30.6.23

Estar en una mesa electoral el 23-J

[La Brújula (Zona de confort), 1:23:38

Hola, querido Rafa Latorre. Los españoles nos aproximamos estos días al buzón con precaución de artificieros. Antes de abrirlo miramos por la rejilla a ver si hay algún sobre. Si lo hay, giramos la llave con mucho cuidado, no vaya a estallar. Tememos, naturalmente, que nos hayan convocado para estar en una mesa electoral el 23-J. Por eso, cuando comprobamos que el sobre no llevaba la convocatoria, sino algo del banco o el crujido de la luz, lo alzamos al cielo y pronunciamos la frase que, según Woody Allen, es la más bonita del idioma: "Es benigno". En efecto, salvo para los desafortunados (les pido disculpas si me están oyendo), nos hemos librado de la amputación de un día de nuestra vida. Un día que pudo haber sido de playa, o de simple descanso en casa, con la siesta en el sofá mientras se disputaba la última etapa del Tour, pero que ha tenido que ser sacrificado en una mesa electoral. A mí todavía no me ha tocado, y espero que no me toque, pero trato de imaginarme ese día y todo es espantoso. Imagínense, 23 de julio y el calor a tope. Encerrado en un colegio junto a los demás componentes de la mesa, igual de malhumorados que uno. Y luego estarán los votantes. Irán pasando en camisetas de tirantes, chanclas y bermudas. Algunos directamente en bañador, o en bikini, con la toalla al hombro, la sombrilla a la espalda y la neverita en la mano, dispuestos a salir pitando para la playa en cuanto hayan cumplido con sus obligaciones ciudadanas. Cada nuevo votante incrementará la desmoralización del fastidiado miembro de la mesa electoral. Pero yo, si me toca, ya he dicho que llevaré mi ventilador portátil. Y también una tablet para tener puesta la última etapa del Tour.

29.6.23

Espada y Padilla: conjunciones y disyunciones

El azar (o una secreta necesidad) me ha hecho leer en fechas cercanas dos libros que dan que pensar juntos: Vida de Arcadio, de Arcadi Espada (Península), y Vida y obra de Gabriel Maceli Campalans, de Javier Padilla Moreno-Torres (Lengua de Trapo). Son dos obras excelentes que se ocupan de la misma época, los años setenta y primerísimos ochenta, los de la Transición española. De algún modo, el tiempo que –no en el plano político, pero sí en el cultural y en el vital– quedó sepultado por la Movida: un tiempo la mar de interesante. Los dos libros hablan de historia, pero sobre todo de las vidas en ese tiempo.

Mantienen, por decirlo en términos de Octavio Paz, un interesante juego de conjunciones y disyunciones. La conjunción mencionada de la época. También la del país, España. La disyunción de las regiones (y las ciudades): Cataluña (Barcelona) en Espada; Andalucía (Sevilla) en Padilla. La conjunción del empeño biográfico, autobiográfico. La disyunción del método. Espada trata de aproximarse documentalmente al Arcadio que fue y que era una persona distinta del Arcadi de hoy: se dirige en segunda persona a ese Arcadio espectral para indagar en su vida. Padilla escribe en la primera persona de un personaje ficticio, su Gabriel Maceli Campalans, explícita referencia al pintor inventado por Max Aub, Jusep Torres Campalans (usa también la primera persona en su propio nombre, Padilla, en las notas al pie; Espada también lo hace cuando se refiere a sí mismo). Otra conjunción: ambas narraciones están abundantemente apoyadas en los testigos, que son (en la distinción de Padilla) entre hippies y progres.

La relación con la ficción es la disyunción mayor. Padilla se sirve de ella mientras que Espada, que la detesta, la excluye. El libro de Padilla en realidad podría calificarse de novela (eso que Espada llama despectivamente "atajo epistemológico"), aunque es una novela peculiar, con el aspecto de una gran crónica autobiográfica. Se sirve del ficticio Gabriel Maceli Campalans, "el hombre que estaba allí", caracterizado por su "omnipresencia e invisibilidad", para hablar de los movimientos contraculturales, sobre todos los musicales, de la Andalucía de la época: un sorprendente y abigarrado mundo, plural y riquísimo, del que solo se acuerdan los testigos. Padilla no deja de ser cuidadoso con los hechos (de su escrúpulo a este respecto quedó constancia en su primer libro, A finales de enero), pero ha preferido relajar el relato para darle una mayor vivacidad a la rigurosa documentación: lo consigue. También consigue proyectar una intimidad en el personaje que habla.

La intimidad estaría ausente de Vida de Arcadio, por el procedimiento empleado, si no apareciese la del actual Arcadi Espada: él es el que le habla a Arcadio en segunda persona, pero exhibiéndose en sus consideraciones. Cuando se interna en documentos privados de Arcadio, se advierte a sí mismo: "Voy con cuidado porque es ver follar al hijo". De este se revelan detalles admirablemente impúdicos, pero es la intimidad de Arcadi Espada la que leemos: en sus disecciones del hombre que ya no es. La reconstrucción biográfica tiene recompensas continuas para el lector: por sus reflexiones, agudamente analíticas, acerca de la vida, la historia y la política; además de otras de carácter filosófico, sobre la ciencia, el libre albedrío o la responsabilidad (que niega).

Un tema de ambos libros (conjunción) es la izquierda; pero (disyunción) en el de Espada se desenmascara su impostura (aplica el bisturí a su ideario, a su complicidad con el nacionalismo y a su mentalidad literaturizante) y en el de Padilla se añora su ingenuidad.

Haberlos leído a los dos ha multiplicado, enriquecido e intensificado mi experiencia. 

