30.7.23

Psicopatologías del 23-J y la tarjeta de visita de Kevin Spacey

[Montanoscopia] 

1. Además del ganador Feijóo, los perdedores de las elecciones del 23-J somos los que dábamos por hecho que Sánchez saldría del gobierno. Es interesante la mirada que se echa atrás una vez que se conoce el resultado: la nitidez con que se perciben todos los hilos de nuestro error, de qué manera tan pasmosa se ve (ahora sí) en qué estábamos equivocados. La vida en presente es una maraña que se aclara cuando se conoce el desenlace. 

2. ¿Qué pasa con aquellos a los que nos repugnaba un gobierno del PP con Vox, pero también nos repugna el gobierno que podrá montar el PSOE con sus socios habituales más otro aún peor? Estamos fuera. 

3. La, así llamada, conversación española nos elude a los que estamos fuera porque sus adjetivaciones ideológicas no se corresponden con las nuestras. Sobre todo las de la izquierda, que para nosotros (¡los cuatro gatos en cuyo nombre hablo; no descarto ser un único gato que habla en primera persona del plural!) es pseudoizquierda o izquierda reaccionaria, o incluso derecha o extrema derecha. 

4. La obscenidad de Ortuzar diciendo que el PNV (¡el PNV!) ha frenado a la derecha... La clave de la distorsión española está en aquello que dijo Cayetana Álvarez de Toledo: que en España lo que determina ser o no de izquierdas es estar más o menos próximo al nacionalismo. Se es más de izquierda cuanto más cerca se está del nacionalismo. O sea, se es más de izquierdas cuanto más cerca se está de la derecha o la extrema derecha realmente existentes. 

5. La "mayoría de progreso" de que habla Sánchez incluye o pretende incluir todo lo reaccionario que hay en el parlamento, con excepción de Vox. Pero claro, es reaccionario nacionalista: o sea, de izquierdas para la pseudoizquierda. 

6. El triunfo (es decir, el no hundimiento) de Sánchez es meritorio. Una proeza. Pero qué espectaculito el de su autosatisfacción despiadada, pequeña, sin ningún resto de elegancia en la noche electoral. Los asentimientos de la realidad le confirman lo que él ya pensaba de sí mismo. Quizá se trate de una euforia debida a que la realidad le da la razón. Y abajo la militancia gritando "¡No pasarán!". Poco edificante en todos los sentidos. 

7. Me hizo gracia cuando, poco después de 2008, un amigo psicólogo me habló del efecto que la crisis había tenido en algunos pacientes. Entre estos se encontraban constructores que se habían forrado con el boom inmobiliario y que sufrían trastornos relacionados con el narcisismo, los delirios de omnipotencia, etc. "Se han arruinado", me dijo mi amigo, "pero ha mejorado su diagnóstico". Con Sánchez ha ocurrido lo contrario: se ha hecho aún más rico en votos, pero su diagnóstico ha empeorado. 

8. También Feijóo tiene su dolencia, como todo el PP: una depresión sobrevenida. Las caras en la noche electoral eran un poema, y el poema se ha venido prolongando sin que se divise el verso final. Ocurría también con los tertulianos aproximadamente de partido, que trataban, sin lograrlo, que la profesionalidad camuflara la implicación personal. 

9. Si yo fuera Kevin Spacey, pondría en mi tarjeta de visita: "Absuelto de nueve delitos sexuales". 

10. Llevo escribiendo columna(s) todas las semanas, sin faltar ni una sola, desde octubre de 2012 (casi once años). Lo he hecho encantado, porque me gusta escribir en agosto además; aunque últimamente, por la pujanza de las noticias, se venía diluyendo la oportunidad del género "columna veraniega". Este año, sin embargo, he decidido tomarme vacaciones. Necesito no tanto dejar de escribir como desconectar de la actualidad. Así que pasen buen verano y hasta septiembre. 

* * * 

29.7.23

Sin dietario del Sur

Hoy, último sábado del mes, tocaba mi dietario del diario Sur, pero ya no habrá más: lo suprimieron. Todas las entradas de estos casi tres años están aquí. (Para la de hoy tenía el título: "Brisa o no".)

28.7.23

España vota bien

[La Brújula (Zona de confort), 1:24:05

Hola, querido Rafa Latorre. España, la gente, vota bien. Por los resultados de las elecciones generales del pasado domingo se podría caer en la tentación de pensar que vota mal. Pero no, vota bien. El pueblo, casi por definición, no se equivoca votando, sino que manifiesta lo que quiere. Solo hay que averiguar, o intentar averiguar, qué es lo que quiere. A la vista de los resultados del 23-J sí podemos saber, para empezar, qué es lo que no quiere. Y lo que no quiere es gobernabilidad. España ha votado sabiamente ser ingobernable. Resuena en ello su vieja alma anarquista. Pero creo que lo que quiere sobre todo es espectáculo. España ha votado espectáculo, que siga el espectáculo. No quería un cierre en falso del sanchismo. No quería, desde luego, derogar el sanchismo. Quería que el sanchismo siguiera, y todavía más: desenfrenado, dando volteretas y saltos mortales. Le ha puesto a Sánchez una yincana la mar de interesante: además de a los socios de la anterior legislatura, tiene que convencer ahora a Puigdemont, al que Pedro Herrero ha definido como "el único pistolero que no tiene miedo a la muerte". El electorado también ha dejado vivas todas las demás subtramas: la relación de amistad-enemistad entre el PP y Vox, la conspiración interna del PP contra Feijóo, la pelea entre Sumar y Podemos, la competición en el independentismo catalán entre ERC y Junts, y en el nacionalismo o independentismo vasco entre el PNV y Bildu, e incluso si tiene que cambiar la dirección del diario El País. Es decir, que como en las buenas series, España ha votado terminar la temporada política en alto, para que deseemos volver después del verano. Aunque lo que queremos de momento es irnos. Ha sido un placer, estimados oyentes y querido Rafa Latorre. ¡Felices vacaciones!

