Hola, querido Rafa Latorre. En esta campaña me he reconciliado con los sanchistas. Yo pensaba que les daba igual la mentira, porque decían sí a todo lo que dijera Sánchez y si era mentira no les importaba. Concluí que se habían instalado en el nihilismo epistémico, ese territorio propicio a las fake news. Me alegra saber que estaba equivocado. Cuando ha sido Feijóo el mentiroso, los sanchistas se han precipitado a reprochárselo. No les daba igual la mentira, pues. Solo hacía falta que no la practicara su amado líder, sino el líder de la oposición. Me conmueve saber ahora lo mucho que sufren los sanchistas con la mentira y lo duro que ha debido de ser callárselo durante cinco años. Pero no solo se han callado su dolor, sino también las sofisticadas teorías que tenían sobre los efectos nefastos de la mentira en democracia. Me he fijado en particular en los sanchistas (o quizá sanchoyolandistas) de la filosofía. Dice un filósofo ahora (repito: ahora y no en cualquier otro momento de estos cinco años): "La democracia no es solamente una forma política, es también un proyecto epistémico de distribución de conocimiento. El uso estratégico de la mentira no es un simple instrumento político, es un disolvente de la esfera pública". Y otro filósofo: "Hay que tomarse en serio el uso de la mentira por parte de Feijóo. El objetivo no es solo ganar las elecciones, sino uno más ambicioso y de largo plazo, a saber, destartalar el régimen de objetividad pública sobre el que se asienta la esfera democrática. Es decir, pretende suprimir las condiciones de posibilidad de la democracia misma". Nada de esto hubiéramos llegado a conocerlo si a Feijóo no se le ocurre mentir. Pero sus mentiras han resultado, como la mayéutica de Sócrates, parteras de la verdad.