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27.6.23

Las canciones brasileñas de 'Oficio pasajero'

He hecho una lista de reproducción con las 21 canciones brasileñas (si no he contado mal) cuyos títulos aparecen en Oficio pasajero, en su orden. Acaba (ítem 22) con el álbum entero del Noel Rosa "inédito e desconhecido", el último que se cita en el libro.

25.6.23

Los errores del PP, los 'apretaos' de Vox y las pelotas de Nivea

[Montanoscopia]  

1. Esta precampaña electoral está siendo la comedia de los errores. Con una salvedad: es una comedia sin gracia. Sí puede que haya diversión, pero de un nivel ínfimo: como las risas cuando vemos a alguien resbalar con una piel de plátano. Cada candidato parece recuperarse cuando calla. El problema es que nunca calla. Ni él ni los suyos. Yo que, hoy por hoy, estoy en la abstención, no encuentro estímulo para salir de mi madriguera. Todo voto es inútil para mí. Peor que inútil: sin gracia. 

2. El PP no lo puede estar haciendo peor: montó su circo electoral y le crecen los enanos voxistas. Tal vez Sánchez fuese un gran estratega después de todo y anticipase el despiporre. El eje horizontal Valencia-Extremadura saca de quicio al PP. La paradoja es que la extremeña Guardiola acierta pero se equivoca, mientras que el valenciano Mazón se equivoca pero acierta. Guardiola acierta de fondo (y de principios): el PP debería ser el partido que ella propone y cortar radicalmente con Vox. Pero hoy por hoy eso sería un fracaso electoral: el voto prestado que conseguiría, si consiguiera alguno, no compensaría las pérdidas. Hace tiempo que, en términos de poder, el antisanchismo era una cuestión exclusiva de la derecha. Era la derecha la que se tenía que apañar. Por una razón muy sencilla: porque existe Vox. La derecha son PP y Vox. Por esa misma razón, los antisanchistas de izquierda ya no pintábamos nada. Ahora está por ver que la derecha se apañe.  

3. Me dice un amigo que votará al PP para echar a Sánchez y que los que voten a Vox lo harán también para echar a Sánchez. Esto, dice mi amigo, está clarísimo, por lo que deberían aliarse sin melindres el PP y Vox para el objetivo común: echar a Sánchez. Le digo que no lo veo así. La prioridad de Vox no es echar a Sánchez, sino fastidiar al PP e imponer su agenda apretá. Echar a Sánchez es secundario para Vox. Por eso Vox es el error. Los apretaos están en lo suyo. Sánchez brinda todas las noches por su existencia.  

4. Electoralmente es ridícula la pantomima de la playa del PP, con Sémper descalzo (¡y mangalarguista orugado!) y la alusión a 'Verano azul'. Pero intelectualmente es enjundioso. De hecho, su único valor es intelectual. Y de un intelectualismo yo diría que de izquierda: de la izquierda pasada. El PP, con su playa de 'atrezzo', con el decorado a la vista, le ofrece a la ciudadanía un adulto ejemplo de distanciamiento brechtiano. Pero la izquierda, como la antigua derecha, se ha dedicado a señalar su 'falsedad'. No se es identitario impunemente.  

5. Un acierto involuntario del PP es haber escogido el referente de 'Verano azul'. Lo ha hecho por la metáfora cromática, que en realidad emparenta al PP con Nivea (debería haber lanzado también pelotas promocionales), pero el significado es más hondo: una reivindicación de los tiempos de la UCD. La escritora Mercedes Cebrián lo vio maravillosamente en un libro genial y delicioso: 'Verano azul: unas vacaciones en el corazón de la Transición'. Editado en 2016, es un ensayo agudo y divertido sobre la serie, y también la crónica de una visita de la autora a Nerja en busca de los escenarios.  

6. El presidente Sánchez empezó la semana sometido a la primera entrevista de verdad en cuatro años, la de Alsina. Y la ha continuado siendo él mismo entrevistador de sus ministros, en entrevistas de nuevo falsas como las que le habían venido haciendo. Pero sin distanciamiento brechtiano, sino con la jerga de la autenticidad autopromocional. 

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24.6.23

Alquimia del ventilador

[Dietario] 

'Sugar daddies'. En una comida familiar sale el tema de los sugar daddies. Un sugar daddy es un señor mayor que sale con una jovencita, a la que colma de regalos, y con frecuencia hasta se casa con ella. Mi sobrina Ana, la intelectual de la nueva generación, tiene una idea implacable sobre el asunto: "La joven pilla a uno escacharrao a ver si la espicha". 

Otra cosa. Día y medio en Madrid, con la excusa de la Feria del Libro. Citas que no cuento y un par de paseos solitarios. Tengo mis rituales, mis ritos de paso literalmente, para otorgarme a mí mismo una sensación de cotidianidad que salte por encima de los meses de ausencia. La impresión de siempre de que mi vida está allí. Lo que tengo en Málaga es otra cosa. 

Cuesta abajo. El descenso del Málaga parece haber inaugurado una era de reveses para la ciudad. Tener un equipo de fútbol no ya en segunda, sino por debajo de segunda, es impropio de una capital de primera. Casi en seguida ha venido la derrota por la Expo 2027, con lo que puede que se expanda el pesimismo; una sensación precipitada de cuesta abajo. Sobre la Expo yo tenía una postura contradictoria. Sé que a Málaga le venía bien, pero a mí me venía mal. Si de mí hubiese dependido, hubiera dicho que sí, claro. Pero para la vida que llevo prefiero una Málaga más discreta, más apagada. Para llevar una vida pessoana: esa vida que hoy tampoco podría llevar Pessoa en la pujante Lisboa. 