27.7.23

Materlín sobre 'Oficio pasajero'

En su blog Camino de Santiago.

La lucha antifascista produce monstruos

Me perturban los énfasis de lucha antifascista en el seno de una democracia: la cantidad de gente que se autodefine hoy en España como antifascista... y que confunde su lucha antifascista con su lucha contra la democracia española. Son unos inquietantes antifascistas.
 
¿Qué idea de la democracia tendrán aquellos que creían que un gobierno del PP con Vox iba a acabar con la democracia? Pero si no creen en la Constitución ni en el Estado de derecho, si no creen en la limitación de poderes ni en el equilibrio entre los mismos, no me extraña su preocupación...
 
Pablo Iglesias se quejaba de que en el poder no se tenía todo el poder. Tampoco lo hubiera tenido un gobierno PP-Vox. Son las proyecciones autocráticas de cierta izquierda (no me cansaré de llamarla pseudoizquierda o izquierda reaccionaria) las que hacen temer que los otros harían lo que ella haría. Pero nadie puede hacerlo.
 
Queda la corrosión de la democracia desde dentro, o la destrucción de las instituciones democráticas una vez que se ha llegado al poder por procedimientos democráticos. Para evitar esto hay que insistir en que son indisociables los mandatos electorales del imperio de la ley. Algo que tratan de disociar nuestros nacionalistas y nuestros populistas. Hasta tonteó con ello el presidente Sánchez cuando habló de que había poderes ocultos cuando lo que había era el Tribunal Constitucional. (Ahora que este lo preside su Pumpido, ha pasado a ser un poder transparente.)
 
El espantajo del fascismo sigue funcionando con el pueblo español. Es comprensible, después de los cuarenta años de la ominosa dictadura: un trauma que cicatrizó en falso, puesto que se ha reabierto con excesiva facilidad. La salud del pueblo español en esa dirección es reconfortante: ni un paso atrás por ahí, en efecto. El pueblo responde.
 
Menos reconfortante es que al pueblo español le pase como a los cantautores españoles: o le pones un Franco bien clarito o se lo come con patatas, pensando que no es Franco o incluso que es un anti-Franco. Todo el franquismo sociológico que se ha tragado, cuando no ha practicado, el pueblo español desde que murió Franco es de antología. A mucho Franco de facto aplaude, con tal de que no lleve la etiqueta 'Franco'.
 
Por eso nuestra pseudoizquierda es fácilmente franquista, en su antifranquismo. Le basta la retórica antifranquista, las contorsiones y convulsiones antifranquistas, para después poder practicar una conducta plenamente franquista con tranquilidad. Te declaras antifascista y ya puedes comportarte como un fascista: ese es el chollo político de nuestra izquierda reaccionaria o pseudoizquierda.
 
Así se moviliza y moviliza al electorado español, admirablemente antifascista aunque de ese modo esquemático y literalista que digo, y huyendo de Vox cae en manos de los populistas y los independentistas (incluidos los proetarras, los golpistas y los prófugos de la ley).
 
Hay algo emocionante en ello, escribí en otra ocasión, citando el verso de Rimbaud que también ha recordado recientemente Arias Maldonado: "Por delicadeza, perdí la vida".
 
Ya sabemos, España, que eres antifascista. Por eso un gobierno de PP-Vox, en el peor de los casos, hubiese tenido un efecto limitado. Hay suficientes anticuerpos en la sociedad para frenar lo malo de un gobierno así. Lamentablemente, no se puede decir lo mismo en el caso contrario.
 
El entrañable quijotismo español, siempre luchando contra molinos. Mientras se lo van comiendo los gigantes de verdad: ya no los gigantes de Cervantes, sino el gigante de Goya. Todo conveniente pasado por Valle-Inclán, Buñuel y Berlanga.
 
Nos tenemos que reír. ¡Depender de Puigdemont es lo que hace feliz a nuestra izquierda! Quiero decir: a nuestra pseudoizquierda, a nuestra izquierda reaccionaria.
 
* * * 

26.7.23

Elogio del extranjero que no se integra

No faltan en la Costa del Sol los cuchicheos sobre los extranjeros que no se integran. «Lleva treinta años aquí y no sabe una palabra de español», dicen (¡decimos!) a veces los lugareños. El guiri que no habla español es el guiri perfecto. Aunque por otro lado se le deja en paz. Esos extranjeros viven sin ningún problema. Lo prueba el propio hecho de que no hayan necesitado aprender el idioma. Al final son un contrapunto exótico que nos vuelve exóticos a nosotros también. «¿Cómo nos verán?», nos preguntamos de tarde en tarde. Para los malagueños que nacimos en los años sesenta, con el boom turístico en marcha, ellos han formado parte de nuestra vida, de toda nuestra vida. Junto con las horrorosas construcciones del litoral (las llamo horrorosas, pero les tenemos cariño, casi las amamos), ellos han estado siempre en el paisaje. Carecemos de una memoria sin extranjeros.
 
