30.6.24

Importancia del CGPJ, Montesquieu, Hamlet y Unamuno asesinado

[Montanoscopia] 

1. El CGPJ tiene mucha importancia. Sirve para calibrar quién es buen tertuliano y quién no. El bueno dice cegepejota de corrido: ¡Cegepejota, cegepejota! No sé si lo ensaya, pero en la tertulia le sale cegepejota con virtuosismo, como un Paganini de la fonética. Yo me veo incapaz de decir cegepejota sin trabucarme. Haría el ridículo, sonaría amateur. Por el CGPJ no soy tertuliano. 

2. Alfonso Guerra niega que pronunciara la frase "Montesquieu ha muerto" cuando se aprobó la Ley del Poder Judicial en 1985, de donde vienen las tribulaciones con el CGPJ. Pero sé de alguien que la pronunció, porque yo estaba allí. El profesor Fajardo entró en su clase de Historia del Pensamiento Político y Social de aquella mañana diciéndola. A los estudiantes de Periodismo de la Complutense se nos quedaban esos titulares. El PP y el PSOE vuelven ahora a sus pasteleos bipartidistas, que de repente parecen virtuosos por comparación con los pasteleos antibipartidistas de los últimos años. Los que abogábamos por una cierta pulcritud formal ya estamos fuera: el electorado español nos ha sacado limpiamente. 

3. En el turno de preguntas de la presentación de Contra Babel en Madrid (fue en la Fundación Tatiana y al autor lo acompañaban Pablo de Lora y Daniel Gascón; la pregunta la hizo Tsevan Rabtan), Manuel Toscano dijo una frase sensacional: "a lo mejor vamos a un Pentecostés tecnológico". En ese momento la problemática de las lenguas desaparecería: todos las entenderíamos todas –como los apóstoles con las llamitas del Espíritu Santo– gracias a la tecnología. Se habría disuelto entonces, técnicamente, la maldición de Babel. 

4. El problema de Biden al final no es su senilidad, sino que no se quiera ir. Ahí está la brecha de su capacidad para ser presidente, en la carencia de esa noción. Por otro lado, sigue el espectáculo glorioso de nuestros sanchistas: criticándole a Trump todas sus sanchadas. Con una furibundez claramente autoexculpatoria. 

5. Gerardo Pisarello ha venido a destruir España con resentimiento "colonial". Desde la ignorancia, naturalmente. Y es bello (y un poco tonto) que España se lo permita: al fin y al cabo, goza de la ciudadanía española y puede hacer y decir las burradas de cualquier español. ¡Unamuno asesinado! Me he acordado de aquellos dos versos de Vicente Aleixandre que me regocijaban de adolescente frente a los malos profesores (también los tuve buenos): "Se ha visto al docto profesor que no entiende / hablar largamente de lo que no entiende". 

6. Creo que en tiempos de Aleixandre no se entendía "entiende" como ahora. Decía Luis Antonio de Villena que a quien era gay Aleixandre lo llamaba "epéntico". De entenderse "entiende" como ahora, los versos citados resultarían jocosos para el circulito. Siempre me acuerdo, en este sentido, de la traducción de Hamlet que hizo Vicente Molina Foix. En el célebre momento puso: "Ser o no ser, esa es la opción". La opción sexual, claro; ser o no ser "epéntico". ¡Reconvirtió a Shakespeare en chistecillo gay! Me pareció fabuloso. 

7. Van a rehabilitar por fin la casa de Aleixandre. Yo la veía desde mi ventana del colegio mayor, amarilla a lo lejos. Aleixandre había muerto el año anterior. A veces me ponía en la puerta y me imaginaba a Luis Cernuda subiendo por la calle en los años treinta, la chaqueta en el brazo porque ya era junio. Lo imaginaba tan intensamente que lo llegaba a ver. Realidad y deseo. Pasaba de largo y entraba a visitar a su amigo. 

8. El Tour en Florencia. Escribo esto antes de que hayan empezado a rodar los ciclistas, pero puedo anticipar la plenitud: belleza pura del Renacimiento. 

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27.6.24

Reedición de 'Radiaciones'

El acontecimiento editorial del año es la reedición de Radiaciones, de Ernst Jünger, "el mejor libro posible", como le escribí a un amigo al que se lo regalé. Puesto que es conocida mi devoción, muchos me han venido consultando en los últimos años y sé por ellos que era inencontrable y que los pocos ejemplares que aparecían de segunda mano se vendían a más de cien euros. Cuando alguien hallaba uno a cincuenta o sesenta, le decía sin dudarlo: "¡Cómpralo!". Ahora Tusquets lo ha reeditado y vuelve a estar en las librerías a un precio normal.

