1. A la IA le falta aún malicia y por eso es una inteligencia incompleta. El otro día se negó a responderle a uno que le preguntaba dónde comprar drogas en Madrid. Pero a continuación, cuando la pregunta era por dónde evitarlas, le soltó un listado de sitios.
2. Estas quejas súbitas de que no hay sombra en la Puerta del Sol. Como si alguna vez la hubiera habido. El único árbol ha sido allí siempre el madroño del oso. Sería una ofensa al sol ponerle sombra a su puerta, que ha de ser solar como una plaza de toros. El ombligo de Madrid es ese núcleo de sol achicharrante: el kilómetro cero como el verano cero de Eliot. Me acuerdo también de Jünger. Estuvo en un curso en El Escorial con los cien años cumplidos. Era un mediodía de julio y quisieron llevarlo pegado a la pared de sombra, pero él se lanzó por la Lonja en línea recta: "¡Soy amigo del sol!".
3. La palabra ambigua de David Jiménez Torres es un libro clarificador sobre el tema del que se ocupa: "Los intelectuales en España (1889-2019)", como dice el subtítulo. Es muy atractivo que del seguimiento, rigurosamente documentado, del uso de la palabra intelectual se desprenda una historia intelectual de España: sintética, articulada a partir de los conceptos y los temas, solo a propósito de los cuales aparecen los nombres propios. La antología de citas resultante tiene valor en sí misma (con hallazgos como la equivalencia entre un sainete de 1914 y una canción de Aerolíneas Federales de 1989). Y por encima está el valor del trabajo de Jiménez Torres, que logra aunar lo académico y lo ensayístico. En mi biografía adolescente, el significado de intelectual estaba claro: era el que intervenía en el debate de La Clave. Unos años más tarde, mi intelectual favorito desde el principio, Savater (en La palabra ambigua hay una muestra de los improperios que recibió por denunciar los crímenes de ETA), dio una definición irresistible, tomada de Jefferson: "Intelectual es el que trata a los demás como si fueran intelectuales".
4. Apoyándose en otros estudiosos, Jiménez Torres hace una pequeña entomología de intelectuales. Falta el intelectual argullólico: aquel que se ocupa campanudamente de los grandes temas (el Holocausto, el Cambio Climático, la Amenaza Nuclear...) y no se moja con los de casa. El intelectual argullólico (que no es solo Argullol) siente especial fascinación por La lengua del Tercer Reich y Los verdugos voluntarios de Hitler. Tal vez porque se percibe como lejanamente protagonista de ambos libros.
5. El rechazo por la palabra España de nuestra izquierda más ideológicamente autoconsciente nos ha librado, ni más ni menos, de padecer un peronismo español. Solo por eso el saldo es positivo. Pero, claro, eso no evita que siga siendo divertidísimo asistir a los rodeos que da por evitarla. Sigue ganando el socorrido el Estado español, o simplemente el Estado, con derivados como esa revista llamada Rock Estatal (¡me hace cosquillas el título!). El último malabarismo que me ha conquistado ha sido el de una autora asturiana, inteligente pero un tanto relamida, que vive en el extranjero y que, escribe, añora los paisajes de "la península e islas".
6. Sánchez, escribe Ketty Garat en este periódico, no echa a Irene Montero del Gobierno porque "sería dar la victoria a Yolanda Díaz". Es un Salomón sin cuchillo.
7. Gustazo por la explosión del cohete de Elon Musk. No por resentimiento, sino por lo contrario: la alocada alegría del despilfarro, lo que los antropólogos llaman potlatch. Musk nos ha regalado los fuegos artificiales más caros de la historia.
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En The Objective.