30.6.23

Estar en una mesa electoral el 23-J

[La Brújula (Zona de confort), 1:23:38

Hola, querido Rafa Latorre. Los españoles nos aproximamos estos días al buzón con precaución de artificieros. Antes de abrirlo miramos por la rejilla a ver si hay algún sobre. Si lo hay, giramos la llave con mucho cuidado, no vaya a estallar. Tememos, naturalmente, que nos hayan convocado para estar en una mesa electoral el 23-J. Por eso, cuando comprobamos que el sobre no llevaba la convocatoria, sino algo del banco o el crujido de la luz, lo alzamos al cielo y pronunciamos la frase que, según Woody Allen, es la más bonita del idioma: "Es benigno". En efecto, salvo para los desafortunados (les pido disculpas si me están oyendo), nos hemos librado de la amputación de un día de nuestra vida. Un día que pudo haber sido de playa, o de simple descanso en casa, con la siesta en el sofá mientras se disputaba la última etapa del Tour, pero que ha tenido que ser sacrificado en una mesa electoral. A mí todavía no me ha tocado, y espero que no me toque, pero trato de imaginarme ese día y todo es espantoso. Imagínense, 23 de julio y el calor a tope. Encerrado en un colegio junto a los demás componentes de la mesa, igual de malhumorados que uno. Y luego estarán los votantes. Irán pasando en camisetas de tirantes, chanclas y bermudas. Algunos directamente en bañador, o en bikini, con la toalla al hombro, la sombrilla a la espalda y la neverita en la mano, dispuestos a salir pitando para la playa en cuanto hayan cumplido con sus obligaciones ciudadanas. Cada nuevo votante incrementará la desmoralización del fastidiado miembro de la mesa electoral. Pero yo, si me toca, ya he dicho que llevaré mi ventilador portátil. Y también una tablet para tener puesta la última etapa del Tour.