Hace ya tiempo que, en realidad, fantaseo con haber sido uno de ellos. Creo que la primera vez que sentí el encanto de su condición, su potencial estético, fue cuando leí una respuesta de Thomas Bernhard a Krista Fleischmann en el libro de conversaciones entre ambos (Thomas Bernhard. Un encuentro, Tusquets). Le pregunta Fleischmann al escritor austriaco en la de 1986 en Madrid: «¿Y por qué le gusta tanto venir a Madrid, a España?». Y dice Bernhard: «Eso tendría que preguntárselo a mi talante. Probablemente por el idioma español, me gusta oírlo, y porque siempre hay que sumergirse en una lengua extranjera como en un baño, donde se entiende lo menos posible pero se oye mucho. Eso es para mí el español. No entiendo casi nada, pero me gusta mucho escucharlo. Por eso leo también periódicos españoles, porque no comprendo casi nada. "La crisis en Austria", pone ahí, pero eso, en España, tampoco le interesa a uno. Lo mismo que, a la inversa, si un español estuviera en Viena, tampoco le interesaría que hubiera una crisis en España».
 
El último viaje de Bernhard, dos años después de aquella entrevista, fue a Torremolinos, cuyo mar fue su último mar. Aquí, a finales de 1988, enfermó definitivamente y regresó a Austria, donde murió a principios de 1989. En mis peregrinaciones al paseo marítimo donde se encuentra el hotel La Barracuda, donde Bernhard se alojó, he pensado con frecuencia en cómo nos vería desde ahí, exento del idioma y lo que somos, una pura sensorialidad extraña, extranjera. Los malagueños como decorado móvil de sus paseos; presencias con las que no podía (ni quería) comunicarse. Solo el intercambio de servicios con los camareros y demás empleados, tal vez la pregunta por la calle de alguna dirección. Una geografía, para él, desalojada de gente. Un cuerpo inmenso reducido a lo que ofrece la percepción, porque no se entiende lo que dice (incluida la percepción del sonido del idioma que no se entiende). Qué descanso, pienso. Qué felicidad.
 
Eso que se dice sobre Sevilla («Sevilla sin sevillanos, oh maravilla»), pero sobre Málaga: y no sin malagueños, sino con los malagueños presentes pero indescifrables. Trato de imaginar la experiencia, yo enajenado de mí mismo: sin mis recuerdos de aquí ni el conocimiento del idioma. Málaga como puro artefacto sensorial, sin referentes. El mar, la luz, la suavidad, la brisa. Y los transeúntes que pasan sin yo entenderlos. Un vino blanco en un chiringuito y olvido. No tengo recuerdos de ninguna niñez aquí, vivo en un presente limpio. Las olas, el sol, el horizonte azul. Ser extranjero porque del país en el que se está se toma solo el escenario: pero un escenario acariciante, no pasivo. Una mentalidad de turista, sin duda frívola, superficial, pasajera. Aunque se sea un turista permanente que lleve aquí treinta años. Málaga (la Costa del Sol) como una piel, solo una piel. Un cuerpo que calla. Y se ofrece.
 
En esa situación no sería ya, como dice Bernhard, que no te interesasen las noticias de Austria estando en España, sino que no te interesasen las noticias de España estando en España. Una purificación de la actualidad, una absolución del tiempo pequeño por el tiempo grande. Sería una experiencia antipolítica, o exterior a la política. Aunque curiosamente de una pujante rebeldía política: contra esos nacionalistas lerdos a los que les irrita que no se use su lengua y ponen multas; contra todos los fijadores, contra todos los constrictores, contra todos los empequeñecedores. Pero se trataría de una protesta sin énfasis, sin autoconciencia. Una liberación. No integrarse, mantenerse como un extraño. Ser el extranjero absoluto: ese sería mi ideal. 
 
* * * 
En Jot Down (del especial Málaga).

23.7.23

Morbos del 23-J, esperando a los fascistas y adiós a João Donato

[Montanoscopia] 

1. Morbos del 23-J: ver si cae Sánchez (y el sobrevenido y adherido Zapatero: dos por el precio de uno) y ver a qué vecinos les ha tocado estar en la mesa electoral. Esos desgraciados que podrías haber sido tú y que, por una vez, no lo eres. 

2. Esta será la segunda ocasión en mi vida en que seguiré el canto de sirena del "voto útil". De la primera me arrepentí casi de inmediato. Y tanto, que me juré no hacerlo más. Pero aquí hemos venido a repetir errores. 

3. Es curioso lo del voto: cómo fomenta la identificación. En el caso más primario (el de los militantes), es una identificación fija: siempre lo mismo, aunque su contenido mude; es una identificación con las siglas, les echen lo que les echen. En casos más evolucionados, se trata de una identificación en el momento electoral específico. No en todas las elecciones se vota lo mismo, pero con aquello que votamos cada vez nos identificamos. Y si no nos identificamos con nada, votamos en blanco o nos abstenemos; aunque, en este caso, más que no identificarnos con nada, nos identificamos con la nada: al menos ella es limpia; tememos que nos salte la mancha. El ideal sería, como en el taoísmo o el zen, no identificarse. Cortar ese anzuelo identitario que tiende a lanzarnos el voto. Votar sin identificación. Por nuestros propios intereses, por el interés del país o por consideraciones estratégicas de la ocasión; incluso por puro juego. Tomarse el voto como el jugador de ruleta se toma la ficha. Al fin y al cabo, cada voto en sí mismo es irrelevante. 

