. Pasado el enojoso momento de la responsabilidad, saldado con 220 muertos, 50 desaparecidos, devastación y ruina, nuestros políticos (del PP y del PSOE, más sus periodistas afines, que no hacen periodismo sino política por otros medios) ya están en su salsa: acusándose mutuamente de irresponsabilidad. En esto pueden estar tranquilos, porque todos tienen razón. 

3. Me lamentaba de que se hubiera pasado el tiempo de los chistes sobre Errejón (¡duró tan poco!), cuando Mercutio dijo algo genial: "Errejón hasta está fuera de los chistes. Errejón ya está con los enanos, los gangosos y los de Lepe". 

4. Pablo Iglesias tras la victoria de Trump: "Toca radicalizarse". ¿Cómo piensa hacerlo? ¿Quemando su chalet? 

5. Catalanes que se tragaron todo el procés sin chistar hablan ahora de la amenaza nazi que se cierne sobre Estados Unidos. El ser humano es básicamente una parodia. Y el ser humano catalán no digamos. 

6. Nuestros trumpistas, que no sé de dónde sacan la visión tan alta que tienen de sí mismos, se ríen de la histeria de los antitrumpistas perdedores. Se olvidan de la histeria de cuando los perdedores fueron ellos, con aquel risible bisonte. 

7. Lo de nuestro liberalismo rendido a Mr. Aranceles es de no creer. Falta de honestidad intelectual (¡político-intelectual!) por todos los flancos. 

8. La editorial Shackleton publica el libro que Antonio Diéguez, catedrático de Filosofía de la Ciencia por la Universidad de Málaga, escribió durante una estancia en Oxford: Pensar la tecnología. Una guía para comprender filosóficamente el desarrollo tecnológico actual. Es su segundo libro este año; del primero, La ciencia en cuestión, escribí aquí. En Pensar la tecnología el lector no echará en falta ninguno de los grandes (y a veces graves) asuntos tecnológicos de hoy, de la inteligencia artificial a la biotecnología, pasando por las implicaciones de la tecnología para la democracia o el cambio climático; en todos combinando los análisis y las reflexiones con los ejemplos. Por estos últimos, la lectura resulta muy plástica. Resalto el equilibrio del libro, que no es ni apocalíptico ni tecnoutópico, sino crítico con ambos extremos y desarrollado con un pensamiento propio, de carácter abierto, bien fundado en las investigaciones científicas y en los datos empíricos. Se trata de una obra ejemplarmente antidogmática. Hay dos sintagmas de la introducción que dan las claves de su tono. En uno dice Diéguez que se propone "decir algo bien medido". En otro, que su objetivo es "arrojar algo de luz". La apariencia modesta de ambos sintagmas no puede ocultar una noble ambición, para mí plenamente cumplida. 

9. En la presentación de Pensar la tecnología en Málaga le pregunté a Diéguez por los robots sexuales. Luego le wasapeé a otro amigo que mi vida es ya solo un esperar a que estén operativos los robots sexuales. Tuvimos este dialoguillo a partir de su respuesta: 
    –Necesitamos satisfayers con perspectiva machista. 
    –Somos Dantes que ya solo esperan su Beatriz satisfayer. 
    –El dolce stil nuovo del sexo. 
    –El romanticismo nos ha conducido a la robótica. 
    –El sexo será robótico o no será. 

* * * 

8.11.24

La Naturaleza es Donald Trump

[La Brújula (Opiniones ultramontanas), 3:13:06
 
Buenas noches. El amor por la Naturaleza, con ene mayúscula, ha hecho que se la considere una especie de mascota gigante, de mascota total. Es como si el planeta entero fuese nuestra mascota y lo llevásemos plácidamente del collar, como un perrito. Pero no, lo que llevamos del collar es un tigre hambriento. Y encima lo del collar es una ilusión: lo llevamos al lado sin collar, dispuesto a devorarnos. Lo más parecido a la Naturaleza sería esa Moby Dick que tanto le gusta a Rafa Latorre: una ballena indomable que viene a por nosotros. Pero la comparación se queda corta. Yo creo que la Naturaleza es Donald Trump: un Donald Trump absoluto, dentro del cual vivimos. Somos piojos en el tupé amarillento de Trump y estamos a expensas de que nos descabalgue de un manotazo, por puro capricho o porque le picamos. Eso es la Naturaleza, eso es Trump. A este se le ha comparado con Nerón, y eso es la Naturaleza también: un Nerón que toca el arpa mientras nos consumen las llamas que él mismo provocó. Quienes aman la Naturaleza es esto, y ninguna otra cosa, lo que aman. Las inundaciones de estos días, incompetencia de los políticos aparte, son obra de la Naturaleza. Está muy bien que cuidemos a los gatitos y que nos encariñemos con nuestras entrañables tortuguitas. Pero que esto no nos haga olvidar que la Naturaleza es una película de terror. No ha faltado quien ha dicho que la Naturaleza simplemente se venga por lo que le hacemos los seres humanos. Pero ahí se ve cómo es la tía: ¡vengativa, despiadada, cruel! Como decían los romanos: Cave canem. Cuidado con el perro. Es decir, ¡cuidado con la Naturaleza! ¡Ese frívolo Nerón que canta mientras ardemos! ¡Ese Donald Trump en cuyo amarillento tupé habitamos!

7.11.24

Lo catastrófico es político

Se solapan catástrofes: naturales, políticas. A la riada de Valencia le sucede, montándose en ella periodísticamente, la victoria de Trump. Los sanchistas dan la nota en unas y en otras. Ellos son también una catástrofe: el peso muerto de España; un tercio permanente del electorado, nada menos. El 23-J del año pasado remataron la catástrofe política española, en la que aún seguimos.

Yo soy antisanchista y soy antitrumpista: las dos cosas simultáneamente, y por los mismos motivos. Soy (con dos o tres en España, no más) la mortadela del sándwich de la Historia. España se ha llenado de ganadores: los ganadores del trumpismo, los ganadores del sanchismo. Los perdedores somos los cuatro mortadelos: los dos socialdemócratas antisanchistas y los dos liberales antitrumpistas que debe de haber como mucho. ¡Unos desgraciados!

El festival ahora, incluso desde el más furibundo antitrumpismo como es el mío, está en las vacas sin cencerro de El País y la Ser: Pepa, Àngels. Si se limitaran a denostar en Trump lo que es exclusivo de Trump... Pero no, denuestan en Trump lo que adoran (¡trumpistamente!) en Sánchez. Dice Pepa calentito sobre Trump que su victoria ha sido un "triunfo de la desinformación" y que las urnas "lo han indultado de todas las mentiras que ha ido contando". Te tienes que reír. A mandíbula batiente.