La edición es bonita; no tanto como la primera de 1989 (tomo I) y 1992 (tomo II), pero se lee mejor. La idea de que las dos portadas juntas compongan el rostro de Jünger es fantástica, aunque tendrían que haber escogido la foto de un Jünger más maduro, como es el de estos diarios, cuya madurez los diferencia precisamente de Tempestades de acero, su libro sobre la Primera Guerra Mundial. En su estupendo prólogo, el traductor Sánchez Pascual resalta la diferencia que el propio Jünger anota en una entrada de 1940: "En ciertas encrucijadas de nuestra juventud podrían aparecérsenos Belona y Atena –la primera con la promesa de enseñarnos el arte de guiar veinte regimientos de combate de manera que estuvieran en su puesto en el momento de la batalla, mientras que la segunda nos prometía el don de juntar veinte palabras de manera que formasen una frase perfecta. Y pudiera ser que eligiésemos el segundo de los laureles; este crece, más raro e invisible, en las pendientes rocosas".

El diario de la Segunda Guerra Mundial, es decir, estos dos tomos de Radiaciones, es lo que hay que leer de Jünger. Abarca de 1939 a 1948 y lo componen seis partes: "Jardines y carreteras", "Primer diario de París", "Anotaciones del Cáucaso", "Segundo diario de París", "Hojas de Kirchhorst" y "La cabaña de la viña. Años de ocupación". El imponente Prólogo que el autor escribió posteriormente es una obra maestra en sí mismo. En él da la definición exacta de lo que el lector se dispone a leer: "un curso de metafísica realizado entre parábolas". El efecto literario de la escritura de Jünger es que lo concreto trasciende: "en las cosas visibles están todas las indicaciones relativas al plan invisible".

En cuanto a las radiaciones del título: "entiéndase por ese término, en primer lugar, la impresión que en el autor dejan el mundo y sus objetos, el fino enrejado de luz y de sombra formado por ellos. [...] También recibimos radiaciones del ser humano, de nuestros prójimos y de quienes nos quedan lejos, de nuestros amigos y de nuestros enemigos. [...] En cada instante estamos envueltos en haces de luz que nos tocan, nos rodean, nos traspasan [...]. Estamos así esforzándonos sin pausa en dirigir, en armonizar, en elevar al nivel de las imágenes las ondas de luz, los haces de rayos. No significa otra cosa vivir". Jünger estaba como militar en el bando malo, el alemán, aunque él no era nazi (participó en la conspiración contra Hitler, a quien hasta su desaparición menciona como Kniébolo). Por eso este otro propósito, que se plasma en cada página, está cargado de tensión: "[el diario] debía servir a mi propia formación –en cierto modo como entrenamiento en la justicia".

El único problema del diario de Jünger es que, por ser perfecto, necesita un mundo imperfecto, incluso catastrófico, para que su potencia sea máxima; así el terrible de la Segunda Guerra Mundial, con el dolor muy presente. Jünger concluye el segundo tomo de Radiaciones a finales de 1948, en la Alemania devastada de la posguerra. Cuando retoma el diario diecisiete años después el mundo es otro y sus páginas, que siguen siendo grandiosas, ya no son imprescindibles.

Sí es imprescindible esta anotación de la primera entrada, fechada el 30 de marzo de 1965 (Jünger acababa de cumplir setenta años, por eso la nueva serie, aunque se inserta en el proyecto de Radiaciones, lleva el título específico de Pasados los setenta): "En la juventud es frecuente una atmósfera general lóbrega, cual si el otoño proyectase sus sombras por adelantado. Poco a poco va aclarándose la vista; también a vivir hay que aprender". 

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23.6.24

Entrada al salón de Trapiello (y otros invitados)

[Montanoscopia] 

1. Hay un artículo glorioso que Fernando Pessoa publicó en la prensa portuguesa en 1935. El diputado José Cabral había presentado un proyecto de ley para prohibir las asociaciones secretas y escribió Pessoa: "considerando que por 'asociación' se entiende una agrupación más o menos permanente de hombres, ligados por un fin común, y que por 'secreto' se entiende lo que, por lo menos parcialmente, no se hace a la vista del público o, si se hace, no se vuelve completamente público, puedo, ahora mismo, denunciar al Sr. José Cabral una asociación secreta: el Consejo de Ministros". Lo mismo podremos hacer en España con la ley antibulos que pretende sacar el Gobierno. 