4. El que a los sanchistas les preocupara la mentira ha sido el secreto mejor guardado de la legislatura. 

5. El silencio de Felipe González es el silencio de la socialdemocracia. 

6. Vuelve Cavafis. Vuelve el poema "Esperando a los bárbaros". Nuestros, así llamados, hombres y mujeres de la cultura, ignorantes de que vivimos en una democracia y de que el poder político no lo puede todo (¡hasta tuvo que confesarlo Pablo Iglesias!), emiten vídeos, artículos y manifiestos ante la inminente llegada del fascismo. El fascismo que ahora, según ellos, encarna Vox; y también el PP por su contagio. Llevan años llamando 'fascistas' a todo el mundo. Hasta a UPyD y Ciudadanos los llamaron fascistas. Han malversado la palabra 'fascista' y por lo tanto se han arrebatado a sí mismos la credibilidad de las advertencias que, retorciéndose cada vez más, en un énfasis delator, emiten. Pero no llegará el fascismo. Al menos no esta vez. Y su decepción será como la de los personajes del poema de Cavafis (me permito cambiar 'bárbaros' por 'fascistas'): "¿Y qué va a ser de nosotros ahora sin fascistas? / Esta gente, al fin y al cabo, era una solución". 

7. Ha muerto João Donato, pionero absoluto de la bossa nova (estuvo en su germen, el Sinatra-Farney Fan Club que se fundó en Río de Janeiro en 1949) y músico vivo hasta los 88 años con que ha muerto, a un mes de los 89. ¿Cómo despedir a personas a las que debemos toneladas de felicidad? En 1953, con su acordeón sincopado en "Eu quero um samba", influyó en la batida de guitarra que adoptó João Gilberto cinco años después, con la que nació propiamente la bossa nova. Casi setenta años después, en agosto pasado, salió su último álbum, Serotonina, de una ligereza alegre y admirable. En una de las canciones ("Azul royal") está su testamento literalmente vital: "Simples/ hoje eu ganhei o dia/ e essa alegria/ dança no meu rosto sem parar". 

* * * 

21.7.23

Feijóo, partero de la verdad

[La Brújula (Zona de confort), 1:26:28

Hola, querido Rafa Latorre. En esta campaña me he reconciliado con los sanchistas. Yo pensaba que les daba igual la mentira, porque decían sí a todo lo que dijera Sánchez y si era mentira no les importaba. Concluí que se habían instalado en el nihilismo epistémico, ese territorio propicio a las fake news. Me alegra saber que estaba equivocado. Cuando ha sido Feijóo el mentiroso, los sanchistas se han precipitado a reprochárselo. No les daba igual la mentira, pues. Solo hacía falta que no la practicara su amado líder, sino el líder de la oposición. Me conmueve saber ahora lo mucho que sufren los sanchistas con la mentira y lo duro que ha debido de ser callárselo durante cinco años. Pero no solo se han callado su dolor, sino también las sofisticadas teorías que tenían sobre los efectos nefastos de la mentira en democracia. Me he fijado en particular en los sanchistas (o quizá sanchoyolandistas) de la filosofía. Dice un filósofo ahora (repito: ahora y no en cualquier otro momento de estos cinco años): "La democracia no es solamente una forma política, es también un proyecto epistémico de distribución de conocimiento. El uso estratégico de la mentira no es un simple instrumento político, es un disolvente de la esfera pública". Y otro filósofo: "Hay que tomarse en serio el uso de la mentira por parte de Feijóo. El objetivo no es solo ganar las elecciones, sino uno más ambicioso y de largo plazo, a saber, destartalar el régimen de objetividad pública sobre el que se asienta la esfera democrática. Es decir, pretende suprimir las condiciones de posibilidad de la democracia misma". Nada de esto hubiéramos llegado a conocerlo si a Feijóo no se le ocurre mentir. Pero sus mentiras han resultado, como la mayéutica de Sócrates, parteras de la verdad.

20.7.23

Mi Michavila interior

Está el Michavila exterior, o sea, el prestigioso demóscopo Narciso Michavila, y está mi Michavila interior, el demóscopo (sin prestigio) que llevo dentro. El Michavila exterior hace sus pronósticos de acuerdo con la ciencia demoscópica; mi Michavila interior los hace sin instrumental científico alguno, por ósmosis con el electorado. Ante las elecciones del próximo domingo, el Michavila exterior asegura que Feijóo no obtendrá la mayoría absoluta. Mi Michavila interior, en cambio, asegura que sí. De este modo tan campanudo convierto el 23-J en una pugna entre el Michavila exterior y mi Michavila interior. ¡A ver quién gana!

Es una pugna que, naturalmente, desconoce el Michavila exterior, absorbido como está por su pugna con los demás demóscopos convencionales. En particular con el demóscopo gubernamental Tezanos. "Carrera de cuadrigas de Ben-Hur entre Tezanos y Michavila", la ha llamado Hughes. Pero mi Michavila interior se cuela cual potrillo exento, con un galope savateriano que deja al de Gish en pañales. Sí, Feijóo va a obtener la mayoría absoluta: el electorado me lo comunica por ósmosis. Está la opinión publicada, que es o sanchista o tristemente feijooísta, y está la opinión pública, que no llega a ser feijooísta, pero sí antisanchista.

En el mundillo académico, artístico e intelectual se han montado una tremenda historia en la cabeza sobre involuciones, persecuciones de minorías y anulaciones de derechos. Para ellos el 23-J es, de nuevo, la guerra civil. Si vuelve a ganar Franco, es decir, el PP-Vox, se acabó la democracia. Algo enternecedor asoma en esta postura: de pronto había una democracia que perder, esa que jamás reconocieron plenamente. Y siguen sin reconocerla en el fondo, puesto que piensan (quizá proyectando lo que intentan los suyos) que un gobierno PP-Vox podría hacer lo que quisiera, saltándose el Estado de derecho y el juego democrático e institucional.