Pero estábamos en la riada, en la terrible desgracia negligente. "El 98 del 78", como ha dicho Monsalvo. El desagüe (perdón por la proximidad semántica) de todas nuestras incompetencias y miserias. Un desastre a lo grande, porque todo estaba copado ya por los pequeños. Ha sido la cumbre (¡sotánica!) de la "selección adversa" de los políticos españoles de la que hablaba Bayón hace veinte años. Han ido subiendo en los partidos y ocupando todos los puestos de los partidos y sus extremidades institucionales los peores de la sociedad. Los peores en términos absolutos: los más ignorantes, los más zafios, los más inútiles. Los delincuentes civiles.

El patético Mazón del PP, al que por cierto se debe seguramente el renovado mandato de Sánchez, por su saltarín pacto con Vox antes del 23-J, tras las municipales y autonómicas de 2023. El pacto que desató todos los demás, espantando (¡con justicia!) votantes en las generales. Esos son nuestros políticos, del PP, del PSOE y de todos los demás partidos: tipos que solo han demostrado, cuando llegan al poder, que han sabido hacer tres cosas, trepar en el partido (inevitablemente con puñaladas), engañar al electorado y maniobrar para obtener la poltrona. Luego llega la catástrofe y no saben nada. Por eso se acoplan a la catástrofe tan guapamente: es una de las suyas. La destrucción que ocasionan es conjunta.

Y lo del Gobierno, escalofriante. Estas palabras de la ministra de Defensa (se apellida Robles pero es un alcornoque): "Yo no sé si es una emergencia nacional. Estaba centrada en Valencia". Algo en consonancia con las ya tristemente célebres del presidente: "El gobierno central está listo para ayudar [...] Si necesitan más recursos, que los pidan [...] Si no tienen recursos suficientes, que los pidan". Al final, observen la profundidad de la catástrofe, es una cuestión conceptual: el país no es cosa de ellos. Lo de Sánchez es muy fuerte: nadie ha hecho tanto por mandar y nadie ha mandado menos. No pinta nada. Es un figurín, un presidente de escaparate.

Última hora: como señala Máiquez, el Estado ha destinado recursos en plena catástrofe (con calles todavía enfangadas e inutilizadas, comercios y puestos de trabajo arrasados, más de 200 muertos) a detener a los vecinos que le pegaron con un palo al coche del presidente. El trumpismo está aquí.

* * * 

4.11.24

En el podcast Prólogos



Los amigos del podcast Prólogos, Marta Suárez y Diego Urteaga, me invitaron el 2 de octubre a la biblioteca Eugenio Trías de Madrid para hablar ante el público allí presente de mis dos libros editados por Sr. Scott: Zona de confort y Oficio pasajero. Justo un mes después está disponible el audio: aquí y en las demás plataformas. (Foto del editor.)

3.11.24

La riada se lo ha llevado todo

[Montanoscopia] 1. La riada se lo ha llevado todo, hasta los chistes sobre Errejón, que empezaban a constituir un pilar de mi cotidianidad. Ahora, como siempre ocurre con las catástrofes cuando no te han tocado directamente, la cotidianidad es justo la cuestión: por un lado, la sombra de la desgracia presente pero lejana en cada uno de nuestros gestos; por el otro, la conciencia de su fragilidad y la fruición que produce su disfrute, aun con aquella sombra. Uno tiene que limpiar de la propia vida el barro, que es lo que harían también las víctimas si pudiesen. Eso sí: con una redoblada conciencia de su provisionalidad. (Y el aliento de la pena.) 

2. Acababa de leer Los extrañados, de Jorge Freire, cuando sucedió la desgracia en Valencia. Me parece el mejor libro del autor hasta ahora, escrito con un estilo sereno y de una rica imaginación expresiva: la clave de la literatura. Creo que Freire se consagra como gran escritor. Sus cuatro retratos son estupendos y originales. El que más me interesaba era el de José Bergamín, por eso, aunque va el segundo, me lo leí al final, tras los de P. G. Wodehouse, Vicente Blasco Ibáñez y Edith Wharton, también muy buenos. Freire destaca el libro de aforismos de Bergamín La cabeza a pájaros. Yo lo leí de adolescente con El cohete y la estrella, editados por Cátedra en un volumen doble y breve. Lo abro y sale este: "El cohete es una caña que piensa con brillantez". Mi favorito es este otro: "¿Para qué saber a qué carta quedarte, si de todos modos no te vas a quedar?". Solía citarlo Fernando Savater, que le dedicó una necrológica preciosa a Bergamín: "Bergamín levanta el vuelo" (recogida en Instrucciones para olvidar el Quijote). Decía Savater: "Es la única persona que he conocido a la que se le podía hacer rabiar con solo darle la razón". Sus últimos años están también en Pisando ceniza, en que Manuel Arroyo-Stephens narraba memorablemente su relación con el escritor. El último episodio es el de su muerte, que tuvo lugar durante las inundaciones del País Vasco de 1983. Bergamín vivía allí y Arroyo cuenta su odisea para llegar al entierro. Me ha gustado la historia complementaria de Freire, con los detalles de los denuestos de Bergamín contra la Transición. Magníficas frases todas (como, en 1978, "la coronación referenduménica constitucional que al parecer se nos impone a los españoles tramposamente"), y admirables por lo que tienen de indomables, de intempestivas. Pero lo cierto es que su posición solo le dejaba el aplauso posible de algún ultraderechista y de la izquierda abertzale de ETA: la topología enojosa de no estar con la democracia real. Termina el capítulo de Freire: "La muerte de Bergamín el mediodía del 28 de agosto de 1983 coincide con un temporal de lluvias e inundaciones que hace que la noticia pase inadvertida". Y poco después de mi lectura volvió a ocurrir en Valencia. 

3. Desde el 11-M (malditamente inclusive) nuestras desgracias ya son dobles: tenemos la desgracia en sí más el espectáculo infamante de la lucha partidista, entre políticos, periodistas y la afición en general, por ver si sacan tajada carroñera. El estómago le pide a uno que otra riada se los lleve a todos. Pero por fortuna se impone la razón y cambia el anhelo: que sigan vivos, abandonados a su ser, condenados a su miseria. Como hizo Cioran una noche con una cucaracha. 

4. La riada se ha llevado de paso el Estado de las autonomías, que es nuestro Estado: no funciona. Fin del ciclo virtuoso de la Transición. 

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30.10.24

Un premio fruto del chapapote

El ministro Urtasun elimina el premio nacional de Tauromaquia y le da (lo da él, técnicamente) el de las Letras Españolas a Manuel Rivas, que del arte literario solo conoce el descabello. El socavón de calidad es tan abrumador que constituye un escándalo, también político. Muy en la línea de este Gobierno, por otra parte.