2. Amparo Rubiales ha declarado formalmente algo que ya sabíamos: que es una sectaria del copón y que ella dice lo que el PSOE le dice que diga. Justifica su "patriotismo de partido" en que su partido, a diferencia de su país, lo ha elegido ella. Sí, ella eligió al PSOE. A partir de ahí, lo que sea y haga el PSOE ya se lo van eligiendo a ella. 

3. Es tan bajito que sus genuflexiones son de corto arco. Aunque en Twitter le quedan colosales. 

4. Estoy con mucho lío y no he podido leer el Fractal de Andrés Trapiello (Alianza), pero lo he picoteado. Lo suficiente como para recomendarlo a quien quiera adentrarse en el magno Salón de pasos perdidos, título genérico del diario (o novela en marcha) del autor. Un propósito de la edición es este: servir de entrada al salón. Otro es hacer un concentrado de momentos imprescindibles, pero sin que estas páginas escogidas dejen de causar la impresión de cualquier tomo del diario, en que no todo es memorable; se ha acertado a recoger también tramos de pausas contemplativas. El encanto que he atisbado es en parte conceptual: ha salido una suerte de año (en realidad de tres años, puesto que hay tres libros, cada uno con su Año Nuevo y su Nochevieja) hecho con retazos de varios años. Sale de este modo una especie de año total, que contiene diversas edades del autor, sus personajes y su mundo. La vida de Trapiello se salva así en un estadio platónico en que el tiempo se ha diamantizado –sin dejar de insinuar los rasgos de su fluidez. Lo bonito es que este tomo excéntrico puede insertarse con naturalidad en el curso del proyecto. Ya que se trae el término fractal, hay que reconocer que cada tomo del diario ha sido siempre un fractal del diario completo. Por eso, cuando me han preguntado que por cuál empezar (¡yo que me los he leído todos!), he respondido que da lo mismo. El lector puede leer el que tenga a mano, y después todos los que vaya teniendo a mano. Los reajustes cronológicos (por ejemplo, si los hijos están en el colegio, el instituto o la universidad) los hace el lector mentalmente sin problema; y obteniendo un cierto aire de novela contemporánea si le llegan en desorden. Mantengo mi consejo, pero añado que se puede empezar brillantemente por este Fractal, y luego que se siga por donde sea: los tomos normales le aportarán un transcurso más demorado del año. Es una lectura adictiva porque está hecha con la vida y acompaña a la vida. 

5. No ha muerto el lingüista y cheerleader de dictadores zurdos Noam Chomsky. Pero morirá. Como tú, como yo. Somos –lo dijo Pessoa– "cadáveres aplazados". 

6. Sí ha muerto la actriz Anouk Aimée. Sobre el amor (¡no correspondido!) que le tuvo el crítico de cine Alfonso Sánchez escribí hace unos años en The Objective

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20.6.24

El antiverano

Comienza el verano, que para mí va a ser el antiverano: ¡trabajar, solo trabajar! ¡O sea, escribir! Nada de plebeyas playas. Este año no habrá momento tritón saliendo del agua. Le resto un verano a mi vida. Tampoco es grave: la vida es algo que les tengo que ir dejando a mis criados (¡si tuviera criados!).
 
El año pasado por este solsticio evocaba el "Samba de verano". Este también, pero ya sin verano. Perdí mi apartamento con vistas al mar, aquel préstamo ventajoso que me hacía rey que desayunaba en bandeja azul y me tenía todo el día en un palacio de sol y brisa. Ahora permaneceré sepultado en mi cueva y para llegar al mar deberé dar un enojoso paseíto de media hora. Lo daré, por supuesto, para asomarme al reino que perdí.
 
Mi antiverano no será vallisoletano como el de Peláez, sino costasoleño. En el corazón mismo del verano, eludiré el verano. Será un verano por sustracción. A poco que salga veré los signos de lo que me estoy perdiendo (con ganas) en esta desembocadura vacacional. Pero saldré poco: pienso ahora que por la mañana muy temprano, con el frescor y los turistas aún dormidos, paseo marítimo arriba y abajo, melancólico pero feliz a las ocho de la mañana, oficinista de mis sensaciones. Y luego, al recinto laboral (¡placeroso también!) que me he impuesto. Solo de tarde en tarde romperé mi eremitismo con alguna cena: sociabilidades escogidas pero estridentes.
 