Sin embargo, la calle (¡ese electorado con el que me comunico por ósmosis!) sabe que la democracia (que viene reconociendo plenamente desde la Transición) no está en peligro, y que no habrá persecuciones de minorías ni anulaciones de derechos. La calle siempre le falla a nuestro mundillo académico, artístico e intelectual. La calle lo que quiere (¡cuánto me transmite por ósmosis!) es sacudirse a Sánchez, ese presidente altanero que le ha mentido en abundancia. Sin que, por cierto, el mundillo académico, artístico e intelectual pestañease; este solo ha recordado (y encima con dolor: ¡menudas jaculatorias estamos viendo, aparatosos desmayos!) lo mucho que le importaba la verdad cuando ha sido Feijóo el mentiroso.

Para el electorado (¡ósmosis mía y némesis de Sánchez!), el 23-J no está en juicio la democracia, sino su dignidad. La pregunta es si puede quedarse sin castigo un presidente que le ha faltado el respeto, le ha mentido y ha hecho lo que ha hecho Sánchez. La pregunta es si el electorado tiene tragaderas con un Trump o un Bolsonaro solo porque es alto, guapo y se autoproclama retóricamente antitrumpista y antibolsonarista; o antiorbanita también, nuestro Orban. El 23-J el electorado vota si se toma en serio.

Y ha de hacerlo sin votar a Vox, por supuesto. Si vota a Vox, un partido apretao y simplista, altisonante, australopitéquico, el electorado tampoco se estará tomando en serio, sino que estará emitiendo una pseudorrespuesta estomacal. Aquí confieso que estoy siendo más prescriptivo que descriptivo, con la ilusión de que sea el electorado el que también se comunique conmigo por ósmosis y algo le llegue. Al fin y al cabo, a diferencia del Michavila exterior, ese frío científico demoscópico, mi Michavila interior tiene su corazoncito y su tendencia y quiere una mayoría absoluta del PP como mal menor (de momento). 

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16.7.23

"Tarde de esplín junto al ventilador"

Olga Merino, en El Periódico.

El galope del CISh, la pasokización del PSOE y las Puertas del Sol

[Montanoscopia] 

1. Fue desternillante cuando todos los sanchistas, tanto los políticos como los periodistas (la diferencia entre estos y los primeros es que su sectarismo lo disfrazan de profesionalidad) se pusieron a hablar del "galope de Gish" en sus protestas contra Feijóo tras la victoria de este (y la derrota de su Sánchez) en el debate electoral del pasado lunes. "El galope de Gish" parece una de las artimañas de Schopenhauer en El arte de tener razón. También es conocido (leo en Wikipedia) como "ametralladora de falacias". ¡Oh tiernos sanchistas, que ven la aguja en el ojo de Feijóo ('Feiojo', como dice mi madre) y no la viga en el de Sánchez! Hay veces maravillosas en que un elemento del que nadie había hablado jamás por estos pagos, así "el galope de Gish", aparece de pronto en todos los discursos. No hace falta ser Colombo para para ver la trazabilidad del argumentario... En aquella canción de Pepe da Rosa sobre los detectives, por cierto, se decía en la parte de Colombo estos versillos inolvidables: "Se mete por el ojo de una aguja / y da con el granuja". 

2. Pareado antisanchista 

Para galope de Gish, 
el del CISh. 

3. La pasokización del PSOE es, para este partido, una amenaza cierta. Y merecida. Más de lo que se la mereció el PASOK. 

4. El PSOE está a punto de convertir al PP en el PRI español: el único partido institucional, aunque no revolucionario (tampoco lo era el PRI mexicano). Nos va a gobernar décadas con su política pancista. España dejará de ser un país sexi y las calles serán semilleros de niños y niñas de primera comunión de todas las edades. Los progresistas estaremos jodidos. Pero era eso o Sánchez. 

5. La única solución antivoxista, lo sabe hasta Sánchez, es ya votar masivamente al PP para darle la patada a Vox. Solo que es una apuesta arriesgada, a vida o muerte, como la ruleta rusa: si no aciertas, te vuelas la sien; es decir, metes a los apretaos de Vox en el Gobierno. 

6. Conversaciones feijooístas 

—¿Cómo ha estado Feijóo? —me pregunta un amigo tras leer un tuit mío sobre la entrevista que le ha hecho Alsina en Onda Cero. 
—Flojo. Alsina lo ha dejado en evidencia varias veces. 
—No salimos de pobres. 

7. El problema de los de El País es que van de casuals, informales, irreverentes, molones, modernetes y tal... pero llega un momento (como en el caso del hilarante "Que te vote Txapote") en que se tienen que poner moralistas . Son, de ese modo, variantes indies de los curas del guitarreo posconciliar. 

8. Son verdaderamente emotivos los artículos dolientes sobre el lema "Que te vote Txapote". Todos incluyen el momento de lo mucho que el o la articulista sufrió los días del secuestro y asesinato de Miguel Ángel Blanco. Un sufrimiento incuestionable, porque lo sentimos todos (o casi todos). Lo que pasa es que esa sensibilidad que expresa ahora el o la articulista no se manifestó cuando el PSOE pactó con los herederos y exaltadores de los asesinos de Miguel Ángel Blanco, sino ahora que se le pide cuentas por ello. ¡Ay estas sensibilidades ajustadas milimétricamente a un partido y a la línea editorial de tu periódico! Como en otros casos, no creo que sea cinismo, sino algo peor, más deprimente. 