Un premio que aún no han recibido Félix de Azúa, Fernando Savater ni Andrés Trapiello, los mejores prosistas españoles vivos, los tres con más de setenta años, lo recibe uno con menos de esa edad cuyo uniquísimo mérito literario es haber acertado a poner la palabra "ornitorrinco" al final de un cuento. Bueno, esto es lo que había en mi memoria. Consulto el libro, ¿Qué me quieres, amor?, y lo que dice es: "¡Sapo! ¡Tilonorrinco! ¡Iris!". Vale también. Son las palabras que el maestro republicano le enseñó al niño y que el niño le grita como insultos, integrado en la turba, cuando se lo llevan preso en el camión. Por lo demás, en la adaptación al cine, La lengua de las mariposas, lo suprimieron. La película (dirigida por José Luis Cuerda con guión de Rafael Azcona) es mala (salvo en la interpretación de Fernando Fernán Gómez), el cuento es malo, el libro es malo y la literatura toda de Rivas es mala. De hecho, no creo que sea ni literatura, sino un subproducto sentimental trufado de ideología torticera. Por esto, por la ideología torticera, lo ha premiado Urtasun, naturalmente.

Pongo las cartas sobre la mesa, para que mi cretinismo relumbre: de Rivas solo he leído ¿Qué me quieres, amor?, y en la traducción del gallego al castellano. Luego solo he picoteado otros libros suyos, sin que nada me hiciera intuir que mereciera la pena leerlos. Mi juicio sobre su obra, además de tajante, es infalible y se fundamenta en mi asombrosa capacidad de establecer el valor de un autor (funciona mejor con los malos) por ósmosis.

Sí he leído sus artículos en El País, hasta que dejé de leerlos: uno tiene que cuidar con la edad su salud, sobre todo la moral. La bilis disfrazada de miel de sus artículos, el runrún lánguidamente galleguiño con un puro propósito inquisitorial, esa plasta tan autocomplaciente de sentimentalismo sectario, me sentaban mal. Todo tenía un enfoque partidista, para atacar al PP. Si te dibujaba un crepúsculo bellísimo desde la Costa da Morte, lo cruzaba una gaviota con cara de Aznar a la que había que escupirle. En el chapapote se cumplió el tipo, como escritor y como todo. Fue su cumbre, el chapapote. (De aquel chapapote viene sin duda el lodo de su premio.)

Siempre recordaré (lo escribí en mi blog –ya lo quité– en 2008) el día en que unos jóvenes antidemócratas atacaron a María San Gil en la Universidad de Santiago de Compostela. Tras intentar pegarle (lograron herir a un escolta), la insultaron y le gritaron: "Ojalá te mate ETA". Esos energúmenos, estudiantes gallegos, eran hijos putativos de Suso de Toro y Rivas, entre otros: emulsiones de su chapapote moral. Esperé con morbo la columna de Rivas de aquella semana, para ver cómo este campeón antifascista no hablaba de lo fascistas que le habían salido sus hijos putativos... Como era previsible, ni mu del asunto. En vez de ello, sus mantras de siempre contra el PP: repetidos sin resquicio, como si tuviera miedo de que se le colase en la mente un airecillo ajeno al dogma.

Pero a mí me da pena que el premio no se lo hayan dado a Suso de Toro: en esa gama, la apuesta de Urtasun hubiera sido más desfachatada aún.

* * * 

PD. En el mismo número de The Objective aparece un artículo de Juan Marqués elogioso con mi denostado; lo pongo porque me gusta que sea así (en el periódico la voz de cada cual es una voz entre otras): "Manuel Rivas y el mundo que se oculta en el paisaje".

27.10.24

Errejón y el arrasamiento de la sintaxis de la intimidad

[Montanoscopia]  
 
1. La dimisión de Errejón y su voladura política le ha servido de alivio al Gobierno en una semana nefasta, entre otras cosas, por las informaciones de The Objective sobre la trama corrupta ligada al exministro (y exsecretario de organización del PSOE) Ábalos. Durante unos días solo se ha hablado de Errejón y su conducta sexual. Pero resulta que el partido de Errejón forma parte de la coalición de gobierno. Por lo cual el alivio del Gobierno es a costa de la pérdida de una de sus piezas. Imposible no acordarse del "¡Más madera!" de Groucho Marx: para que siga marchando el tren, hay que ir echando en la caldera trozos de ese tren.  
 
2. Todos los chistes sobre Errejón los he gastado en Twitter (chistes mayormente de pichas: ¡no me pidan inquisición, lo mío es carnaval y vodevil, incorregible frivolidad!). Para aquí me reservo una reflexión sobre el arrasamiento de la sintaxis de la intimidad que ha supuesto el predominio de la ideología. Lo de "lo personal es político" ha devastado lo personal y embrutecido lo político. La incapacidad de Errejón para explicarse, como hemos visto en su tortuosa carta, prueba que el procesamiento ideológico de la realidad es una basura. No vale para comprender ni vale para la vida. El conflicto entre persona y personaje del que habla Errejón se salda, como se ha dicho, con la derrota de la persona en su carta; esta solo acierta a balbucear engrudos ideológicos producidos por su personaje: que si la "subjetividad tóxica", que si el "patriarcado" o el "neoliberalismo"... No ayudan, desde luego, papanatas como Javier Aroca, que insiste en lo del neoliberalismo, u Octavio Salazar, que dice que todos los hombres llevamos un Errejón dentro (generalización insultante que pretende encubrir quizá una confesión propia: ¡sácate a tu Errejón, Salazar!).  
 
3. La precaria sintaxis de la intimidad de estos ignorantes políticos de la nueva política es algo precisamente nuevo: antes no era así. Todavía en los años ochenta, en la izquierda, estuvo la poética de la "otra sentimentalidad" de Luis García Montero y algunos poetas de su generación, que sabían indagar en sí mismos y articular un discurso íntimo (en comunicación con lo público). Y antes la de la generación de los cincuenta, con Jaime Gil de Biedma como gran sintáctico íntimo. Un poco mayor que este era Jorge Semprún, a cuya sintaxis íntima he asistido recientemente con mi lectura de su libro La escritura o la vida y el visionado de la película de Alain Resnais, de la que Semprún hizo el guión, La guerra ha terminado. Es otro mundo. Por estas comparaciones nos podemos hacer cargo de las dimensiones de la devastación.
 
4. Para mí el Ventoux es un monte totémico y leo cuanto puedo sobre él. Hay una curiosa bibliografía, que empieza con la carta en que Petrarca narra su ascenso a pie en el siglo XIV, Subida al Monte Ventoso, y pasa por las crónicas de las gestas (y tragedias) ciclistas en el Tour, como las recogidas en Cumbres de leyenda, de Carlos Arribas, y Plomo en los bolsillos, de Ander Izagirre. Ahora se ha publicado Un ascenso al Mont Ventoux, del naturalista del siglo XIX Jean-Henri Fabre, cuya atención se centra en la vegetación y los insectos de la subida. Una delicia que elogió en su día Gerald Durrell. Junto a este estoy pasando una temporada de felicidad en Corfú, gracias a la serie sobre su familia: Los Durrell. Me la perdí en su día, pero así es mejor, porque la felicidad de entonces ya se hubiese pasado y en cambio la estoy teniendo ahora. 
 