Por otro lado la experiencia proporciona compañía fantasmal. No es lo mismo el verano del adolescente, que solo tiene la niñez quemándole y por eso escapa lo que puede, que el del maduro que lo ha vivido todo y de todo guarda brasas. Tener muchos años es decisivo, porque uno se reparte en ellos. No hablo de vivir de los recuerdos (¡malditos sean los recuerdos!) sino de otra cosa: un espesor carnal (con perfume y calidez) de lo vivido. A partir de cierta edad es imposible estar completamente solo.
 
Estoy preparado para que el sol se desplome este año sin mi participación. Estos últimos lo disfruté sobradamente, con todo el pack de playa y vino blanco y cañas en chiringuitos y pulpo frito a mansalva (¡espetos no, soy un malagueño descastado y cultivo mi rechazo a las sardinas como una flor de invernadero! ¡las sardinas también se las dejo a mis criados!). Mantengo, en esto no hay novedad, mi ventilador, reloj alocado que hace vientecillo con los segundos: yo no me moveré, pero el aire de mi cuarto sí; entre el suelo y el techo estables, una atmósfera inestable.
 
El caso es que acabo de releer la pentalogía autobiográfica de Thomas Bernhard, en los tomos amarillos de Anagrama (los cinco se reunieron en Relatos autobiográficos) y estoy como una moto. Se puede decir que es la obra de un antisuicida que no escamotea los motivos de suicidio pero decide vivir, con voluntad feroz: en la dirección opuesta, quizá también de sí mismo. Como yo este verano en la dirección opuesta del verano.
 
Me gusta más que nada el final de El sótano: "Nos hemos vuelto capaces de resistir, y no se nos puede derribar ya, no nos aferramos ya a la vida, pero tampoco la vendemos demasiado barata, quise decir, pero no lo dije. A veces levantamos la cabeza y creemos que tenemos que decir la verdad o la aparente verdad, y la volvemos a bajar. Eso es todo". 
 
También aduce el motivo de la curiosidad. En los términos, aunque él lo desconocía, de Jaime Gil de Biedma: "la vida nos sujeta porque precisamente / no es como la esperábamos".
 
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16.6.24

Con la minoría y contra el alpiste de Alvise

[Montanoscopia] 
 
1. Alvise: el canario al que ahora Sánchez le echa alpiste.  
 
2. Sánchez necesita la ultraderecha como el comer. Y encima con gula: fomenta las ultraderechas existentes y postula ultraderechas inexistentes. Este es el degenerador de la democracia que quiere regenerar la democracia.  
 
3. Alvise es el último hijo del 15-M. Todo cuestionamiento del Estado de derecho desemboca en estos monstruitos. Empezó la izquierda alegremente con fascistadas como No nos representan y Democracia real ya, que aplaudieron muchos politólogos cuñados y cuñadas, escupiendo en su asignatura (lo de los politólogos con la política es un poco lo de los profesores de derecho constitucional con la Constitución; bueno, es exactamente lo mismo). Y una vez abierta la veda, se ha sumado también la derecha, con no menos alegría. Es muy alegre destruir y simplificar las cosas. Es muy alegre volver al estado salvaje, contra la civilización. Ahora está Alvise, como estuvo Iglesias. Este podría abrazarlo, porque es su hijo.  
 
4. El reproche de que Alvise pasó por UPyD y Ciudadanos es justo e injusto al mismo tiempo. Justo porque es real. Injusto porque Alvise es uno de esos elementos que se colaron en tales partidos para hacer sus negocios, contra el espíritu de tales partidos, que siempre fue pulcramente constitucionalista. El último que quedaba de ellos, Ciudadanos, ha sacado en las elecciones europeas 121.031 votos (el 0,69% de los votos en España), mientras que Alvise ha sacado 800.763 (el 4,59%). El otro partido con el que yo simpatizaba, Izquierda Española, ha sacado 27.407 votos (el 0,15%). Los votantes de Ciudadanos e Izquierda española, juntos, somos menos que Alvise. Dan ganas de resucitar, orgullosa, suicidamente, aquel lema literario de Juan Ramón Jiménez: "Con la minoría, siempre". Y aunque no resucitemos el lema, es el lema el que nos cubre como lápida. Soy consciente de que estas columnas se escriben desde ahí. Influencia cero tienen (o 0,69 o 0,15), lo que no deja de ser un alivio.  
 