La ciudad. Del auge de Málaga me fastidia esta como obligación de posar feliz en las fotos. La ciudad te impone una dictadura de la alegría para la que uno no siempre tiene cuerpo. Ahora suelo acordarme del conocido poema "La ciudad", de Cavafis, que tenía colgado en la pared de mi habitación de estudiante en Madrid, no sé si para conjurar el destino o para confirmarlo. El final era terrible: "Siempre llegarás a esta ciudad. Para otra tierra –no lo esperes– / no tienes barco, no hay camino. / Como arruinaste aquí tu vida, / en este pequeño rincón, / así en toda la tierra la echaste a perder". 

La felicidad de las fotografías. Sin embargo, hay un misterio en las fotografías: en todas aparecemos felices. Aunque no lo fuéramos. En los últimos meses he tenido que revisar bastantes mías de los años noventa y en ellas estoy yo, o están mis seres cercanos, en un momento perfecto de felicidad que no se corresponde del todo con el recuerdo. Tal vez porque en las fotos estamos a salvo del tiempo. Fuimos rescatados de su curso en aquel instante preciso, que se quedó fijado. Y eso es causa de felicidad para los personajes, ya ajenos, de la fotografía. 

Museo del Jamón. Leo que en Madrid le hacen un homenaje al fundador del Museo del Jamón. Merecido homenaje. Cuando los malagueños llegábamos a la capital y nos encontrábamos con el Museo del Jamón, no nos lo podíamos creer: ¡qué gran idea! Solo echábamos de menos que no existiese también un Museo de la Gamba. Madrid no era el Museo del Prado, sino el del Jamón. 

Nuestro hombre en Oxford. Diéguez ha pasado un trimestre en la Universidad de Oxford y viene con un libro terminado y con ganas de alitas de pollo en el Tano. Estamos con él Irles, Arias, Toscano y yo. Deliciosa velada malagueña. Nos habla de la rutina oxoniense entre los colegas de su especialidad: filosofía de la ciencia, inteligencia artificial, transhumanismo, etc. A la una todos salen de sus cubículos y bajan a comer conversando. Socializan mientras mastican los sándwiches. A diario hay mesas redondas, ponencias y alguna vez la conferencia de un premio Nobel. Al atardecer Diéguez salía a darse un paseo y volvía a su apartamento a hacerse la cena. "Echaba esto de menos, chicos", dice ante las fastuosas alitas. 

Dylanitas. Cuenta Arias su viaje a Granada para asistir al concierto de Bob Dylan. Casi todos los dylanitas eran ya provectos carraspeantes, más para allá que para acá, como el propio Bob. La sala se iba llenando, pero quedaba un asiento libre. Ante la cada vez más llamativa vacante, Arias le comentó a su compañero de asiento (como él, uno de los pocos no ancianos): "No cabe descartar que entre el momento de sacar la entrada y el del concierto se haya producido el fatal desenlace". 

La Casa de la Cultura. Gabriel Albiac cuenta en La Malagueta que en sus años malagueños, de los diez a los diecisiete, iba mucho a la Casa de la Cultura. Yo también. Nos reíamos mucho de que, con ese nombre, la hubieran construido sobre medio teatro romano, pero era uno de mis sitios preferidos de Málaga. Me encantaba ir allí a leer. En aquel salón de arriba enorme, con el aire entrando por la ventana y las nubes pasando. Instantes que se han quedado flotando allí arriba, en el edificio que ya no existe. Al final el teatro romano le sobrevivió. 

Alquimia del ventilador. El ventilador transforma el calor en fresco, y además en fresco acariciante. Oro aéreo. 

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23.6.23

La vedette Sánchez

[La Brújula (Zona de confort), 1:24:52

Hola, querido Rafa Latorre. Yo también me regocijo solo con imaginar las sesiones de tormentas de ideas de los partidos, con los creativos desesperados en busca de propuestas originales. Esas sí que son soluciones imaginativas y lo demás son tonterías. La sesión creativa del PP de la que salió la grotesca playa del 'verano azul' debió de ser, con todo, menos comprometida que la del PSOE que alumbró las entrevistas de Sánchez a sus ministros. La diferencia entre el PP y el PSOE es que los creativos del PP no saben qué hacer y los del PSOE sí. Solo que no pueden hacerlo. Los creativos del PSOE saben que la gran solución imaginativa sería prescindir del presidente como candidato. Pero esa es justo la solución que no pueden proponerle al presidente candidato. La situación me recuerda un chiste soviético que contaba el añorado Félix Bayón, que fue corresponsal en Moscú a principios de los ochenta. Han pasado sesenta años de la revolución rusa y la Unión Soviética necesita divisas. Para atraer turistas, el gobierno decide montar en Moscú un cabaret a imitación del Moulin Rouge de París. Pasan los meses y nadie acude. Se crea entonces una comisión de miembros del partido que analice qué es lo que falla. Lo revisan todo, decorado, bebidas, música, servicio, y todo es idéntico. No entienden dónde puede estar el error. Hasta que uno, tímidamente, sugiere: "¿No será por la vedette?". Los demás se le echan encima: "¡Imposible, hizo la revolución con el camarada Lenin!". Pues en esas reuniones del PSOE igual. Todos saben que la vedette es una anciana y por eso los votantes no acuden al Moulin Rouge de Ferraz. Pero cualquiera se lo dice a la vedette. Así que la ponen a bailar el cancán, que es lo que le gusta.

18.6.23

Bildu salvavidas, el gafe Bolaños y el adiós a Pam

[Montanoscopia]  

1. El delegado del Gobierno en Madrid, ese Francisco Martín, fue mezquino con Bildu cuando dijo que el partido heredero de ETA les salvó la vida a miles de españoles. ¿Solo a miles? No, señor delegado. Escatima usted. Bildu, la ETA de la que procede, les salvó la vida a todos los españoles. Absolutamente a todos. Menos a 853.  