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25.10.24

Contra los hermanos Machado

[La Brújula (Opiniones ultramontanas)] 
 
Buenas noches. A mis hits en La Brújula (reconozco que odiosos, ¡pero así funciono!) de que Tolstói es un piernas y los Beatles son la tuna, añado otro más odioso aún: los Machado son los hermanos Calatrava de la literatura española. Nota para los jóvenes: los hermanos Calatrava eran unos caricatos sin gracia; y encima feos, solo que, como había uno más feo que el otro, este era conocido como "el guapo". Así ha sucedido con los hermanos Machado. Antonio y Manuel son unos piernas (¡tolstoianos!) de la poesía, o mejor dicho, del ripio; pero como Manuel es peor poeta que su hermano, Antonio es conocido como "el bueno". Pero también era malo, y la prueba es que acabó de letrista de Serrat (gracias a lo cual este ha recibido hoy el Princesa de Asturias de las Artes: ¡nunca se premia lo bueno!). La detestable política al menos nos ha permitido durante décadas comernos a uno solo de los Machado, Antonio, exaltado en la Transición por su republicanismo frente al franquista Manuel. La parte pesada es que a Antonio se le tomaba por san Antonio, un poeta obligatorio con el que había que comulgar en la escuela y el instituto, y que le daba nombre a centros culturales, calles, plazas y hasta (como ocurre en Málaga) a paseos marítimos. Ahora, con la exposición esa de Sevilla y la rehabilitación de Manuel, nos vamos a tener que comer a los dos. ¿No querías Machado? ¡Pues toma dos tazas! Los Machado representaban a las dos Españas, y por eso Antonio escribió lo de: "Españolito que vienes / al mundo te guarde Dios: / uno de los dos Machado / ha de helarte el corazón". Pero ya no es uno de los dos Machado: ¡ahora son los dos Machado! Tan fraternos y cargantes como los Calatrava.

24.10.24

Variaciones sobre la muerte

Es cierto que Almodóvar ya no pisa la calle, pero ¿quién la pisa? La calle, no el yo, es la odiosa. Lo que hay que hacer es lo que hace Almodóvar: quedarse en el búnker (una mansión en su caso, un cuartucho en el mío) forrado de colchones culturales hasta que todo esto pase. Es decir, la vida.
 
Cuando se está fuera de su curso, quedan solo dos diálogos posibles: con la cultura y con el tiempo; o sea, respecto a esto último, con la existencia despojada. Hay una estilización existencial, una simplificación. Queda lo que se ha hecho a lo largo de los siglos para pasar la vida y queda el fin de la vida.
 
El fin físico, porque hay un fin anterior. Me ha sorprendido que en La habitación de al lado, la nueva película de Pedro Almodóvar (que es de la que estoy escribiendo), se diga una frase que leí en El sexo y el espanto, de Pascal Quignard (no sé si se le ha ocurrido a su vez a Almodóvar, si viene en la novela de la que ha hecho el guión, Cuál es tu tormento, de Sigrid Nunez, o si Almodóvar está citando implícitamente a Quignard): "Lo contrario de la muerte no es la vida, sino el sexo".
 
Hasta que se dice esa frase, yo estaba esperando algún encuentro sexual en la película. A modo de despedida corporal de los placeres. Pero no, el ámbito ya es tanático. Las preciosas casas de la película, el precioso hospital, todos con vistas, son ya sarcófagos (coloridos). De sexo solo se habla fuera, en el igualmente precioso jardín: pero es un sexo pasado, como de paraíso pasado. (Se me ocurre otra frase, a propósito de lo que dije al principio: "Lo contrario de la muerte no es la vida, sino la calle".)
 
Fuera (además del excurso de la guerra y el del incendio) se habla también de apocalipsis climático, como de muerte global futura. Es la muy comentada secuencia de la turra de Turturro, en la terraza del restaurante campestre, con río. Pero si es una prédica del director, como se ha criticado, este se la toma con ironía, porque Julianne Moore le reprende. Tal vez Almodóvar se dé cuenta de que es un bobo en la vida y deje solo para las películas su inteligencia. Sería un logro aristotélico, porque es en las obras donde el artista se da en acto, con sus potencialidades cumplidas, permanentemente.
 
La muerte colectiva, en cualquier caso, no viene a cuento en una película que habla de la muerte individual, con el radicalismo de lo irrepetible. El mundo que se deja. Las últimas miradas, de la mujer que sobrevive y de la que muere (aquí Tilda Swinton, en algunos planos transmutada en Richard Widmark). En las variaciones sobre la muerte que ofrece Almodóvar en La habitación de al lado no podía faltar la de la muerta que sobrevive y ve por un instante cómo sería el día sin ella: cuando aparece tras la cristalera como una mancha de luz blanca y encuentra a Moore llorándola. Suena una música (enorme Alberto Iglesias) entre de Tristán e Isolda y Vértigo.
 
Y están las referencias culturales, las que acolchan el búnker y lo hacen en un sentido profundo habitable: Dora Carrington, Lytton Strachey, Leonora Carrington, Virginia Woolf, Buster Keaton (Siete ocasiones), Roberto Rossellini (Te querré siempre) y sobre todo Edward Hopper y James Joyce: estos últimos, el sol (Gente al sol) y la nieve (Los muertos); gente al sol como si estuviera muerta. Tres veces se repite el último párrafo de la novela corta de Joyce y las tres veces emociona, con gradación creciente.
 
Entre las tontas declaraciones de Almodóvar están las de que tener un hijo es un gesto egoísta. Puede que lo sea, como lo son las casas y las ropas de lujo de Almodóvar (¡y hasta su melodramático apoyo a Sánchez!). Pero en la película (definitivamente le ha dejado a su cine el monopolio de la inteligencia) hay el mayor canto al engendrar que ha habido en el arte en mucho tiempo. En esta ocasión, de estirpe platónica.
 
Fue Eugenio Trías el que señaló esa raigambre inesperadamente nietzscheana de Platón: los hijos como inmortalidad inmanente; la vida que se renueva por los cuerpos, en la tierra, sin necesidad de trasmundo. Algo compatible con la eutanasia (o el suicidio) que defiende la película: admirablemente coherente Almodóvar aquí, fiel al sentido de la tierra (pertinente, pues, el ataque al policía integrista). El director lo propone cuando, después de la muerte de Swinton, aparece la hija (vivo retrato de la madre, aunque ya sin destellos widmarkianos) por la misma cristalera y se coloca en la misma tumbona al sol.
 
Reservaba además Platón (y Nietzsche y Trías) una inmortalidad terrenal al que no tiene hijos pero sí obras. Así Almodóvar con sus películas. La habitación de al lado, como película perfecta (así la ha calificado el fino cinéfilo Pablo Muñoz, contra tanto cabeza de chorlito de estragado gusto; son los túrricos Turturros de enfrente) y bellísima, hábil en el arte de contener la emoción para que no resulte fraudulenta, es ya una cápsula que seguirá enseñando en la vida lo que es la muerte y lo que fue la vida (y la calle, y el sexo).
 