5. La Transición (el "régimen del 78") se acaba por incomparecencia del pueblo español en defensa del Estado de derecho. Al fin y al cabo, es el pueblo del "¡vivan las caenas!", el que dejó morir a Franco en la cama, el que no echa a Sánchez (5.262.293 votos en las europeas, 30,18%); el pueblo, hay que concluir, que solo tuvo democracia cuando las élites lo pastorearon a la democracia.  
 
6. Hace diez años me pidieron en una publicación digital que escogiera la que para mí fuera la mejor columna de los doce meses anteriores. Escribí esto: "Entre mis columnas favoritas de cada año está siempre la del Derby de Epsom de Fernando Savater, en junio. Este 2014 ha sido la número cuarenta. Las primeras están recogidas en el libro El juego de los caballos, y la siguiente tanda en A caballo entre milenios. Luego han venido más. Me imagino que al final irán todas en un único volumen crujiente. Savater, además de contar la carrera, va ofreciendo pinceladas y reflexiones sobre las circunstancias del momento. A veces he soñado con ir al Derby de Epsom, no para ver a los caballos sino para ver a Savater viéndolos." Lo traigo porque ya desde el año pasado Savater publica su columna sobre el Derby de Epsom en THE OBJECTIVE. Lean (relean) la de este 2024: ¡otra maravilla!  
 
7. En la frívola conversación en un corrillo madrileño, de pronto la frase –no dicha para ti– que se te clava como un puñal. No somos sustancias, sino máscaras. Y somos felices, o estamos alegres, cuando el carnaval nos es propicio. Y somos infelices, o estamos tristes, cuando lo contrario. 
 
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13.6.24

Monumento al lector desconocido

El sábado firmé por primera vez en la Feria del Libro de Madrid (mi Zona de confort, mi Oficio pasajero). Fue una experiencia grata pero prescindible. Creo que lo que quiero es enterrarme, no sé si volveré. Pero estuvo bien conocerla.

Me encontraba, por otras razones, en un estado de acusada melancolía. Estar en el observatorio de la caseta, viendo la vida pasar, algo refractaria, daba una sabiduría zen (entre epicúrea y estoica). Llovía a ratos, pero el flujo no se interrumpía, solo se veía alterado, animado, por la intermitencia de los paraguas. De vez en cuando me confundían con el vendedor, algo muy sano para el ego; pero las chicas acudían rápido a atender: era una danza bonita, graciosa. Y de vez en cuando llegaban lectores.

Estaban los amigos (también los de internet), los familiares y a veces alguien raro: el lector desconocido. Firmé unos veinte libros en total y los desconocidos fueron siete u ocho. Llegaban, decían unas pocas palabras, en algunos tímidas, recogían su ejemplar firmado y se iban. Tenían una noción nítida de no querer molestar. Me emocionaron. Siempre fui uno de ellos.

Me he pasado la vida leyendo y sin tratar a los autores, ni ganas de tratarlos. He terminado tratando a algunos por inercia, de manera natural. No ha afectado en nada bueno; cuando ha afectado ha sido para mal. Son mundos distintos. Mi ideal sigue siendo el del lector en su cueva, a solas con sus libros. El autor solo es un aditamento de carne; un pegote corporal que no aporta nada. Es como si a las limpias hojas les salieran rodajas de salchichón.

Toda mi vida ha sido así, yo solo con mis libros. Sabiendo de autores (interesándome por ellos), pero sin el deseo de acercarme; incluso con el rechazo. No dejaba de ser ese tío (o esa tía) un entrometido en mi pura actividad de lector. Estábamos el libro y yo, y ese monigote sobraba. El autor había tenido la cortesía de destilarse en palabras, palabras que yo leía en mi caparazón misantrópico, y me incomodaba la posibilidad de tratar a ese tipo sin destilación.

Ahora yo era el monigote y algunos de esos lectores desconocidos se asomaban a verme. En ese grado discreto de la firma, el hola, el adiós y unas gracias. Esa sensación cruzada de no saber yo nada de ellos y ellos de mí lo que habían leído, la construcción que habían hecho de mí con mis palabras. Ellos se imaginaban a alguien inevitablemente mejor. Sin la tristeza que yo llevaba encima en ese momento.

Uno también se construye en lo que lee, y el autor sobra. Le debemos la página, pero esa página es ya para nosotros. Conozco a otros lectores (muy buenos) que jamás han contactado con los autores a los que les debían todo. Y es hermoso que estos no lo sepan. Todo autor está sostenido por la sombra luminosa de los lectores que no se han manifestado.

Es como con los autores muertos. Cuánto les debemos. Nietzsche, Pessoa, Cernuda: cómo me salvaron desde sus tumbas, en sus libros que vivían y viven. Qué corrientes entre la vida y la muerte hay en los libros. La "conversación con los difuntos".