2. Una amiga me escribió partida de risa cuando se supo, tras sus elogios a Bildu, que el delegado Martín es un hombre de confianza del ministro Bolaños. Mi amiga sostiene, apoyándose en datos que me pasa a menudo, que Bolaños es gafe (¡toco madera!). Todo a su alrededor falla, fracasa. Le pasa como a aquel Yáñez (¡toco madera!) de los tiempos de Felipe González. La primera vez que me fijé en Bolaños fue en el traslado aquel, tan Dolce vita, de Franco. Él estaba allí con cara de "estoy protagonizando la historia". La mediocridad del personaje solo es comparable, de acuerdo con los datos de mi amiga, a la mala suerte que da. Ha sido sin duda el gusano en la manzana del sanchismo, que tiene agujereadísima. Esta vez andaba el PSOE tratando de poner el acento en la economía, para enderezar de una vez su campaña, cuando va Bolaños, es decir, el hombre de confianza de Bolaños, a poner a Bildu de nuevo en el mostrador... ¡Toquemos madera!  

3. Lo de que "lo personal es político", que ha articulado tantos nefastos discursos de la izquierda reaccionaria, ha adquirido un significado muy específico en las carnicerías de Podemos y Sumar. Aunque en sus navajazos y descuartizamientos era más bien la inversión de la frase lo que primaba: "lo político es personal". Nada de ideas, solo nombres. No argumentaciones, sino vetos. Estar en la lista. Optar al escaño. La política como estricta salida profesional. Codazos darwinistas entre los fraternos. Cada abrazo de estos años era un tantear la espalda del compañero para ver dónde encajar la futura puñalada. Cada beso era un olisquear a la futura presa. Los excesos de sentimentalidad acaban en baños de sangre. En este caso, por fortuna, y gracias al "régimen del 78" que desprecian, solo simbólica.  

4. Por quien de verdad lo siento es por Pam. Ya lo dije. Nadie se ha acordado de ella, nadie ha pedido que le levanten el veto. Ha sido la auténtica víctima propiciatoria de estos aquelarres. Ella y tal vez el pobre Echenique, cuya permanencia tampoco nadie ha querido. Se van ya por el sumidero de la historia, Pam con mi devoción. Fue ella la que dijo lo de la "diarrea legislativa". Llegó el momento de cerrar el culo.  

5. La política pequeña, la de las Nuevas Generaciones del PP. El líder, Ignacio Dancausa (un Sánchez jovencito), habla de los acuerdos a los que están llegando con discotecas de Madrid para que les proporcionen chupitos y otros privilegios a los afiliados. Teniendo en cuenta que pertenecen al partido del poder en la capital, me imagino esas negociaciones como las de Lucky Luciano. Les harán ofertas que los resignados empresarios no podrán rechazar. Y si no fuese así, queda feo en cualquier caso. Pero nos tocará asistir a eso en el nuevo ciclo político: la eclosión de los nuevos ejecutantes del poder.  

6. Esos alcaldes de Bildu. Tipos que, en sus buenos tiempos, no se oponían a que les descerrajaran un tiro en la nuca a sus paisanos mientras paseaban por su población. 

 7. El socialista Collboni, alcalde de Barcelona. O sea, que no lo será el puigdemontista Trias. El PP ha hecho lo que tenía que hacer. Y los comunes. 

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16.6.23

Pasión por el ventilador

[La Brújula (Zona de confort), 1:24:20

Hola, querido Rafa Latorre. He escrito más de una vez sobre mi pasión por el ventilador y quiero traerla a la radio, que al fin y al cabo también está hecha de aire. Nuestro hombre del tiempo, Roberto Brasero, ha decretado el comienzo del verano, unos días antes de la fecha oficial, y en estos asuntos hay que hacerle más caso a Brasero que al almanaque. Sobre todo cuando nuestra sensación térmica se corresponde. Sí, ¡qué calor hace! Es el momento en el que yo enciendo el ventilador y ya no lo apagaré hasta octubre o noviembre. Decir que es mi mascota es poco: el ventilador es mi pareja, ¡mi amor de verano! ¡De todos los veranos! Vivo como el protagonista de aquella película de Berlanga, Tamaño natural, con su maniquí. Soy feliz cuando estamos juntitos. Y si tengo que salir por lo que sea, no veo el momento de volver a casa. Aquí no me separo ya de mi ventilador. Lo llevo conmigo cuando cambio de estancia, como el enfermo que arrastra su gotero por el hospital. Necesito su aire en mi piel, las caricias de su vientecito refrescante. Por la noche lo dejo puesto, naturalmente. ¡La noche es fundamental para los amantes! Y hasta lo meto en el cuarto de baño. Y lo dejo esperando para cuando salgo de la ducha. Es una verdadera historia de amor. De amor y sexo. Y de cariño. Sentir continuamente su aire me hace feliz. Si viajo, me lo llevo; pero no en la maleta, sino del brazo. Como todos los españoles, tengo terror de que me toque estar en una mesa electoral el 23 de julio. Pero si me toca, ya sé lo que haré: me llevaré el ventilador y lo tendré puesto todo el día, aunque se vuelen las papeletas.

15.6.23

Deshonestidad brutal

En el corazón del pesimismo antropológico podemos atisbar una lucecilla, algo que no se deja vencer en el ser humano por su condición abyecta: la necesidad de explicarse, de argumentar. Algo hay (tal vez tortuoso) que le impide el acto limpio: ha de arroparlo en palabras. El que estas sean con frecuencia torticeras y nos devuelvan al pesimismo antropológico hemos de tomárnoslo ya con deportividad. Aunque nos proporciona espectáculo.