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20.10.24

Insufrible ping-pong de corrupciones

1. La fecundidad del surrealismo tal vez se deba a la combinación de lo pasional y lo antisentimental; en este sentido, vendría a ser un romanticismo higiénico. Guillaume Apollinaire preparó el camino con su sentimentalismo zumbón, histrionizante. Tras las gamberradas definitivas de Dadá, en las que participó André Breton, este inauguró un nuevo movimiento de afirmación, de ascensión: el surrealismo. Se trataba de reencantar el mundo. Se han cumplido cien años del primer manifiesto y para mí la mejor introducción es el artículo "El surrealismo" que escribió Octavio Paz en 1954 (está en su libro Las peras del olmo). Algunas expresiones cazadas al vuelo: la verdadera vida, los fantasmas del deseo, lo maravilloso cotidiano... Y este párrafo: "En Arcano 17, André Breton habla de una estrella que hace palidecer a las otras: el lucero de la mañana, Lucifer, ángel de la rebelión. Su luz la forman tres elementos: la libertad, el amor y la poesía. Cada uno de ellos se refleja en los otros dos, como tres astros que cruzan sus rayos para formar una estrella única". Aunque hay una cierta claudicación en el cambio del título de la revista inaugural del surrealismo por el de la siguiente, de La revolución surrealista a El surrealismo al servicio de la revolución (que en realidad indica que los surrealistas se querían tomar las cosas en serio), Breton se mantuvo siempre íntegro y fue de los primeros que denunció a Stalin. Su figura magnética emociona en retratos vivos como el de Sarane Alexandrian en Breton según Breton o en los capítulos dedicados al surrealismo de Revolucionarios sin revolución de André Thirion. Albert Camus dijo algo bellísimo de él en El hombre rebelde: "En su perro tiempo, y no se puede olvidar esto, es el único que ha hablado profundamente del amor. El amor es la moral angustiada que ha servido como patria a este exiliado". Contra lo que repiten los bobos, fue un gran poeta. Baste este verso de La unión libre: "Mi mujer de sexo de alga y de bombones antiguos". O estos de En el camino de San Romano: "La poesía se hace en la cama como el amor / Sus sábanas revueltas son la aurora de las cosas". 

2. Después de hablar de Breton solo se puede hablar de Sánchez como de un fantoche tipo Ubú (Breton fue un gran admirador de Alfred Jarry, le dedica un capítulo exaltante en Los pasos perdidos). Después del Ubú rey de Jarry, estuvo el Ubú president de Els Joglars y ahora está el Ubú presidente que se ha montado Sánchez solito, alentado por el aplauso de los suyos. Es un patán asombroso: diciendo vaciedades contra los bulos, cuando el bulo es él; contra el fango, cuando el fango es él; y contra los enemigos del Estado de derecho, cuando no lo hay mayor que él. Habla también contra la crispación, mientras crispa más que nadie y, como buen Ubú, nos mete el palitroque por las onejas

3. La usual inercia de apoyar a cualquier gobierno que se presente como de izquierdas, haga lo que haga, por parte de nuestra intelectualidad y de nuestro, así llamado, mundo de la cultura, les ha jugado una mala pasada a los que apoyan al actual: su abyección los ha arrastrado a ellos hasta unos límites de subterraneidad irreversibles. No van a salir indemnes. Es muy grave lo que han callado o consentido, lo que han aplaudido. Lo pagarán. 

4. La condena a Zaplana nos recuerda que el PP forma parte de este asqueroso pastel. Las corrupciones del PP y el PSOE sirven de coartadas recíprocas. ¡El insufrible ping-pong! 

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17.10.24

El oído de Van Gogh

Es una lástima que en español "oreja" y "oído" sean cosas distintas, a diferencia del inglés, que para ambos usa "ear". Así pierde la plenitud de su gracia el chiste de Billy Wilder en Bésame, tonto, en que sobre uno de los musicastros locales de la película se dice: "He has Van Gogh's ear for music". Tiene el oído (¡la oreja!) de Van Gogh para la música. La oreja cortada, naturalmente.

Del grupo La Oreja de Van Gogh, que no me gusta, podría decir también que tiene el oído (¡la oreja!) de Van Gogh para la música. ¡Debería haberse llamado Van Gogh's Ear y así habría encajado el chiste de Wilder en su plenitud! Pero nadie es perfecto.

Ahora La Oreja está en boca de todos porque los talluditos del grupo han expulsado a la cantante, como ya hicieran de jovencitos con la otra cantante. Detecto una tendencia en los que eran jovencitos y son talluditos: expulsar a las cantantes, a modo de feminicidio musical, para quedarse ellos solos. Todas las fotos de talluditos son devastadoras, devastación que cantaba más que nunca en los Orejas por su contraste con la cantante.

Viendo una de esas fotos últimas, y eliminando mentalmente a la cantante, he descubierto cuál es la ambición secreta de los Orejas: ¡ser los Hombres G! Estos son talluditos sin el contraste de ninguna cantante: íntegramente talluditos. Sin embargo, para mí los Hombres G, que tampoco me gustan, tienen igualmente el oído (¡la oreja!) de Van Gogh para la música. Digamos que los Hombres G son una Oreja de Van Gogh sin tía. Esto les ha ahorrado desde el principio el papelón de ejercer el feminicidio musical como los Orejas.

Mi problema con la música es muy simple: solo me gusta la brasileña. Esta te acostumbra a unas sutilezas, a unas complejidades armónicas –incluso si no se entiende de música, como es mi caso; pero el oído (¡la oreja!) se acostumbra– que hace que todas las demás músicas te parezcan marchas militares. El chunda-chunda tanto de La Oreja de Van Gogh como de los Hombres G serviría para invadir Polonia.

Mi biografía musical se resume rápido. En casa sonaban Manolo Escobar, Juanito Valderrama y similares; mi autonomía infantil se limitaba a poner los casetes de Los Payasos de la Tele. Y además, por supuesto, lo que sonaba en Aplauso, etcétera, y en la radio (¡El Búho Musical, programa malagueño!). Luego llegó la Movida (¡tras un brevísimo paso por Serrat y Perales, y un revival de los Beatles cuando mataron a Lennon!) y durante los ochenta solo escuché aquella música, española y extranjera; más la clásica, a la que me aficioné en el mismo periodo. Pero a principios de los noventa llegó la brasileña y se acabó: se lo chupó todo. Me comió íntegramente la oreja (¡y el oído!), taponándola para las demás.