Ese no saber de esos lectores tiene una potencia descomunal y es insoportablemente bello. Los que se asoman a la Feria del Libro son un indicio prometedor: una presencia fugaz de alguien que te ha leído largamente, en su vida, por algo que ya no tiene que ver contigo pero sí con tu escritura (y lo que de tu vida pueda quedar en ella).

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9.6.24

El sanchista antitrumpista, un ser de lejanías

[Montanoscopia] 

1. Sánchez es un principio de degradación de la vida pública española. Al que no lo percibe instintivamente a la primera es ya inútil explicárselo, porque no lo va a entender: le falta el resorte visceral de la defensa del Estado de derecho. Pero la responsabilidad hace mucho que dejó de estar en Sánchez: está en los sanchistas (y en menor grado en los no abiertamente antisanchistas). Sus seguidores, sus aplaudidores, sus justificadores han alcanzado tal desfachatez que son irrecuperables. ¿Qué van a hacer después del sanchismo? (Si hay un después...) 

2. La sociedad española es esa que, ante la irrupción de un Sánchez (con su populismo, sus trucos, sus trampas, sus chantajes emocionales, sus cartas, sus amenazas, su polarización, sus proyecciones, su fango) carece de fibra moral para expulsarlo de su vida pública (por el procedimiento reglamentario, naturalmente). Este domingo 9-J se volverá a ver con las elecciones al Parlamento europeo, en la que se augura más o menos un empate. España sigue siendo la del "¡vivan las caenas!". La del "¡Franco, Franco, Franco!", o como dice Savater: "¡Fango, fango, fango!¡Fango, fango, fango!". 

3. Mi figura bufa favorita del momento es el sanchista antitrumpista. 

4. Me escribe un amigo sobre dos colaboradores académicos de El País: "Veo que X y Z se refugian en Trump y eluden a nuestro Trump; el politólogo de izquierdas es aquello de Heidegger, un ser de lejanías." 

5. El sanchismo es un trumpismo con el apoyo del Washington Post y el New York Times

6. Ejemplos de lo que hace nuestro Washington Post o nuestro New York Times, es decir, El País. Titular del 5 de junio: "El juez entra en campaña al citar como imputada a Begoña Gómez". Subtitular: "Sánchez anima a votar y denuncia el intento de interferir en las elecciones". Titular del 6 de junio: "El PSOE confía en convertir la imputación de Gómez en una palanca electoral". Subtitular: "El PP trata de reanimar su campaña aferrado a la investigación". Mientras tanto, su directora Pepa Bueno mantiene fijado un tuit que dice que la función del periodismo es "fiscalizar al poder". 

7. Las pulseras de Free Bego tienen un precedente en el PSOE: aquellas chapitas Yo también soy Pepe Barrionuevo que sacaron en los noventa, cuando el exministro del Interior entró en prisión por los GAL. Años después quise conseguir una por medio de una amiga del partido, pero habían desaparecido todas. Yo las buscaba para un happening que se nos ocurrió a los amigotes: entrar en una marisquería y pedirnos una mariscada con la chapita puesta. 

8. Nada hay más sintomático del sanchismo, de lo que es el sanchismo, que proclamas como las de la candidata del PSOE para las elecciones europeas, la ministra Teresa Ribera, sobre la pérdida de derechos en España si gana la oposición. No es el Estado de derecho el que los garantiza, sino el Partido. No el Estado neutral, sino una facción ideológica. La perversión de esta idea, netamente falangista, permite llevar a cabo luego todo tipo de operaciones espúreas, dudosamente democráticas. Lo mismo vale para esa aberración de esgrimir el "¡No pasarán!" cuando no se trata de una guerra civil, sino tan solo de que la oposición pueda ganar las elecciones. 

9. No sé porqué Feijóo se desgañita pidiendo elecciones, si luego no sabe hacer campañas electorales. 

10. Termino de ver Shoah y empiezo a ver Holocausto. Es mi manera privada de responder al antisemitismo creciente. En el Congreso de los Diputados, unas defensoras de Hamás, invitadas por Podemos, justificaron el pogromo del 7 de octubre. Uno vive ya en un país que le da vergüenza. 