El de estos días (siempre antropológico, siempre pesimista) nace de esa pulsión incipientemente ilustrada que se tuerce por el camino. Lo que nos llega es la torcedura. Vengamos a la actualidad. Quienes llevan años propulsando los pactos del PP con Vox, es decir, Sánchez, su PSOE y los sanchistas, que los han legitimado y (como bien dice Tsevan Rabtan) blanqueado, se rasgan ahora las vestiduras con gestualidad de malos actores del método. Con la consiguiente producción verbal, no menos sobreactuada.

El columnista misceláneo que ha agotado el atlas universal para evitar escribir de las fechorías del sanchismo, semana tras semana durante muchísimas semanas, se mete por fin en política aprovechando que la actualidad pasa por la línea editorial de su periódico. Pero este no es el peor, naturalmente. Resulta incluso simpático. Los peores son los que gastaron columnas enteras defendiendo los pactos del PSOE con Podemos, ERC y Bildu, y ahora entran en fase histérica (cuales Rigobertas Menchús a las que les acaba de nacer la conciencia) porque el PP ha pactado con Vox. Es vuestra obra, dan ganas de decirles: o sea, estáis prolongando vuestro narcisismo hasta el fin. Lo kitsch es emocionarse con la propia emoción, también cuando esta emoción es la indignación.

Es de una deshonestidad brutal. Yo creo que para consigo mismos: porque se lo creen. Quien se engaña no puede sino engañar a los otros, como consecuencia inevitable de su premisa falsa. Me fascina el resultado: esa pontificación desde una auctoritas que perdieron, si es que (esos en concreto) la tuvieron alguna vez. Se aúpan a un pedestal inexistente y desde ahí predican, incluida la predicación inquisitorial. El público los contempla con pitorreo. Salvo los afines, que forman parte de la comedia. Los resultados electorales vienen confirmando esta impresión. Pero insisten.

Los izquierdistas que somos efectivamente antivoxistas y hemos combatido el voxismo desde su raíz, es decir, desde los pactos de Sánchez (el voxismo, contra lo que se dice, solo creció tras la moción de censura), sí podemos criticar (¡execrar!) los pactos de Feijóo. ¡Nuestra auctoritas no ha decaído, aunque nos montamos en ella con cierta ironía! Dicen los comentaristas de la derecha que al votante del PP no le importa que se pacte con Vox. Feijóo ha debido de hacer esa lectura y lo ha dejado todo en un asunto exclusivo de la derecha. Rechaza (¡expulsa!) cualquier otro tipo de apoyo antisanchista. Entendido el mensaje, volvemos a confinarnos en la abstención.

No advendrá la España terrorífica que pinta el sanchismo. Seguramente será una España mejor, por la simple expulsión de Sánchez y sus aliados. Pero seguirá dejando que desear. Y seguirá rota. No habremos salido aún del ciclo que inició Zapatero (quien sigue exhibiéndose como si no se prolongase su daño): aquel que rompió los consensos de la Transición por un lado como si no fuesen a romperse también por el otro.

No habrá motivo para aplacar el pesimismo antropológico. Ni cesarán los discursos justificativos, aunque se cambiarán las tornas. Los hoy gubernamentales pasarán a ser antigubernamentales y los hoy antigubernamentales pasarán a ser gubernamentales. Con una ufanía que no se corresponderá con lo chapuceramente que seguirán ejecutando sus actuaciones de malos actores del método.

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11.6.23

Palmeros, narcisistas y satisfyers

[Montanoscopia]  

1. "Estoy harto de palmeros", dice el presidente Sánchez. Se le plantea así un peliagudo problema. ¿Estará harto de sí mismo? Porque el principalísimo palmero de Sánchez es Sánchez. Pero no corre el riesgo: el núcleo ciego del narcisista es su yo. Digamos que el yo es el azogue de su espejo: en el cual se refleja (se proyecta) su fantasía omnipotente.  

2. Llevo toda la vida fascinado con los narcisistas. El padre de un amigo lo era en grado sumo. Era un hombre influyente y yo quería caerle bien. Así que la noche en que me lo presentó, le pregunté a mi amigo qué es lo que debía hacer. "Dorarle la píldora", me respondió sin dudarlo. "¿Pero hasta qué límite?", quise saber, para no pasarme. "¡No hay límite!", zanjó mi amigo. Durante la cena se demostró que, en efecto, no lo había.  

3. Claro que el padre de mi amigo tenía cinco carreras, era un prohombre, mientras que Sánchez es un doctor al que le hacen las tesis y un autor al que le escriben los libros. (Es también un presidente que no sabe qué hacer como presidente, solo estar de presidente.) Su ego está comido, en el fondo del fondo, por la verdad: su mediocridad, su inanidad. Eso le hace ser un narcisista de piel fina, extremadamente susceptible a la crítica o el rechazo. Por eso demoniza a sus oponentes, los excluye de manera radical (el "no es no", llamar "facha" a todo el que se le opone: tales son sus mecanismos de defensa). El narcisista con cualidades ciertas, en cambio, suele tener la piel dura; o resbalosa: las críticas no le hacen mella, porque sencillamente le resbalan.  

4. Lambán, Page y Barbón se revuelven contra Sánchez. Este va a descubrir ahora que su partido también estaba lleno de fachas. (En cuanto a los barones en cuestión: ya da igual. En el PSOE ya todo da igual.)  

5. Dolores Delgado y Baltasar Garzón: los Bonnie & Clyde de la justicia española.  

6. El Tribunal Constitucional permite los juramentos folclóricos de la Constitución en el Parlamento. No va a ser él el que contenga la degradación de la democracia formal; ni el que frene el creciente sectarismo antiuniversalista de nuestras instituciones: es decir, la apropiación de lo común por parte de las tribus, contra la ciudadanía. El Constitucional amenaza con ser las uñas (¡las garras!) que le seguirán naciendo al cadáver del sanchismo.  