Pero destaco ahora el efecto de la música que no me pongo pero que se me cuela, porque suena por ahí. A veces te pilla a traición y te conmociona una melodía que ni sabías que tenías dentro: "La fuerza del destino" de Mecano o la propia "Venezia" de Hombres G. La música popular, las musiquillas del desorejado Van Gogh, que te destrozan tantos momentos cotidianos con su insistencia, de repente se han llevado el tiempo que saboteaban y lo contienen.

No son los olores magdalenescos de Proust, sino las musiquillas desoídas las que te abofetean con sus orejazas de Dumbo y te traen inesperadas briznas del pasado, o del tiempo completo. Instante en que a uno no le queda más remedio que echarse a llorar. Desorejadamente.

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13.10.24

Cuchillas de doble hoja contra el sanchismo

[Montanoscopia] 

1. Las risotadas contra el sanchismo, en este momento de explosión de su podredumbre, son cuchillas de doble hoja: también nos desgarran por dentro. Es el país el perjudicado. Sánchez se irá por el sumidero, a su triste puesto entre los peores de la historia de España (en su caso, subsección mediocres), pero tardaremos mucho en recomponernos. Tiene difícil solución la tierra arrasada que deja, no ya en las instituciones, sino ante todo entre sus cómplices, entre los silentes. En cuanto a mí: ojalá me libre pronto del desprecio que siento por tantos, que también me corta. 

2. El silencio de los silentes: no es estático, sino dinámico. Cuanto más grave es la situación, más grave es el silencio. 

3. Mi corazoncito está con Jésica, estudiante de odontología. Instalada en la Torre de Madrid por Ábalos, le escribía a Koldo (asesor del entonces ministro) porque el congelador pitaba. Contratiempos domésticos en aquellas alturas que me enternecen. Conozco bien la Torre, porque un amigo mío vivía en el piso 23. Otro amigo, empresario gay, se traía muchachitos de provincias y los tenía alojados en unas oficinas lujosas pero desoladas. Una tarde me asomé y había uno, guapo, animoso, comiéndose un bocadillo de jamón york. Leo (no sé si es broma) que a Jésica la llamaban "la 20 minutos". Es tristísimo y también bellísimo, con punzada. Esas vidas precarias, relacionadas con la belleza y el placer: dones fungibles. Solo me sale al pensar en ella lo de una canción de Caetano Veloso: "Eu canto pra Deus proteger-te". 

4. Me gusta la nueva premio Nobel, la coreana Han Kang. Digo que me gusta ella, que es más o menos de mi edad; su literatura no la he leído. Como siempre, se han sucedido las bromitas. Ocurre casi cada año, incluido el de Szymborska, que resultó ser una maravilla. Todos los premios son engañosos y el Nobel, que es el premio mayor, es el más engañoso: introduce una especie de final feliz en la vida de los escritores. Final sí que es con frecuencia, porque el Nobel los aplasta; pero que sea feliz estará por ver, como en todas las vidas que siguen. Los libros, por otra parte, solo tienen un final feliz posible: que se cumplan en un lector, con o sin premio. 

5. El ministro Urtasun me ha resuelto un dilema que yo venía teniendo: cómo comportarse con las autoridades cuando son impresentables como las del Gobierno del que forma parte el ministro Urtasun. ¿Hacer abstracción de la impresentabilidad del individuo que ostenta el cargo y ser educado con lo que representa, que es la voluntad popular, o no? Urtasun, al maleducadamente no aplaudir al Juli cuando este recibía el premio nacional de Tauromaquia (suprimido por Urtasun), me indica el camino: no hacer abstracción de los impresentables, que ni el que hagamos abstracción de ellos mismos se merecen. 

6. Ha pasado una semana y ningún diputado del PP (ni de Vox) ha renunciado a su escaño por haber votado una reforma legal que no se leyó: tendrían que haber renunciado todos. El sanchismo es una danza a dos, en la que también participa la oposición inoperante. Tautológicamente: cuando un partido gobierna es porque el otro no se lo ha ganado. 

7. Brasas anuales que, desde la muerte de Franco (que nos pilló de niños), jamás padecimos los de mi generación: la del 18 de julio, la del 12 de octubre. La pseudoizquierda las ha reinstaurado, con sus insufribles recordatorios; y saltan con igual pesadez los de enfrente. Es un franquismo invertido (¡exactamente las mismas fechas de Franco!) el de esta España insoportable. 

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11.10.24

A favor de las despedidas de soltero

[La Brújula (Opiniones ultramontanas), 3:21:19
 
Buenas noches. Mi condición de bufón del programa me permite, casi me obliga, a llevarle la contraria al rey Latorre. Esta semana, como ha hecho otras veces, se pronunció radicalmente en contra de las despedidas de soltero, y hasta le quitó la palabra a Pablo Pombo cuando se disponía a iniciar una defensa. Aunque sea lo último que haga en el programa, la defensa la voy a hacer yo ahora. A mí me encantan las despedidas de soltero por su valor filosófico. El filósofo que más admiro es Nietzsche, que dividía el mundo entre lo apolíneo y lo dionisiaco. Pues bien, las despedidas de soltero son un ejemplo vibrante de lo dionisiaco. Lo dionisiaco es la exaltación de la vida, del desorden, del instinto. El matrimonio, en cambio, sería un ejemplo de lo apolíneo: la moderación mortecina, el orden, la sensatez. Quien se casa abandona la vitalidad salvaje del dios Dionisos y se sepulta en la mesacamilla, con estufita y babuchas, del pálido Apolo. Las despedidas de soltero son el último momento dionisiaco de quienes se van a casar. El futuro esposo o esposa, antes de esposarse a Apolo, se descoca en una fiesta final consagrada a Dionisos. Este es un dios comunitario, por eso los solteros y solteras llevan su cortejo de iguales, ataviados con motivos generalmente obscenos. En el fondo es la hoguera en la que arde lo que no se quiere que entre en el domicilio conyugal: la borrachera, la juerga, el despendole, la provocación... Querido oyente, diga lo que diga el rey Latorre, respeta el espectáculo de las despedidas de soltero cuando te cruces con una por la calle: se está oficiando un rito filosófico, la última noche feliz (¡dionisiaca!) de los solteros y solteras que van a sacrificarle su vida (¡su sexualidad!) al pichatriste Apolo.

10.10.24

No volveré a Madrid

Me sienta bien Madrid, pero no volveré a Madrid. ¡Se acabó Madrid para mí!

Mi ideal siempre ha sido vivir entre Málaga y Madrid. Logré cumplirlo durante unos años, cuando disponía de dinero y tiempo a la vez. Mi ratio era cuatro o cinco semanas en Madrid y una en Málaga. Siempre más Madrid que Málaga: la intensidad de Madrid sobre la languidez de Málaga. Llegar a Málaga con la intensidad de Madrid. Volver a Madrid con la languidez de Málaga; es decir, con el inicio de la languidez: justo antes de que la languidez empezara a estrangularme me iba.

