Raül Romeva ya lo tenía claro el día que decidió trocear la tilde y hacerla diéresis en su nombre de pila: lo suyo era la división. Ahora el cabeza de lista (¡nunca mejor dicho!) de ese Tejero colectivo que es Junts pel Sí (¡menudo tricornio habría que apañarle!) lucha por la división no ya de España, sino de Cataluña misma. Están juntos contra sus demás conciudadanos. Hay que escapar de la lógica acomodaticia del nacionalismo y repetir una vez más que ante todo es contra los (otros) catalanes contra los que van los nacionalistas, como los falangistas iban contra los (otros) españoles.
Romeva, que sí ha juntado en su cara el aparato mandibular de Artur Mas y la calva de Duran i Lleida (¡algo de unió, después de todo!), resulta que empezó en Madrid, como San Agustín empezó en el pecado o Jiménez Losantos en el maoísmo. Su biografía es también, pues, un camino de purificación. En la capital de España nació, pues, Romeva en 1971, y no supo aprovechar esos cuatro años en que coincidió con Franco para matarlo antes de que se le muriese en la cama. ¡Niño malo!
Aún aguantó en Madrit hasta los nueve, y ahora que tengo fresca la clasificación de Freud (de moda otra vez por el libro de Elisabeth Roudinesco), puedo afirmar que Romeva vivió íntegramente en Madrit su fase oral, su fase anal y su fase fálica. En pleno periodo de latencia, se mudó a Cataluña, donde ya fue convidado a la vida al internarse en la fase genital, en la que en teoría sigue. Aunque el nacionalismo es purita regresión anal, en coherencia con su obsesión por el orden, de manera que... ¡bueno, el psicoanálisis que se lo haga su madre! Esa mujer que, como relata Emilia Landaluce, solo quiere que su hijo "no lo pase mal. Es una de esas personas que le llaman tonto y se pasa toda la noche sin dormir".
Por atención a la señora he tenido el impulso de bajar la voz, para que se le duerma el angelito; pero en seguida he comprendido que no hace falta: Romeva no nos lee. Un ser tan delicado debe de suministrarse solo prensa independentista del movimiento, a modo de somnífero: ovejas esteladas por las estepas mentales que a buen seguro se extienden bajo su cráneo... Sé que aquí me arriesgo, como se arriesgaba Pilar Urbano al postular los calcetines de Garzón sin haber estado en su cuarto; pero no puedo evitar pensar que la mente de Romeva es precisamente el calcetín de su calva vuelto del revés. Al fin y al cabo, los monoteísmos nacieron en el desierto, como el nacionalismo nace en las molleras peladas.
Pero eso que dice la madre, y el consecuente repliegue del hijo en pos del buen dormir (¡a este no hay quien lo despierte de su sueño dogmático!), es lo que explica la inoperancia de Romeva en su visita a la BBC. Acostumbrado a los masajes de la prensa que lee y de las televisiones a las que va, ha perdido sus recursos darwinistas de supervivencia, como le pasó al pájaro Dodó. Fuera de los combates que le amaña el nacionalismo, es un boxeador sonado. Lo pusieron de monigote y de monigote sigue. Al final no duerme cuando le llaman "tonto" porque se quedará pensando hasta las tantas si será verdad.
[Publicado en Zoom News (Montanoscopia)]