7. Sabedores de mi pasión por Pam, la secretaria de Estado de Igualdad, los amigos me comentan su situación: nadie la defiende en Podemos. El veto de Sumar a Irene Montero es contestado, aunque por el momento parece que se consuma. Pero el veto a Pam no. Lo aceptan, la tiran por el sumidero. Yo solo (y mis amigos, por mí) me acuerdo de Pam. Es (¿era?) la mejor. La más inteligente, pero de una inteligencia no práctica, sino artística: demasiado para la política española. Espontánea y efectista, ha dado espectáculo del bueno. Lo último ha sido decir que el satisfyer mata fascistas. ¡Claro que sí! ¡Se despeñan por el coño satisfecho de la mujer, los pichatristes! Sin Pam todo será más aburrido. Faltará su chisporroteo, no sonarán sus petardos: ¡Pam Pam! ¡Pam!  

8. Cayó un texto de Innanity en selectividad. Técnicamente, perversión de menores. Pero a él no le darán cicuta, sino medallitas. 

9. El PP de Feijóo va a hacer alcalde de Barcelona al independentista Xavier Trias, del partido (golpista) del prófugo Puigdemont. Pone muy difícil el voto útil antisanchista; al menos el de los antisanchistas de izquierdas, jacobinos. Me veo condenado a la abstención. 

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9.6.23

Militantes y simpatizantes furibundos

[La Brújula (Zona de confort), 1:25:00

Buenas tardes, querido Rafa Latorre. Ignacio Varela nos recordó el otro día en Málaga cómo se define ahora el expresidente Felipe González respecto al PSOE: dice que es "militante, pero no simpatizante". Es una fórmula brillante, de carácter estoico, mediante la cual González se mantiene fiel al partido, al tiempo que señala su distancia emocional e insinúa una discrepancia política. Un caso opuesto, salvando las diferencias de talla histórica, y de todo tipo, es el de Amparo Rubiales. Esta es militante, simpatizante y lo que haga falta: siempre a machamartillo. Es tan simpatizante que se hace antipática. Una de mis aficiones es asomarme a su Twitter para ver hasta dónde llega en su sectarismo. Nunca defrauda. Pero esta semana ha alcanzado su culminación cuando ha llamado "judío nazi" a Elías Bendodo, coordinador general del PP. ¿Por qué "nazi"? En la cabeza turbulenta de Rubiales, por criticar al presidente Sánchez. Si criticas a Sánchez eres nazi, sin más. Y si eres judío, pues ya está: eres "judío nazi". Como se ve, la militancia extrema produce monstruos. Al final Rubiales, presionada por sus compañeros, ha tenido que dimitir como presidenta del PSOE de Sevilla, y es lo que el PSOE de Sevilla tiene ganado. Los militantes, y también los simpatizantes furibundos, han contribuido al aislamiento en que han vivido y siguen viviendo en Moncloa. En la tertulia de 'La Brújula' del lunes poselectoral, Carmen Morodo dijo que en Moncloa no lo habían visto venir. Y tú, Rafa, apostillaste: "El problema es que no lo ven pasar". Diego Garrocho, filósofo y jefe de opinión del 'Abc', ha escrito sobre la responsabilidad de la prensa afín al Gobierno, que no ha ejercido la crítica. Esa prensa se ha comportado todos estos años como militante y simpatizante y hasta mayordoma. Es una Amparo Rubiales colectiva.

8.6.23

Astrud Gilberto: la felicidad no muere

Contra la idea de que la felicidad puede morir en cualquier momento, se me ocurre ahora, pensando en Astrud Gilberto a la muerte de Astrud Gilberto, que la felicidad no muere. Sus canciones forman parte de esa sintonía de la felicidad que fue la bossa nova y cada vez que suena una la felicidad reaparece en su cápsula. Da igual el estado en que nos encontremos: la felicidad está ahí, aislada, eterna. Y el oyente ingresa en la capsula y es feliz lo que dura la canción.
 
Confieso que no sabía nada de en qué andaba ni qué hacía Astrud Gilberto. La noticia de su muerte el 5 de junio, a los ochenta y tres años, la dio en Instagram su nieta Sofia Gilberto, que es una niña; una niña música, prometedora, encantadora. Ha puesto una grabación casera de la canción que le compuso su abuela, "Linda Sofia". Es lo último que he escuchado de la cantante. Lo demás es lo de los años sesenta y setenta: aquella cápsula, o aquel cofre de cápsulas prestas a contagiarnos la felicidad que contienen.
 
Leo en Bossa Nova de Ruy Castro (Turner) que João Gilberto y Astrud Weinert, su nombre de soltera (era hija de madre brasileña y padre alemán), se conocieron en 1959 en el legendario apartamento de Nara Leão en la avenida Atlántica de Copacabana. Fue en un momento de la vida de João Gilberto sobre el que se han hecho muchos chistes: cuando ensayaba una y otra vez "O pato". Una vez casados, a comienzos de 1960, su gato se cayó por la ventana y los músicos dijeron que se había suicidado porque no podía soportar más lo de "O pato". Poco después João hizo su grabación perfecta para el álbum O amor, o sorriso e a flor.
 
Astrud Gilberto cantó por primera vez en público aquel año, en el último de los festivales amateurs de los músicos de la bossa nova, que en seguida iban a profesionalizarse. Ensayó obsesivamente con su marido, y hasta que el perfeccionista de "O pato" no le dio el visto bueno, no subió a un escenario, que fue el de aquel festival de la Facultad de Arquitectura de Río de Janeiro. Escribe Ruy Castro: "Al público le pareció que Astrud cantaba muy bien, pero si alguien hubiera insinuado que, de allí a cuatro años, iba a vender millones de discos en Estados Unidos, lo hubieran internado en la clínica Pinel, allí cerquita".
 