Ahora sucede al revés. Llego a Madrid lánguido, tras semanas o meses en Málaga, y con el inicio de la intensidad regreso. Ahora solo se me agita un poco la languidez (apenas un comienzo de renovación) antes de regresar a ella. La languidez es mi casa. La languidez es mi sepultura. El día a día lánguido en Málaga es mi vida ahora. Es una languidez amable, con la brisa y el mar, y el solecito en invierno. ¡Y la dinamización de los cuartos con los ventiladores!

Dejo pasar semanas, meses, entre un viaje a Madrid y otro. Y, como sigo teniendo la pulsión de vivir en Madrid, repito un circuito, más o menos ritualizado, con el que fuerzo una especie de cotidianidad. Voy a los mismos sitios para asegurarme de que siguen ahí, y de que yo sigo de algún modo ahí también, en ellos, ante ellos. A veces los sitios desaparecen: locales que cerraron o mutaron. Y una vez el sitio cambió de sitio: mis dos musas acuáticas de la fuente que había arriba en la plaza de España ahora están abajo en la plaza de España; justo, por cierto, en el camino de otro de mis sitios, el templo de Debod (en el que no he estado en este último viaje). Algunos se incorporan, como la calle Pavía tras mi lectura de Berta Isla. Y luego Javier Marías se murió.

Se murió también hace poco Cristóbal Ruiz, con el que me fui a Madrid de estudiante a los diecinueve años. Éramos amigos difíciles, con intermitencias; había algo que nos impedía sintonizar. No nos veíamos (ni nos comunicábamos) desde 2015. Pero me ha sorprendido el aluvión de recuerdos suyos que tengo. Recuerdos que no frecuentaba en mi cabeza y que estaban ahí: todo un mundo. Ahora me explico Recherches como la de Proust.

En Madrid tengo amigos y amigas, y los veo con gusto. Me doy mis paseos y me siento en los banquitos y en los cafés. Fatigo (¡borgianamente!) librerías; la Cuesta de Moyano, la Feria del Libro de Ocasión. Acudo a eventos, crepitantes para el que llega de fuera, con sus morbosos cotilleos. Me lo paso ciertamente pipa. Y sobre todo me dejo azotar por el huracán de vida de Madrid, qué pujanza de calles, vibración en cada paso. Pero hay algo también que es dar vueltas para nada. Hay como un vacío del "hombre disponible" que se menciona en Vértigo o del Swann del primer tomo.

En el jardincito del Príncipe Anglona, en el parque de Atenas por la ventana del autobús, en el paseo de las Delicias y la calle Delicias, en el puente de Juan Bravo, en la mole de Atocha desde el hotel Mediodía se impone de pronto una percepción, inducida tal vez por el centenario de la muerte de Joseph Conrad: la de esa línea de sombra que advierte de que la primera juventud (que en mí se ha prolongado hasta los cincuenta y ocho años) debe ser por fin dejada atrás. 

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6.10.24

El presidente Égolo y este país (¡austrohúngaro!) de Franquitos

[Montanoscopia] 
 
1. Vengo a Madrid para la grabación de una charla con Marta Suárez y Diego Urteaga para el podcast Prólogos, que se publicará en breve. Lo hacemos con público en la Biblioteca Eugenio Trías, la más bonita de España y con el nombre del filósofo (¡catalán!) que tanto admiré. Para mí es un honor. Noto que cada vez me voy despegando más de este mundo feo y de la infamante actualidad, lo que me compromete como columnista. En realidad, el columnismo me obliga a seguir bregando: es una de esas cosas incómodas que están bien. Aunque no puedo dejar de combinarlo con los desplantes. Cuando me preguntan por la cultura, digo que la cultura es uno encerrado en su cuarto leyendo un libro y que lo demás son festejos. Cuando me piden que recomiende un título, doy El mito habsbúrgico en la literatura austriaca moderna, de Claudio Magris. Una propuesta intempestiva que no deja de venir a cuento en la España de hoy: al fin y al cabo, somos ya un país plenamente austrohúngaro. 
 
2. Sánchez aparece en El mejor libro del mundo, de Manuel Vilas, como Égolo. Algo que ha silenciado nuestra, así llamada, prensa cultural. Miro en Google y solo hay una mención, en una entrevista de 20 minutos. Vilas se arrima al toro en su libro y este silencio es una prueba. El (arriesgado) chiste viene reforzado porque, como recuerda el autor, su mote se inspira en el Kniébolo de Jünger, quien se refería así a Hitler en sus diarios.  
 
3. El resto de los escritores sigue callado ante Égolo, cuando no lo apoya abiertamente (o trabaja para él). Yo sigo fascinado con los de El País: los misceláneos de los miércoles, el argullólico de los sábados. ¿Qué respeto se les puede tener ya? Del argullólico me temo que se suba al carro antisanchista a ultimísima hora como hizo la otra vez, cuando ya no cueste nada y hasta sea rentable, y nos sermonee con un Todo lo que era Sánchez, como si los pecadores fuésemos los demás.  
 
4. Han saltado las alarmas en Pearl Harbour (¡perdón por la manida bromita!) con el artículo de The Economist sobre la deriva autócrata de Sánchez. Pero es tarde para las componendas: el hispanismo inglés ya ha empezado a trabajar en el nuevo pájaro histórico que le ofrecemos. 
 
5. Ya que sigo en Madrid, asisto a la presentación de La ruptura, de Ramón González Férriz. Se habla en corrillos de los que se enfadaron con Férriz, los simpatizantes del PSOE que entraron en el poder. Tal cabreo no tuvo como resultado una refutación del libro, sino su confirmación: la última prueba ha sido su ausencia del acto, escenificando la ruptura.  
 
6. En la biografía de Benet, El plural es una lata, se habla de cuando se implantó en España el DNI, a propósito de que el cuerpo de ingenieros estuvo entre la primera hornada de inscritos. Suelto una carcajada al leer que el DNI número 1 fue el de Franco. Mi carcajada es por pensar que todos los españoles formamos fatalmente parte de una serie numérica que se inicia con él. Somos técnicamente Franquitos. Lo que se evidencia en ocasiones como la del 23-J de 2023, en que tuvimos la oportunidad de guillotinar electoralmente al déspota de turno (¡para una vez que se podía!) y no lo hicimos.  
 
7. Como hacen los viñetistas con sus pancartas al pie de sus dibujos, al pie de esta Montanoscopia pongo mi execración de la abyecta y repulsiva manifestación pro Hamás en conmemoración del pogromo del 7-O que se celebra este domingo en Madrid. 
 
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3.10.24

Montano opositor

Están los opositores al régimen y están los opositores de las oposiciones, que son o pretenden ser suscriptores del régimen. Mi vida romántica me ha llevado a opositar varias veces en esta segunda acepción. No por suscribir el régimen, he de aclarar en mi caso, sino por el sueño de vivir sin trabajar. Algo que, por lo demás, comparto con el resto de los españoles. 
 