9. Es verdad que Bildu siempre ha estado con las víctimas: produciéndolas. 

10. Todo queda borrado o redimido, sin embargo, por el majestuoso duelo estos días en el Tour de los ciclistas Vingegaard y Pogačar en los Alpes: sus bicicletas limpias, trágicas, ascendentes a las Puertas del Sol. 

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14.7.23

'Que te vote Txapote': un gas hilarante

[La Brújula (Zona de confort), 1:24:30

Hola, querido Rafa Latorre. Llevo días partiéndome de risa con la que se ha montado con "Que te vote Txapote". Sé que mi postura no es sana, pero aquí hemos venido a ser insanos. Es un regocijo dionisiaco, sin control, que me lleva a practicarlo en situaciones sin duda inadecuadas. Por ejemplo, cuando se ha anunciado para septiembre la nueva novela de un novelista sanchista, me ha salido del alma: "¡Que la lea Txapote!". La frase, desde luego, es repugnante. Es una bajeza improcedente. Pero así funciona el pueblo, cuando es el real, el de abajo, y no el que se postula en los engrudos académicos. Los lemas del pueblo son certeros, cabrones y pegadizos. Si prenden y se expanden, ya no hay nada que hacer. Así lo vio Pablo Iglesias, al que los ojos le hacían chiribitas. Sabía que la derecha había ganado, que había encontrado de un chispazo ese fuego movilizador que él lleva buscando toda la vida y no ha encontrado nunca. Es una vileza a su medida, que no hubiera surgido antes de la era Podemos. "Que te vote Txapote" es un genuino gas hilarante, de propiedades corrosivas. No se había producido un contagio colectivo así desde las genialidades de Chiquito. Solo que lo de Chiquito era pura felicidad y concordia civil y lo de Txapote guasa de media España contra la otra media. Muy propio de nuestros menguados tiempos. Pero la respuesta sanchista ha sido penosa, impostada. Deberían haberse guardado la indignación para cuando pactaron con Bildu. Lo mejor es que también Bildu se ha sumado a la indignación. Con esto el caso queda visto para sentencia, naturalmente. Pero hay que reconocer que Bildu tiene razón cuando dice que siempre ha estado con las víctimas. En efecto, Bildu siempre ha estado con las víctimas: produciéndolas.

13.7.23

La guinda del sanchismo

No entiendo el enfado de los sanchistas por el debate electoral del lunes. Fue la guinda del sanchismo. En él se exhibió en su esplendor el objeto de sus sumisiones y devociones. Eso que allí había era su Sánchez. Aquel por el que se han degradado hasta extremos desconocidos en la sectaria política española, propensa a la degradación pero con un límite; bastante bajo pero límite. Hasta que llegó Sánchez y lo rebasó, arrastrando a los suyos a sótanos insospechados. El posdebate no es más que la pataleta de sus sumisos y devotos a punto de ser chupados por la historia.

Cuánto hubiera dado Sánchez por tener enfrente a Casado, un histérico a su medida. Un gritón inane. Pero tuvo a Feijóo, un tranquilote aproximadamente senatorial cuyo único peligro era perder la calma. No la perdió. Así, pudo asistir en primerísima fila a un espectáculo grotesco pero esperanzador: el hundimiento de Sánchez, en aquel búnker ante las cámaras. El retrato de Dorian Gray comenzó a agrietarse y a deshacerse en purulencias, las patéticas muecas del guaperas en su descomposición en directo. En los planos largos de Sánchez, se veía su baile de San Vito facial por detrás de la espalda de Feijóo: la reconfortante calva en la coronilla de este, símbolo de la continuidad del Estado burgués y sereno. Cuando la cámara enfocaba la cara de Feijóo, era aún peor para Sánchez: se veía su sonrisilla cuca, la siempre querible imagen de un gallego pasándoselo moderadamente teta.

El sanchismo llegó hasta allí. Todos sus hilos confluyeron en la noche desastrosa. ¡Momentum catastrophicum! Todos sus tics, todas sus mediocridades y tendenciosidades, toda su vaciedad, toda su agresividad faltona, todo su desprecio por el otro, toda su baratura explotaron de golpe, formando un espectáculo de fuegos artificiales que se reflejaban en las apacibles gafas de Feijóo. Este era un privilegiado que estaba en el sitio exacto en el momento justo, ante las miradas de millones de españoles. El maniquí estalló con él delante. Y se quedó (Feijóo) ante los aspavientos póstumos del hombre que ya no estaba allí. (La pregunta es si allí hubo alguna vez alguien.)

Se enfadan los sanchistas. Dicen que Feijóo fue bronco. ¡Bronco Feijóo, estando Sánchez! ¡O que la culpa fue de los moderadores! Pero Sánchez lo hizo todo. En el primer minuto ya estaba descolocado, descentrado, relinchando como el caballo loco que siempre ha sido. Su única opción era instalarse en la pose de presidente, asentado en su poder, y desde esa base lanzar sus cuchilladas, que iban a ser necesariamente matonescas y bajunas pero al menos atadas a algo. Pues bien: esa única opción la desbarató Sánchez. Fue una protesta absurda de su narcisismo herido. Sencillamente, no soporta no ya que le lleven la contraria, sino que se pueda existir fuera de su control. La expansión de su narcisismo exige un mundo sanchista. Solo cuando Sánchez ha entendido que bajo la denominación de 'sanchismo' se agrupan defectos, ha prorrumpido en alaridos dolientes.