Fue ella la que produjo la explosión internacional de la bossa nova, con su parte en inglés de "Garota de Ipanema", que habían compuesto Antonio Carlos Jobim y Vinicius de Moraes. Jobim está al piano en la mítica grabación del álbum Getz/Gilberto (1964), producido por Creed Taylor para el sello Verve. João Gilberto canta (en portugués) y toca la guitarra, y Stan Getz toca el saxofón. Al parecer no fue espontáneo. Astrud (quizá en complicidad con João) se había preparado para la ocasión y, cuando logró que le dejaran cantar su parte, conquistó a todos. El problema es que el corte salió demasiado largo: 5'15". El productor Taylor guardó el disco durante meses, hasta que se le ocurrió cortar, para el single The girl from Ipanema, la parte inicial de João Gilberto cantando en portugués. El corte se quedó en 3'55", con, tras unos compases vocales de João Gilberto, que luego mantiene solo la guitarra, "la entrada de Astrud, en inglés; el solo de Getz al saxo; el solo de Tom al piano; y la vuelta de Astrud con Getz para terminar". Concluye Ruy Castro: "Nadie sabe cómo pasan estas cosas, pero el disco solo con Astrud disparó hacia el éxito el elepé entero, que coleccionó premios Grammy y les hizo ganar mucho dinero a todos los implicados. O a casi todos".
 
Esta última salvedad es porque Astrud solo cobró lo que tenía estipulado el sindicato de músicos estadounidenses por una sesión: ciento veinte dólares. Aunque el hito le permitió iniciar su propia carrera, que consolidó esa magia delicada, ese aroma evocador que desprende su simple nombre, otra cápsula de felicidad: Astrud Gilberto.
 
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4.6.23

Pagafantas, mala conciencia y las esclavas sexuales del sanchismo

[Montanoscopia]  
 
1. Qué mala noche electoral pasaron los columnistas del sanchismo. Me aseguran que lanzaban desesperados mensajes a Moncloa: "¡Mayday, mayday!". Pero a la mañana siguiente Sánchez convocó elecciones para el 23 de julio y todos esos columnistas se pusieron a elogiar como subsecretarios franquistas la audacia, la astucia, la apabullante inteligencia política de su líder. Me temo que la noche del 23-J volverán adonde lo dejaron el 28-M, y ya sin segunda oportunidad: "¡Mayday, mayday!". 
 
 2. Por su parte, muchos de nuestros antisanchistas se convertirán a partir del 24-J en sanchistas de Feijóo. No es que vaya a pasar, sino que ya pasó: en 2011, muchos antizapateristas pasaron a ser zapateristas de Rajoy. Ahora se repetirá, porque el espectáculo antropológico no se acaba nunca. En el mundillo del columnismo los cambios de gobierno son como esas pausas de las comedias para cambiarse de disfraz. El columnista defensor del poder sale como columnista crítico del poder. Y el columnista crítico del poder sale como columnista defensor del poder.  
 
3. El 24-J (como ven, la caída de Sánchez la doy ya por hecha) traerá una revitalización de la ciencia política española. Será (junto con el cambio de postura de los columnistas) el primer efecto de la era Feijóo. Nuestros politólogos y nuestras politólogas reactivarán sus herramientas epistemológicas de análisis crítico del poder, que han tenido en el cajón durante el sanchismo, detrás de los tarros de vaselina. Y ya tenían ganas, joder. No es plato de gusto dedicarte a la politología y no emplear tus herramientas científicas, sino solo masajes y felaciones al poder, que tienen poca ciencia. Feijóo los sacará de esa esclavitud, de ese servilismo. Nuestros politólogos y nuestras politólogas han sido los esclavos y las esclavas sexuales del sanchismo. Recuerdo aún a una de ellas (en su perfil de Twitter se dice "científica social") que habló del carisma de Sánchez. ¡El carisma de Sánchez! También ella se beneficiará de la manumisión de Feijóo.  
 
4. El sanchismo tendrá aún sus últimas víctimas. Quizá el viejecillo que muera en Écija el 23 de julio cuando se dirija a votar. Y, en todo caso, los (¡acalorados!) miembros de las mesas electorales. Estos serán los pagafantas últimos del sanchismo.  
 
5. Gran momento en la tertulia de La Brújula de Onda Cero del 29 de mayo. Carmen Morodo dijo, acerca de lo ocurrido el 28-M, que en Moncloa no lo habían visto venir. A lo que apostilló Rafa Latorre: "El problema es que no lo ven pasar".  
 
6. Se conjura la vieja guardia del PSOE para ofrecer una alternativa a Sánchez. El problema es que esa vieja guardia (con Rubalcaba) ya fue un fracaso electoral. El PSOE está muy mal. Tiene poca solución. El sanchismo fue un fugaz sueño de gloria. Tal vez solo pudieron hacer algo bajo ese formato aberrante.  
 
7. La admiración de Iglesias por el lema Que te vote Txapote prueba que es una bajeza de su nivel: una bajeza de las que él y Podemos han introducido en la política española.  
 
8. Se va Arrimadas de la política y vetan a Pam en Sumar. La política pierde erotismo para mí. Me quedo sin alicientes para ver los telediarios. No recibía un golpe tan fuerte desde que se retiraron las hermanas Williams. 
 
9. Albert Rivera pretendió que Ciudadanos sustituyera al PP. Los que aplaudieron su error ya han sustituido Ciudadanos por el PP.  
 