El opositor se acoge al ideal del rentista, que es el de ingresar un dinerito al mes, todos los meses; aunque a cambio, si no del trabajo, sí de entregarle unas horas diarias al Estado. Los funcionarios son seres descansados pero menguados, que van por la vida con amputaciones de su tiempo. Ahora que lo pienso, le pasa lo mismo a todo trabajador, solo que este encima tiene que trabajar.
 
Estoy bromeando, naturalmente. Algunos funcionarios logran escaquearse, como en los viejos tiempos; pero la mayoría trabaja. Y hay sectores particularmente duros, como el de la enseñanza o la sanidad. Pero esa esperanza de relax sí que anida en el opositor, siquiera sea la de alcanzar el preciado empleo fijo, que en esta época está más caro que nunca. Esperanza que ha de afrontar el nada relajado y sumamente esforzado, durante meses o años, "proceso selectivo". Puede que el opositor aspire a no trabajar, pero en las oposiciones mismas vaya si tendrá que trabajar.
 
La amputación del tiempo es total en el periodo de las oposiciones, con la maldición añadida de que la exigua parte no amputada queda contaminada también, por la cantidad de basura que circula por el cerebro a partir de un momento determinado y por la culpa de no estar estudiando en los minutos libres. Los días del opositor son días de muy mala calidad. Sumados los días y los años gastados por todos los opositores, da una cantidad monstruosa de energía desperdiciada. Pero como diría un castizo malagueño: "Al menos están arretiraos de la droga".
 
Al leer las preguntas filtradas de las pruebas a periodista de RTVE, los no familiarizados con las oposiciones se han preguntado qué tenían que ver con el puesto. La respuesta es que esa no es la pregunta. En estos procesos selectivos de lo que se trata es justamente de seleccionar. Esto sirve para que entren los que se lo merecen; y ya de paso los enchufados a los que se les ha filtrado las preguntas. Quienes las filtran suelen ser, coherentemente, aquellos autodenominados de izquierdas que hoy atacan la meritocracia.
 
Algunas oposiciones sí me las he preparado más o menos, pero el mismo romanticismo que me ha llevado a presentarme me ha hecho a veces sabotearlas.
 
Mi dos momentos cumbre fueron cuando, en unas oposiciones a profesor de lengua y literarura, me preparé solo el tema de Góngora; y en otras a profesor de filosofía, solo el de Spinoza. Mientras me estudiaba a esos dos autores como si fuese a hacer una tesis doctoral, histrionozaba ante mis amigos: "¡Me lo juego todo a la carta gongorina!". O: "¡Me lo juego todo a la carta spinoziana!".
 
En ninguno de los dos casos salió la bolita, pero dudé si escribir el tema de Góngora cuando había salido el del Lazarillo, o el de Spinoza cuando el de Abelardo. No solo había cretinismo en mí, sino también una cierta lógica: endilgándole mis eruditos folios (¡con mi apabullante prosa!), el tribunal se rendiría ante mis cualidades.
 
Pero en ambas ocasiones terminé actuando igual (mi cretinismo se imponía indefectiblemente): entregué el examen en blanco, porque consideré que el tribunal no era digno de saborear mis conocimientos sobre Góngora o Spinoza. ¡Así funciono!
 
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29.9.24

Bajorrelieve asirio de masturbadores

[Montanoscopia]  
 
1. La Transición también supuso una gran erotización del país, o una explicitación del erotismo que venía insinuándose con Franco todavía vivo, aunque reprimido aún. España se puso cachonda, por resumir. El dictador murió en su cama y los españoles resucitaron en las suyas. Hay toda una nueva oleada de nacimientos, tras la del baby boom, debida a Emmanuelle y similares. Para los adolescentes que habíamos nacido en los años 60, el mito erótico era Bárbara Rey. Me refiero a los heterosexuales, claro. Tal vez algunas chicas lesbianas estuviesen con nosotros. A las heterosexuales les ponía Pedro Marín o los Pecos y, a las malotas, los Tequila. A los chicos homosexuales, Leif Garrett o los Village People (¡y los bandoleros de Curro Jiménez!). Todo esto antes de la Movida, que lo cambió todo. 
 
2. El caso es que los chicos fantaseábamos con Bárbara Rey (fue una de las primerísimas mujeres desnudas que divisé en una revista, con su felpudín epocal) mientras el Jefe del Estado se la estaba tirando. Esto no lo sabíamos, pero retrospectivamente crea una comunidad de intereses (eróticos) maravillosa. Los chavalines nos la cascábamos con la vedette y resulta que nuestro Rey hacía lo mismo pero de acuerdo con su estatus y sus dimensiones. La representación podría ser la de uno de esos bajorrelieves asirios en que el rey Asurbanipal sale enorme y sus súbditos minúsculos: cada cual según su importancia y su poder. España llegaba en lo político a una democracia moderna, igualitaria, con una monarquía meramente simbólica, mientras que en los dominios de Eros (siempre tiránicos) seguía primando el despotismo. Pero los subditillos nos sometíamos con deportividad. Como supimos muchos años después, y hemos visto estos días en la revista holandesa, al menos nuestro Rey deseaba lo mismo que nosotros. Y encima lo cumplía. 
 
3. Hay un momento exacto en que Almodóvar se jodió como el Perú. Fue en la última frase de Carne trémula, cuando deja de hablar como un cineasta libre y empieza a hacerlo como un cantautor "comprometido" (lo que le dio la puntilla póstuma a la Movida, que fue ante todo una cruzada gamberra contra los monaguillescos cantautores): "Hace mucho que en España hemos perdido el miedo". Tal vez en ese instante volvió el miedo; o le volvió el miedo a Almodóvar. No se entiende que sin miedo se sea tan servil con el que manda, como cuando piropeó esta semana al presidente. He dicho otras veces que Almodóvar cumplió una gran función política en España. Y lo hizo con su primer cine, el frívolo, el inmoralista. Nos liberó. Sacó al país del franquismo mental. Al que ahora vuelve patéticamente, presentándose como la Estrellita Castro de Sánchez.  
 
4. Las películas de Almodóvar me siguen gustando, salvo en los tramos en que les incrusta la predicación. Por fortuna, su cine sigue siendo más grande que él: disfruta de esta gloria del artista. Es curioso cómo en otro tiempo se defendía de la moralización que actualmente defiende. Cuando Muñoz Molina escribió sobre su incomodidad ante la violación que aparece en Kika, entre las risas de la sala de estreno, Almodóvar lo tachó de "reaccionario". Ni Matador ni ¡Átame! pasarían hoy el corte gubernamental. Y en Hable con ella el enfermero se encama con la mujer en coma como los violadores de Gisèle Pelicot. Algunos también lo denunciaron en su época. Yo apoyé (y apoyo) todas esas películas: no eran la realidad, sino el cine.  
 
5. Estoy tan hasta los huevos de las polémicas estúpidas que mi única respuesta a la polémica entre España y México ha sido ponerme un disco de Aztec Camera
 
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