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7.6.24

Contra la Feria del Libro

[La Brújula (Opiniones ultramontanas), 3:38:50

Buenas noches. A los oyentes no les extrañará que yo, que estoy en contra de todo (menos de las camisas de manga corta, por cierto), esté en contra de la Feria del Libro. La de Madrid, que se celebra estos días, es la peor de todas por ser la más grande. Para empezar, es de una crueldad insólita con los árboles. Estos contemplan desde el parque del Retiro a sus congéneres descuartizados y convertidos en hojas. Es como si montaran un Museo del Jamón en medio de una granja de cerdos. Luego están esos lectores frívolos que, en vez de quedarse en su casa leyendo, salen a pasearse por las casetas y a mirar y mirar sin comprar nada. Están también los editores y los libreros, para los que los libros son una mercancía; les daría igual estar fabricando o vendiendo rollos de papel higiénico. Y por último están los peores: ¡los autores! Esos que van a firmar unos libros que son en su inmensa mayoría muy flojos. Pero ahí están ellos, orgullosos de haber perpetrado sus patatas, contentos de recibir los elogios que no se merecen. ¡Siempre he detestado a los autores con sus sonrisitas de autores! Y cuando he ido a la Feria del Libro ha sido para detestarlos a un metro de distancia. Les pongo caras de franca hostilidad para que lo noten. ¡Pero desde sus autosatisfechas autorías pancistas, ni así se enteran! En fin, con todo esto comprenderán los oyentes lo violento que me sentiré mañana sábado cuando yo mismo esté firmando en la Feria del Libro. Me sentiré sucio, pero reconozco que me ha gustado la invitación. Como en casi todo, también me habré traicionado en esto. Aunque les aseguro que me mantendré fiel en lo importante: en la caseta llevaré camisa de manga corta.

6.6.24

Manuel Toscano contra la adoración de Babel

Un libro de Manuel Toscano, profesor de Ética, filósofo, gran lector y hombre de extensa y variada cultura, es un acontecimiento intelectual y una fiesta intelectual. Hasta ahora habíamos aprendido y disfrutado de él por escrito en artículos de publicaciones universitarias y en columnas de prensa con vocación y empaque de tribunas, no menos rigurosas que los primeros. Han sido abundantes, pero siempre nos sabían a poco. Sus admiradores esperábamos una monografía que colmara este anhelo. El único defecto de Contra Babel (publicado ejemplarmente por Athenaica) es que no lo ha colmado: sus casi doscientas páginas nos siguen sabiendo a poco. Tal es la calidad de su escritura y tal es el goce de asistir al ejercicio de su inteligencia.

La primera sorpresa que se lleva el lector de Contra Babel. Ensayo sobre el valor de las lenguas –cito ahora también el subtítulo– es la mucha miga filosófica, política y moral que un objeto de estudio tan específico tiene. Es virtud del autor haberlo detectado. Y además haberlo escogido para su primer libro. El primer libro, cuando se publica en la madurez (yo mismo lo experimenté hace poco), contiene una tensión y una belleza particulares: es una destilación de lo que uno ha pensado y sido durante toda su vida, que alcanza a estar en plenitud (en acto, por decirlo en términos aristotélicos, tan queridos por nuestro autor) en sus páginas. Gracias al tema de las lenguas, Toscano tiene ocasión de compendiar sus preocupaciones e intereses fundamentales: la vida buena, el pluralismo de valores (y los conflictos entre estos), la democracia, la autonomía personal, las libertades, el individuo (las decisiones y los derechos individuales), el imperioso fenómeno del nacionalismo... Para todos hay un hilo de reflexión o una mención al menos. Así como para sus maestros: John Rawls, Isaiah Berlin, Joseph Raz o John Stuart Mill.

Ha tenido la valentía (la osadía incluso) de abordar una cuestión que es políticamente complicada, que se utiliza como arma ideológica, que para muchas personas posee hondísimas implicaciones emocionales y que, por ello, se ha vuelto un tabú. Se ha convertido en costra un buen número de supuestos aceptados sin análisis, y esa costra se ha sacralizado. Para entrar ahí hacía falta coraje y coraje es lo que demuestra (o exhibe con discreción, si se me permite el oxímoron) Toscano. La situación de su asunto, por otro lado, le permite enumerar aquello que reprueba intelectualmente: las "vistosas metáforas" (citando a otro autor dice que "si florecen las metáforas es por falta de teoría"), "las falacias, los clichés sentimentales" y "los excesos retóricos". Frente a ellos, este es su ideal, expuesto brevemente y con sencillez: "pensar de forma serena y clara". En otro momento añade: "ecuánime". El estilo filosófico de Toscano lo cumple con creces: añadiéndole agudeza, elegancia, finura, más una ironía sutil en los momentos cumbre.