10. Dice el editorial de El País (lo señala José Ignacio Wert) que Rivera frustró el pacto con Sánchez. Es la mentira que el sanchismo se inventó y se inventa para lavar la conciencia por sus pactos infames. 
 
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2.6.23

Sánchez: un Trump antitrumpista

[La Brújula (Zona de confort), 1:24:58

Hola, querido Rafa Latorre. En España tenemos un problema politológico endiablado. Casi parece un koan, una de esas preguntas enigmáticas del zen sin aparente respuesta. Lo podríamos formular así: ¿Cómo se combate el trumpismo si aparece un Trump que dice ser antitrumpista, que es alto y guapo y se llama Sánchez? Nuestros politólogos han optado por no combatirlo, sino adherirse a él: son trumpistas antitrumpistas, como su pastor Sánchez. El electorado español, en cambio, sí parece haber encontrado una solución: no votarlo. El gran error de Sánchez ha sido pensar que le iba a resultar tan fácil convencer a los votantes como a los politólogos. En su ya tristemente célebre discurso del pasado miércoles al grupo parlamentario socialista, Sánchez habló de los Trumps de enfrente, cuando nuestro Trump es él. Y no solo nuestro Trump: él es también el que se disfraza de bisonte. Dijo unas cosas tan extremadas y tan irresponsables que me dieron miedo. Ningún presidente de la democracia se había colocado nunca ahí. Literalmente dijo: "Hablarán de pucherazo y de que hay que detenerme". Y evocó las "turbas enloquecidas asaltando el Capitolio". Es algo que, por supuesto, no va a pasar en España. Pero Sánchez, al en teoría prevenirlo, parecía estar alentándolo. Yo creo que tiene que ver con ese anhelo suyo de pasar a la historia del que han hablado algunas personas cercanas. Ya que no va a pasar a la historia como un gran presidente respetado por su pueblo, ahora fantasea con pasar a la historia como un presidente derrocado y detenido. Pero me temo que su salida del poder será tranquila y gris: tras unas tristes elecciones democráticas. La épica tal vez le aguarde cuando sea jefe de la OTAN. Ahí sí que puede pasar a la historia. Aunque, bueno, ya no quedaría historia.

1.6.23

El abucheo a Ceaucescu

A finales de 1989 nos tocó (yo tenía veintitrés años) un cursillo acelerado de historia en directo con la caída del muro de Berlín y los países de la órbita soviética. Octavio Paz escribió meses después un librito espléndido sobre aquellas semanas, Pequeña crónica de grandes días. El caso más llamativo fue el de Ceaucescu. El dictador rumano seguía viviendo en su burbuja de poder, blindada, cuando un día de aquellos, mientras hablaba desde el balcón presidencial, la gente se puso a abuchearlo. No se lo podía creer. Extendió las manos titubeantes, con cara de estupor, retrocedió un par de pasos... Fue fusilado a la semana siguiente, con su mujer, tras un cutre juicio sumarísimo. Resultó instructivo asistir al momento exacto en que cae un tirano; el instante en el que él mismo se da cuenta de que es el fin.

Con nuestro presidente Sánchez ha ocurrido igual. Ya, ya sé que no es un tirano; aunque también sé que no por falta de ganas. En estas comparaciones siempre hay quienes, puntillosos, señalan las diferencias. Estas desde luego existen, porque lo que se establece no es una relación de identidad: en las comparaciones lo que se compara es lo comparable y no lo otro. Aquí lo comparable es el estupor (del dictador o del presidente democrático) ante el abucheo (directo o por medio de las urnas) de la gente que él suponía que lo amaba; la burbuja, blindada, exterior o interior, se lo hacía suponer. Sánchez no será fusilado (he aquí otra diferencia, no menor), porque esto no es una dictadura, vigente o en crisis. Simplemente perderá el poder el próximo 23 de julio por el procedimiento establecido en las democracias: unas elecciones generales.

Su comparecencia del lunes por la mañana, tras el descalabro de su partido y todos sus socios menos Bildu (el crimen se premia en el País Vasco), dio la medida del personaje. Ya la había dado, de hecho, en la misma noche electoral, en que, pese a haber convertido las elecciones municipales y autonómicas en un plebiscito sobre su persona, no compareció en la sede del PSOE. La persona se ausentó. Y reapareció, contrariada, a la mañana siguiente con una rabieta que sus partidarios se pusieron en seguida a celebrar como audacia, el golpe astutísimo de un Napoleón, encima alto y guapo. En esto han quedado nuestros politólogos. Sánchez se lo ha creído, porque en su intervención de ayer miércoles ante los parlamentarios de su partido, que lo aplaudieron a rabiar, ya era el caballo loco de la resiliencia que ha sido durante todos estos años.

Entre tanta aclamación de los suyos, Sánchez no ha podido enterarse de que los españoles quieren que se vaya. Se lo volverán a repetir, ya sin filtro, el próximo verano en plena canícula. Tal vez entonces comprenda que los españoles no quieren que decidan nada relativo al destino de España los independentistas catalanes (no inocentes de golpismo), los herederos de ETA (no incompatibles con la violencia política ni el asesinato) ni los populistas guerracivilistas (excitadores de bajos instintos políticos, alentadores de discordia).

Esto no lo ve Sánchez, ni lo ve el PSOE, ni lo ven nuestros politólogos. Y eso que es una carta de Poe truculenta: no se trata ya, como en el relato, de un sobrecito en un aparador, a la vista de todos pero discreto; se trata de muñones sanguinolentos, no solo a la vista de todos sino también al olfato de todos, por su pestilencia.

Naturalmente, para exculpar la propia aberración hay que proyectar aberraciones en el otro. Así que viene la ultraderecha. Nuestros politólogos lo certifican. 

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