Paradójicamente, es el aspecto humano el que da pena. Es una víctima espectacular. Por debajo del juego político, siempre sucio, me estremecí al pensar en la posibilidad de que este hombre no sea un cínico, sino que se lo cree. Su estupor es real, su dolor es real. No entiende por qué lo atacan, por qué quieren sacarlo de la presidencia cuando él es lo mejor. Así se ve a sí mismo. Sin que se lo desmienta nadie de su entorno. Los que le atacan son malos. Le crispan las agresiones injustas. Sufre por la maldad del mundo antisanchista. Da más miedo esta posibilidad. 

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7.7.23

Entrevista en La Brújula sobre 'Oficio pasajero'

Entrevista de Rafa Latorre: audio.

Periodismo crítico con el poder

[La Brújula (Zona de confort), 1:23:50

Hola, querido Rafa Latorre. Siento debilidad por el periodista (¡o la periodista!) que entiende su vocación como una crítica al poder. Es una vocación invencible y no hay nada que la desvíe de su camino. Por ejemplo, si ese (¡o esa!) periodista es devoto (¡o devota!) de un partido político determinado (hay periodistas así) y ese partido llega al poder, no piensen que abandona su crítica al poder. Al contrario, su crítica al poder la mantiene contra viento y marea. Lo estamos viendo con los (¡y las!) periodistas sanchistas durante el sanchismo, con perdón. Sí, cuando es Sánchez el que detenta el poder, el periodista (¡o la periodista!) sanchista mantiene su crítica al poder. Pero claro, lo hace con una particularidad. Su vocacional crítica al poder no la ejerce propiamente contra el poder, es decir, contra el poder del presidente en este caso, sino contra el poder de los que se oponen al presidente, ya sean los políticos de la oposición o los periodistas que (ellos sí) ejercen su crítica contra el poder del presidente. Porque sucede que ese (¡o esa!) periodista cuya vocación es la crítica al poder, tiene una vocación aún más poderosa: la vocación partidista. Son, de hecho, periodistas de partido, o de facción. Periodistas sectarios (¡o periodistas sectarias!), para entendernos. De manera que su vocación periodística de crítica al poder se ejerce (¡y de qué manera!) contra el poder de los que no son de su partido. El (¡o la!) periodista que ejerce vocacionalmente la crítica al poder pero que tiene su partido en el poder, mata el gusanillo de su vocación crítica al poder ejerciendo la crítica a los que ejercen la critica al poder que él (¡o ella!) no ejerce. Acusándolos, ciertamente con un lenguaje muy propio del poder, de que son "soflamas mañaneras".

Entrevista en el diario Sur sobre 'Oficio pasajero'

"Los placeres y Montano"

Por Agustín Rivera, en Zenda.

6.7.23

'Oficio pasajero', la novela del joven Montano

Por Luis Prados de la Escosura, en The Objective.

Superioridad del ciclismo

Cenando la otra noche con Vidán recordé el momento exacto en que nació mi pasión por el ciclismo. Él, más joven, pensaba que me venía de los tiempos de Perico Delgado, a principios y mediados de los ochenta. Pero no. Yo entonces no era aficionado. Por supuesto, veía algunas etapas y estaba al tanto; pero en un segundo plano, sin interés. Bromeaba sobre las pájaras con los amigos, ponía la tele en alguna jornada de montaña, en que casi miraba más los paisajes que a los ciclistas, y no sabía muy bien cómo se tomaban los tiempos. Se me pegaban, eso sí, como a todo el mundo, las sintonías de la Vuelta, y esto ya desde los finales setenta, con "September" de Earth, Wind & Fire, o "Born to be alive" de Patrick Hernandez. Más tarde vendría "Con los dedos de una mano" de Azul y Negro... También escuchaba las noticias y algunas retransmisiones de ciclismo de José María García, pero por él, no por el ciclismo.

Hasta que saltó la chispa, con esa cierta magia romántica, o medieval, del filtro amoroso. Mi pasión ciclística, a la que le he entregado horas y horas, se debe al comentario de menos de un minuto de alguien inesperado: Federico Jiménez Losantos. Yo era oyente de la tertulia de José Luis Balbín en Antena 3 Radio, que ha sido la mejor de la radio española hasta hoy. Ya le vale a Balbín: no solo presentó el mejor debate de televisión, La Clave, sino además la mejor tertulia de radio. (La clave era Balbín, naturalmente.) Uno de sus tertulianos era Losantos, que en vísperas del comienzo de la Vuelta a España de 1990, en primavera entonces, dijo que el ciclismo sí que era épico y no la política. Comparó la grandeza de los ciclistas con la pequeñez de los políticos y yo me quedé con la copla. "Pues voy a seguir la Vuelta este año todos los días, desde el primero, a ver qué pasa". Lo hice y lo que pasó fue que me apasioné.

Mientras yo me apasionaba, los comentaristas decían que era una Vuelta aburrida. Una escapada en Ubrique les había dado un montón de minutos a un grupo de corredores, uno de los cuales, el italiano Marco Giovannetti, terminó ganando la Vuelta. Pero me conquistó el caso de Pello Ruiz Cabestany, que parecía renacer después de haber desaparecido durante varios años tras sus prometedores comienzos con Delgado. Ganó la contrarreloj de Zaragoza, pero luego no pudo en la etapa decisiva de los puertos de Madrid y quedó cuarto en la general. Me enganchó aquel renacer que no se consumaba. Desde entonces seguí a Cabestany como un fan, pero me dio poquísimas alegrías. Sin embargo, gracias a que yo ya estaba de espectador atento, pude asistir con plenitud a la era Indurain, desde sus prolegómenos. O sea: felicidad.