Produce un placer intelectual, y a la vez estético, asistir al bisturí de Toscano en acción: cómo asedia los conceptos, los desmenuza y arroja luz sobre su mentira o su verdad. Una operación de apariencia fácil pero muy difícil, porque a menudo es antiintuitiva. En Contra Babel combate el dogma de que las lenguas deban ser preservadas a toda costa y recupera la primera percepción del mito bíblico: la de que la proliferación de lenguas es, como poco, una contrariedad. Frente a la concepción de estas como patrimonio cultural o seña de identidad, cara a los nacionalistas, defiende su función comunicativa. Función gracias a la cual las personas pueden aspirar a ser ciudadanos. Esto que resumo abruptamente lo encontrarán desarrollado, con datos y argumentos, en Contra Babel. Léanlo.

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5.6.24

2.6.24

El huracán Taylor Swift y el surtido de canapés de la actualidad

[Montanoscopia]  
 
1. Lo que me regocija del huracán Taylor Swift es que no sé cómo suena. No le he oído ni una ráfaga de canción. Mi percepción es solo visual. Y visualmente me encanta. Aparte de su seguridad en sí misma, que adoro (y que me imagino que, como todas las seguridades, se asienta en un humus de inseguridades superadas), me llama la atención que nadie repare en lo que es: un pedazo de mujer; un mujerón, vamos. Esto estalla, para mí, como un espectacular reventón de la carne desde su cobertura pretendidamente asexual, que por lo visto es lo que la mayoría capta. Como los tiempos no parecen estar para lo otro, todos felices (incluido yo, por una vez).  
 
2. Con los escraches que sufre, Pablo Iglesias no hace más que recoger lo que ha sembrado este vil envilecedor de la política española. Los repruebo sin resquicios: me dan un asco estomacal; mi sentido cívico instalado con salud en mis entrañas. Al igual que reprobé, con el mismo asco, los que él hizo o fomentó. Se da la paradoja de que yo tengo por ello autoridad moral para defenderle. Él no. (Y qué decir del Carnecrudo, ese monaguillo de la ideología para el que hay escraches buenos y escraches malos; o de la proetarra Aizpurua, que se solidariza con Iglesias cuando su trabajo durante años fue señalar escrachables en el País Vasco, en aquel contexto no de simples insultos y empujones, sino también de chantajes, secuestros y crímenes.)  
 
3. Decíamos ayer que no todo el que denuncia la brutalidad belecista de Netanyahu, ese incompetente patán, es solo por ello antisemita. Pero sí lo es si usa la palabra "genocidio". Primero, porque no lo es en este caso. Segundo, porque la selección del término, aplicado a un pueblo que sí lo sufrió, se hace con maldad: es cuidadosamente nazi.  
 
4. "La portada 170". Arcadi Espada en su podcast y Rafa Latorre en La Brújula la han echado de menos en El País, que ha escondido en su interior la noticia de la definitiva absolución de Francisco Camps. A las acusaciones que ya son oficialmente falsas les dedicó 169, como contó Espada en Un buen tío. Un gran éxito periodístico el del maestro; o más que periodístico, moral: en esta empresa volvió a estar solo. Latorre entrevista a Camps y este está como una moto, con ganas de guerra política. Exhibe la energía que le falta al PP, y al antisanchismo en general. Por eso puede que le corten las alas. 
 
5. En cuanto se aprobó la amnistía, escribí en Twitter: "Han ganado los malos. Es la Historia de España". Son tan tontos que uno me recordó que en su día ganó Franco. Ni en mis literalidades se dan por aludidos. Son el franquismo sociológico perfecto. (¡Atados y bien atados!) 
 
6. Si se comieron los GAL, es decir, el terrorismo de Estado, ¿cómo o no se iban a comer la amnistía? Se comen lo que les echen.  
 
7. Ver la pasokización del PSOE es mi única ilusión política ya, morirme, pero ver un minuto antes la pasokización del PSOE.  
 
8. Qué barato le resulta al columnista darse imagen de progre al uso (es decir, gubernamental). En el surtido de canapés de la actualidad, basta escoger cada semana los adecuados. Pero aunque no quiera, le sale a la vez un retrato monstruoso: el compuesto por aquellos asuntos que eludió o de los que solo se ocupó un poquito, para que no se dijera.  
 
9. Por fin me he puesto las conferencias de José Luis Pardo sobre Gilles Deleuze en la Fundación March: ¡extraordinarias
 
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