29.4.23

Calores de abril

[Dietario]

Collejas a Picasso. Las dos hijas de mi amigo Tsevanrabtan han recibido una educación impecable. Con una sola mota: yo. Cuando eran niñas vinieron de visita a Málaga y le hice de cicerone a la familia. Al pasar por la estatua de Picasso en la plaza de la Merced, les enseñé a darle collejas al genio. Les dije (y la verdad es que no mentí) que cada vez que yo pasaba por allí lo hacía. Me era imposible pasar por la estatua de Picasso sin soltarle una colleja. La estatua, esa curva del cogote, parece estar reclamándola. De hecho, creo que la estatua está incompleta si el transeúnte no añade su mano y le da un toquecito hacia arriba, haciéndole bullying al bronce. El genio, todo hay que decirlo, ni se inmuta. 

Con los munícipes no hay manera. Cuando al fin los munícipes hacen algo bien, no tardan en estropearlo ellos mismos. Ha ocurrido en Torremolinos. Celebré aquí la reapertura del mirador que hay junto al Castillo de Santa Clara, con una bonita reforma en homenaje a Luis Cernuda que lo ha convertido en el Mirador de Sansueña (este es el nombre que Cernuda le daba a Torremolinos en su obra). Es uno de los mejores miradores de la Costa del Sol y el que tiene mejores vistas a la bahía de Málaga. Es un placer incomparable contemplar el atardecer desde allí. No la puesta del sol, sino sus efectos en el paisaje que ilumina, que se va atenuando conforme el sol cae a nuestra espalda. El juego de celestes y rosas, Málaga que se ensombrece paulatinamente, algún destello reflejado en los Montes, el apaciguamiento del mar... La inyección de calma es terapéutica a esa hora. Solo que a esa hora el espectáculo incomparable no se puede contemplar: el mirador lo cierran a las 17:30. 

Adiós al hostal Escandinavia. Han demolido el hostal Escandinavia (o Escandinava, como aparecía en otros rótulos). Era uno de los sitios más bonitos de Torremolinos. Siempre que pasaba por delante me invadía una rara felicidad. Tenía algo de oasis, un oasis de tiempo. Solo unos días antes estuve con mi amigo el pintor Losada. Él vio la noticia en el Instagram de Torremolinos Chic y luego fui yo a hacer fotos, cuando ya estaba destruido. Nada permanece ni dura. 

Calores de abril. El tema es el calor. Si en abril hace este, ¿cuál hará en verano? Una mujer especula en la cola del cajero: "Será terral todos los días". Y otra responde: "Pues eso han dicho". 

Atarazanas. La nueva boca de metro de Atarazanas, sin techo, postula una Málaga sin lluvia. (Por el momento, desde que la inauguraron, tiene inquietantemente razón.) 

La esquina teológica. Hay en Málaga una esquina inesperadamente teológica. Remite al Dios antiguo, al Dios patriarcal, al Pantocrátor del arte románico pero con una asombrosa formulación moderna, coloquial casi: Dios Barba. Esto pone en el rótulo de un comercio de calle Martínez (esa calle, por otra parte, con el mejor nombre, es decir, apellido, del callejero malagueño). Uno avanza por calle Martínez y se encuentra con esa revelación irresistible: ¡Dios Barba! Es como un juego zen con nuestro Dios católico, una manera estupenda de llamarlo; tiene algo de teología infantil. Al doblar la esquina se desvanece un poco el efecto, cuando vemos de dónde viene: Juan de. Es lo que pone en el rótulo de la pared con la que hace ángulo. La lectura completa es, pues, menos sugestiva: Juan de Dios Barba. En esta tienda de ultramarinos venden, entre otros productos, bacalao. Deben de cortarlo bien, puesto que en el nombre hicieron el corte perfecto. 

Rituales. Ignacio Jáuregui ha escrito un libro precioso: Rituales. Un viaje por el hilo que nos une, que acaba de publicarle la editorial Fórcola. Trata de viajes por todo el mundo en los que el autor (el viajero) se ha ido fijando en los ritos y ceremonias con los que se encontraba, o que buscaba. El lector viaja con su prosa soberbia, y con sus observaciones y reflexiones. Jáuregui se lamenta de no haber estado en China, Japón, Indonesia ni Brasil. A cambio, ha estado en casi todos los demás sitios, "de Jerusalén a Benarés", como el subtítulo añade. En su preciso y sugerente prólogo, María Belmonte destaca una confesión del autor: que "lo que mejor se le da durante sus viajes es prestar atención". Esa atención es el ritual del propio viajero: el ritual de captar rituales, que son como esquemas (gestualidades, danzas, rezos) que persisten de ejecución en ejecución. Prolongaciones de tiempo fugaz. 

Las venas de la casa. Cayó la instalación eléctrica de la casa y la hemos tenido todo el mes levantada. Surgieron además problemas de fontanería. Lo que va por dentro de las aparentemente muertas paredes, y los suelos y los techos: esas venas –los cables, las tuberías– que llevan electricidad o agua. No hay nada simple. Todo está vivo. El milagro es que funcione. Un milagro cotidiano: porque casi siempre funciona. 

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