4.9.15

Mi día con Herrera

Ha vuelto Carlos Herrera a las ondas, ya no en la Onda, sino en (la) Cope. Falta Barbeito, con el que tanto me metí y por eso tanto echaré de menos, pero está nuestro Jorge Bustos, columnista de El Mundo que lo fue de Zoom News y que ha publicado su primer libro este año, La granja humana, un repaso afilado a los animales del zoo político. Felicité a Bustos el martes por su debut y le dije que tenía que contarle mi día con Herrrera, porque tuvo su gracia. Al final he pensado que entre columnistas lo mejor es contarse las cosas por columna. Y así se enteran también los lectores.

Hace justo veinte años (¡es un soplo la vida!) yo fui a hacer una prueba como guionista para su nuevo programa de televisión en Canal Sur. Una antigua compañera mía en Antena 3, Irene Domínguez, era amiga de Mariló Montero, que también iba a trabajar en el programa de su marido, y cuando esta le dijo que buscaban un guionista, Irene le habló de mí. Mariló me llamó y fui a Sevilla. La redacción se encontraba en un polígono industrial de San Juan de Aznalfarache, y aún la estaban montando. Había cajas por todas partes, ajetreo, pocos sitios en los que estar. Me recibió afectuosamente Mariló (fue también mi día con ella), me dijo que Carlos estaba en la radio y me presentó al director del programa, Paco Cervantes, que me explicó lo que tenía que hacer.

Se trataba de escribir tres páginas de monólogo para Herrera, con frases ingeniosas y chistes de actualidad, según el esquema clásico del talk show, que entonces no era tan clásico en España. Cervantes me pidió una muestra... pero no había ningún sitio donde me pudiera poner. "Mira –me dijo–, como Carlos no viene hasta la tarde, métete en su despacho y hazlo allí". El despacho de Herrera, en efecto, era el único sitio que ya estaba montado. Me senté en el sillón reclinable y, no sin cierta impresión por la circunstancia, escribí mis tres folios. Un detalle a efectos sociológicos: no recuerdo si lo hice en una máquina de escribir o en un ordenador; entonces cabían las dos posibilidades.

Cervantes leyó la prueba y me dijo: "Estás dentro. A Carlos le va a encantar. Ya solo hay que esperar a Carlos". Me relajé, felicísimo. Era un chollo, de los que ya no se ven ahora: mi trabajo iba a consistir en escribir tres folios a la semana, por los que iba a ganar (cada semana) lo que ahora gano en varios meses como columnista. Ya solo había que esperar a Carlos.

Era la hora de comer. Mariló me dijo que me fuera con ella "y las chicas" (dos redactoras) a un restaurante del polígono. Fue una comida agradable, con muchas risas e historietas del mundo de la tele. Yo les conté que trabajar con Pepe Navarro había sido "la mili del guionista", y que cuando nos encontrábamos dos exguionistas de Navarro, aunque no hubiésemos coincidido, teníamos anécdotas comunes. A las redactoras no las recuerdo, pero Mariló me dejó la impresión de que era culta, inteligente y lista. Por eso, a propósito de las chanzas de los últimos años, más de una vez he pensado si no será ella la que se está riendo del público... Al fin y al cabo, logró volver a la televisión nacional y tener presencia: algo no tan fácil.

Regresamos a la redacción con el sopor de la siesta. Era un día muy caluroso. Yo había madrugado para viajar a Sevilla, y entre la tensión del principio, la concentración para escribir el monólogo, la euforia de después y la comida (con alcohol), estaba muerto. Ellas se fueron a sus tareas. Cervantes no estaba. El único sitio donde sentarme un poco era el despacho de Carlos... y allí fui. Puse el asiento reclinable casi en horizontal, con la idea de echar una cabezadita de diez minutos (era lo único que necesitaba) y salir. No llevaba ni un minuto acomodado, con las manos en la nuca como el que acaba de echar un polvo, cuando se abrió la puerta. "Así que tú eres el famoso José Antonio". Era Carlos.

Me levanté con torpeza, le di la mano, cruzamos unas frases, las mías tímidas, las suyas frías, y me dijo que tenía que reunirse con Cervantes. Yo esperé entre las cajas y el ajetreo de la redacción, hasta que salió Cervantes y me dijo la frase que sustituye a "no" en el mundillo: "Ya te llamaremos". Más tarde me dijo Irene por teléfono que Mariló le había dicho que nada, que llegó Carlos, ella le contó lo simpático que yo era, que habíamos comido juntos y que era divertidísimo y genial, que era perfecto para escribirle los monólogos, y luego Carlos entró en su despacho, me vio en su sillón y en fin.

Supongo que venía también de un mal día. Espero que todos los que le aguardan en la Cope sean buenos. Y los de nuestro Bustos también.

[Publicado en Zoom News (Montanoscopia)]