[La Brújula (Zona de confort), 1:24:20]
Hola, querido Rafa Latorre. He escrito más de una vez sobre mi pasión por el ventilador y quiero traerla a la radio, que al fin y al cabo también está hecha de aire. Nuestro hombre del tiempo, Roberto Brasero, ha decretado el comienzo del verano, unos días antes de la fecha oficial, y en estos asuntos hay que hacerle más caso a Brasero que al almanaque. Sobre todo cuando nuestra sensación térmica se corresponde. Sí, ¡qué calor hace! Es el momento en el que yo enciendo el ventilador y ya no lo apagaré hasta octubre o noviembre. Decir que es mi mascota es poco: el ventilador es mi pareja, ¡mi amor de verano! ¡De todos los veranos! Vivo como el protagonista de aquella película de Berlanga, Tamaño natural, con su maniquí. Soy feliz cuando estamos juntitos. Y si tengo que salir por lo que sea, no veo el momento de volver a casa. Aquí no me separo ya de mi ventilador. Lo llevo conmigo cuando cambio de estancia, como el enfermo que arrastra su gotero por el hospital. Necesito su aire en mi piel, las caricias de su vientecito refrescante. Por la noche lo dejo puesto, naturalmente. ¡La noche es fundamental para los amantes! Y hasta lo meto en el cuarto de baño. Y lo dejo esperando para cuando salgo de la ducha. Es una verdadera historia de amor. De amor y sexo. Y de cariño. Sentir continuamente su aire me hace feliz. Si viajo, me lo llevo; pero no en la maleta, sino del brazo. Como todos los españoles, tengo terror de que me toque estar en una mesa electoral el 23 de julio. Pero si me toca, ya sé lo que haré: me llevaré el ventilador y lo tendré puesto todo el día, aunque se vuelen las papeletas.