Ahora se disputa el Tour de Francia, que ha empezado en el País Vasco (Bilbao y San Sebastián). Estos días se corren las primeras etapas de montaña en los Pirineos. El Tour termina el mismo día de las elecciones del 23-J. Irán en paralelo la campaña electoral de los pequeños políticos y los pedaleos de los grandes ciclistas. La épica en las carreteras y en las montañas, subidas y bajadas portentosas, esfuerzo, agonía, caminos de perfección en bicicleta. Y la comedia en los mítines y los debates electorales, el show infatuado de las promesas y las mentiras, de las pullas baratas, de la autocomplacencia. Y al final el pódium en París y los botes en un balcón de Génova o Ferraz. Un julio entretenido. 

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4.7.23

Presentación de 'Oficio pasajero' (Málaga)

 

Presentación de Oficio pasajero de José Antonio Montano (ed. Sr. Scott) con Manuel Arias Maldonado en la librería Luces de Málaga.

3.7.23

'Oficio pasajero', hoy y mañana

Hoy (¡3 de julio!) llega a las librerías mi diario Oficio pasajero (1989-1999) y mañana lo presentamos en Málaga con Manuel Arias Maldonado en la librería Luces, a las 19h.

2.7.23

Trancas, Barrancas, María Guardiola y el sismógrafo electoral de un votante fino

[Montanoscopia]

1. Nunca había visto El hormiguero, solo fragmentos destacados en las redes sociales. Esta semana, por profesionalidad, me puse enteras las entrevistas a Sánchez y a Feijóo. Sánchez salió bien y Feijóo salió mejor. Pero hice un descubrimiento: ellos, Sánchez y Feijóo, son los verdaderos Trancas y Barrancas. Que además así es como va el bipatidismo en este país, los dos grandes partidos avanzando malamente y desbarrancando hacia sus extremos... 


2. El nombre de las famosas hormigas de Motos me recuerda el caso genial de la competición de títulos entre Mario Vargas Llosa y Alfredo Bryce Echenique, los dos grandes novelistas peruanos. El primero le puso a su recopilación de artículos Contra viento y marea. Y el segundo replicó poniéndole a la suya A trancas y barrancas. Yo, ni que decir tiene, estoy más con Bryce Echenique. No por voluntad (¡ya quisiera tener la de hierro de Vargas Llosa!), sino por destino. Carácter es destino y el mío es ir a trancas y barrancas, tropezando, zozobrando, naufragando... ¡Menudo espectaculito! 

3. Algo hay que agradecerle a María Guardiola, la mujer que representa al PP ideal (para nosotros los socialdemócratas), pero que se ha resignado a encarnar al PP real: haber propiciado que El País por fin publique concienzudos artículos y editoriales sobre el incumplimiento a la palabra dada y la falta de coherencia, después de haber no solo consentido, sino festejado, todos los incumplimientos e incoherencias de Sánchez. 

4. La torpeza de Guardiola, reprobada por columnistas y tertulianos que en lo esencial piensan igual que los partidos (la maquinaria mediática tiende a ser la misma que la política, con poco espacio para otras cosas), ha tenido el contrapunto de la cuestión moral, que ha aflorado tortuosamente. En lo político Guardiola se equivocaba, eso también yo lo veo: perjudicaba la estrategia del PP, una vez que este decidió no contar con apoyos que no fuesen de derechas. Pero manifestaba ese malestar de los pactos con un partido impresentable como Vox; pactos que ha legitimado Sánchez con los suyos peores, pero sin restarles impresentabilidad. Malestar que ha decidido tragarse para seguir en política y ser presidenta de Extremadura. El desenlace ha sido bochornoso, pero no ha estado ausente de vibración moral. La decisión tenía algo de tragedia griega, un poco a lo Antígona. La conciencia de Guardiola ha aflorado en su carne y en su rictus. El sapo que se comió le ha dejado huella. (Nada parecido ocurre con Sánchez: la conciencia es un animalito que no habita en él.) 

5. Brillante artículo de Arias Maldonado en este periódico, en el que me clava: "el votante fino es un abstencionista que solo ocasionalmente encuentra razones para romper su mutismo electoral". Ciertamente ando desgarrado (¡también soy un Antígono!), porque estoy convencido de que hay que echar a Sánchez, pero me repugna la posibilidad de que sea a costa de un gobierno con Vox. Desde las elecciones del 28-M he sufrido constantes sacudidas. Me permito enumerárselas (¡rogándoles, a lo Apollinaire, que tengan piedad de mí...!). 

Mi sismógrafo electoral 

a) Alocución de Sánchez el miércoles poselectoral: voto PP. 
b) Pacto del PP con Vox en Valencia: abstención. 
c) Declaraciones en favor de Bildu del delegado del Gobierno en Madrid: ¡voto Vox! 
d) Collboni alcalde de Barcelona gracias al PP: voto PP. 
e) Lío en Extremadura: abstención. 
f) Sánchez y Feijóo en El hormiguero: voto PP (¡y me enamoro de Alberto en el Orgullo Gay). 
g) Cautiva y desarmada, Guardiola pacta con Vox: ¡abstención! 
h) César Antonio Molina apoya al PP: ¡voto PSOE! 

(Continuará...) 

6. Los sanchistas de Feijóo son los animales inminentes del zoo político hispánico. 

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1.7.23

Eduardo Jordá sobre 'Oficio pasajero'

Primer artículo sobre Oficio pasajeroEduardo Jordá en los periódicos del Grupo Joly (Málaga Hoy, Diario de Sevilla, Diario de Cádiz, El Día de Córdoba, Granada Hoy, Diario de Almería, Huelva Información...).